Ante los anuncios del gobierno municipal de un plan integral de rehabilitación para el arrabal de Santiago y la actuación por parte de la delegación de Urbanismo para plantar cara al abandono físico de las casas del centro histórico, reconozco que no sé si reír o cabrearme de forma supina. Para qué me voy a engañar a mí mismo: al final todo terminará desembocando en el segundo sentimiento. Porque claro, en el caso de lo de Santiago se da la circunstancia condicionante de siempre: o todas las administraciones son gobernadas por los mismos o aquí no se mueve ni un dedo, sobre todo en cuanto a seguridad se refiere (recuerda al episodio en el que Ecclestone chantajeó al pueblo valenciano para que votase al PP si querían seguir teniendo el premio de Fórmula 1).
En cuanto a la de la intervención de Urbanismo contra la ruina y el abandono, puede existir un halo de tentación que nos haga pensar que por fin esa delegación va a cumplir con su obligación (en genérico, no en este caso concreto), pero después la realidad te da en las narices, porque el centro histórico es Bien de Interés Cultural desde 1982, tenemos una Ley de Patrimonio Histórico a nivel nacional de 1984 y otra más andaluza de 2007 y nadie ha movido un dedo al respecto, ni siquiera para hacer cumplir los términos más básicos de unas leyes que protegen un material tan “sensible”, por llamarlo de alguna manera (lo seguimos viendo en Torremelgarejo, esto es un no parar).
Estamos en año preelectoral, por si todavía alguien no se ha dado cuenta del percal. Por tanto, estamos en un momento en el que se cumple el ciclo sin fin de las promesas políticas que nunca se llegarán a cumplir. Y como sé que las redes sociales están llenas de palmeros de distintos partidos, podemos hacer un pequeño esfuerzo de memoria (o de hemeroteca mejor, porque lo peor de todo esto es que queda escrito con mentiras indelebles) y recordar los últimos 20 años, así abarcamos a todos los partidos que en alguna ocasión han estado al frente de este Ayuntamiento.
Nos trasladamos a diciembre del año 1998, año que precedió a las elecciones municipales de 1999. José López era el delegado de Urbanismo por aquellos tiempos, posiblemente el período en el que Pacheco certificó la deriva negativa de su gestión, ese no haberse sabido retirar a tiempo que tanta gente comenta de vez en cuando. Pues bien, en noticia publicada por el diario El País el 6 de diciembre de ese año se decía: “La rehabilitación del centro histórico tardará cuatro años”, y que habían ya reservados unos 500 millones de pesetas solamente para el 99.
¡Vaya por dios! O todo este anuncio se hizo “inocentemente” para volverlo a resucitar el año anterior al de las elecciones siguientes, en 2002, o bien puede ser que en Jerez tengamos una percepción temporal diferente al resto de los mortales y aún estemos inmersos en esos cuatro años, quién sabe. Lo que está claro es que, viendo el panorama, el anuncio fue una mentira como una catedral, una humareda que le sirvió a Pedro Pacheco para mantenerse en la alcaldía por otros cuatro años más, permitiéndole estar en el sillón de alcalde hasta 2003, pero el centro histórico seguiría acumulando ruina y olvido.
¿Qué decir de 2002, siguiente año preelectoral? Posiblemente la ciudad en su conjunto tardará en pagar lo que costó la celebración de los Juegos Ecuestres Mundiales varios años o décadas más. Pasaron los cuatro años del titular de El País y el centro histórico seguía olvidado y cada vez más ruinoso. Con Pacheco oliéndose que no sería alcalde nunca más, ya ni siquiera se lanzaron proyectos de relumbrón, aunque fuesen mentiras. Bueno, sí, fueron los años en los que se fraguó el proyecto fantasma de la Ciudad del Flamenco que mejor no recordar.
Llegamos a 2006 y la legislatura más extraña jamás recordada estaba llegando a su fin. Al tándem Pacheco-Pelayo siguió el Pacheco-Pilar Sánchez. El centro histórico definitivamente pasa a quedarse fuera incluso de la actualidad política. El crecimiento desmesurado y la despoblación masiva de la zona intramuros hicieron que ya no sólo el olvido fuera cosa de la clase política, sino que esa dejadez se traslada directamente a una población que comienza a desentenderse definitivamente de su patrimonio y la historia que representa. Y de esta forma llegamos a la legislatura de Pilar Sánchez en solitario.
Pese a que en 2010, año preelectoral, echó a andar el blog Jerez, patrimonio destruido, intramuros no resucita en la memoria de nadie. De hecho, ya Manolo Collado recordó las palabras de la alcaldesa en la primera conferencia del ciclo La ruina del mes: en el centro histórico está todo hecho, es tiempo de centrarse en las barriadas. O lo que es lo mismo: en el centro histórico ya no hay votos, hay que buscar nuevos yacimientos en el extrarradio, una práctica que sigue teniendo ahora la misma vigencia que entonces, desgraciadamente.
Ese 2010 fue el año del famoso Plan E de Zapatero que destinó un dinero para la Ciudad del Flamenco que después se desvió para pagar las nóminas del personal municipal, una malversación que terminó con la alcaldesa en la cárcel. Y también ese año fue, conviene no olvidarlo, en el que se dio luz verde a la construcción del horrible edificio junto a la Ermita de Guía. Intramuros, como Teruel también in illo tempore, continuaba sin importar. Parecía incluso no existir. Quizá era eso lo que se pretendía… (Continuará).
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