Habíamos dejado el hilo en el final de la legislatura del gobierno de Pilar Sánchez con mayoría absoluta. Como más de un urbanista ha dicho, en los alrededores de la Ermita de Guía había que urbanizar forzosamente porque el PGOU así lo requería, pero se eligió la peor de las actuaciones del abanico de posibilidades que se pusieron sobre la mesa. O eso o, muy posiblemente, la que más dinero dejaría en los bolsillos de algunos. No suelo hacer comentarios de corte político, pero es de cajón que, cuando un partido con mayoría absoluta es desbancado por otro que también obtiene la misma mayoría, es porque la gente percibe como nefasta la gestión del gobierno saliente, de lo contrario ese bajón humillante no tendría explicación alguna. Y yo añadiría más: que las mayorías absolutas se sigan dando no es sino otra muestra más de la mediocridad del pueblo que vota, sea de donde sea. Las mayorías absolutas han sido los fenómenos más devastadores de la historia de nuestra democracia española, andaluza y jerezana. A los hechos me remito, ya que cada cual se lo tome como quiera.
El caso es que en esta ocasión, seis años después, María José García-Pelayo volvía a la alcaldía de Jerez, esta vez siendo la primera en liza y con nada menos que quince concejales. ¿Cuáles fueron los efectos sobre la ciudad de Jerez en general? Pues unas huelgas salvajes de basuras junto a un recorte clamoroso en la prestación del propio servicio, el pago de una concejalía especial de movilidad con la que el servicio de autobuses urbanos tocó fondo gracias al “regalito” que se nos trajo desde Madrid o la pérdida de la única empresa pública que daba beneficios en la ciudad, como lo era la ya antigua Aguas de Jerez (Ajemsa). Y todo ello con un aumento de la deuda pública que no le iba en absoluto a la zaga a lo que había sucedido en la anterior legislatura, la de la maravillosa mayoría absoluta de la reclusa Sánchez, Pilar. Total, que nos salíamos por cualquier lugar por el que se mirase, lo mismo que ahora.
Entrando ya en lo que al centro histórico se refiere, sólo tuvo dos cosas buenas: el logro de acabar con el botellón que de forma salvaje campaba a sus anchas por el barrio de San Mateo y la apertura del antiguo Cine Astoria como plaza pública, el único espacio puramente peatonal que aún hoy podemos encontrar en la zona intramuros, todo ello como consecuencia de la constitución de la Asociación de Vecinos del Centro Histórico. Por lo demás, fue la legislatura del mareo de perdiz absurdo de la Mesa de contar mentiras del Centro Histórico, un foro que no sirvió absolutamente para nada.
Pero es que, además, aunque el problema del centro histórico comenzaba a formar parte de las inquietudes de los partidos políticos (también fue el período de las fenomenales Rutas de la Barbarie de Esperanza de los Ríos), se volvía a poner en evidencia que intramuros importaba tres pitos y medio por la escasez de votos que se podían obtener: se le encomendó la redacción del ya mencionado más de una vez diagnóstico ADN Intramuros a Irene Luque y Jorge Izquierdo; llegó el día de su presentación y de la inauguración de la exposición sobre el tema en el Museo Arqueológico y no asistió ni un solo político ni a una cosa ni a la otra.
La asociación de vecinos elaboró un concienzudo censo de casas abandonadas en intramuros para que el ayuntamiento lo contrastase con los datos que figuraban en ese Registro Municipal de Solares que ahora parece haberse descubierto como la pólvora, una lista negra que sin duda copará una entrega completa en las próximas semanas de esta columna. Se prometió la publicación de las fincas integrantes del Registro y su precio; se llegó al acuerdo de regalar el solar a aquella persona interesada en rehabilitar esa propiedad y vivir en el centro histórico si se presentaba un proyecto y la obra se culminaba en el plazo de dos años. Al final, como la Mesa del Centro Histórico en sí, todo fue una inmensa cortina de humo negro que dejó la zona intramuros al borde del colapso.
El toque final fue en el año preelectoral de 2014 y los primeros meses de 2015. Con la venta de Ajemsa, se inventó el ya desgraciadamente famoso Plan de Actuación 2014-2015. Dicho plan preveía una inversión de cuatro millones de euros distribuidos en siete actuaciones en el centro histórico: La urbanización de plaza Belén que ahora al fin se ha materializado, la urbanización del entorno de San Juan de los Caballeros (¿os suena?), la urbanización de la plaza Limones (en el solar que dejó el antiguo edificio de la ONCE), la rehabilitación de Barranco, 4 para viviendas (el edificio apuntalado a espaldas de la comisaría. ¿No os suena también?), la rehabilitación del Tabanco del Duque como equipamiento cultural (¿no me digáis que tampoco os suena?) y las consolidaciones de los palacios de Riquelme y Villapanés. De entre todas esas actuaciones sólo se llevó a cabo la consolidación de Riquelme porque hubo un desprendimiento que mantuvo cortada la calle Cordobeses durante seis meses, de lo contrario ni eso se hubiera realizado.
De los cuatro millones previstos se invirtieron 80.000 euros, o sea, nada. Y lo peor de todo es que nadie sabe dónde fueron a parar los cuatro millones de euros y a nadie parece interesarle lo más mínimo porque ningún grupo político se ha molestado siquiera en preguntar por ellos durante la presente legislatura. Increíble, pero cierto. Entretanto, San Mateo sufrió los cortes de calles como Liebre o Cabezas de forma simultánea por desprendimientos, el convento del Espíritu Santo fue salvajemente expoliado, la población de intramuros seguía menguando y sin visos de revertir la situación y la ruina, las ratas, las pulgas y los gatos campaban a sus anchas, lo siguen haciendo y no hay buenas perspectivas de que deje de ser así. Como ahora, ni más ni menos, porque, lo digo una vez más, aquí a ningún partido le entra en la cabeza que el centro histórico debe tomarse como un asunto de ciudad, ajeno al partidismo político, en lugar de contemplarse como un boquete donde votan cuatro y se quejan diez.
El colmo llegó en abril de 2015. A un mes escaso de las elecciones municipales, la asociación de vecinos recuperó el certamen de pintura al aire libre que en su época hicieron grande Agustín Pérez y María Bejarano. Recuerdo perfectamente cómo le echamos en cara a la alcaldesa que no se hubiera llevado a cabo ni una sola de las intervenciones previstas en el Plan de Actuación. “Vamos a dejarnos de pajas mentales, el dinero está y todo se va a hacer”, fue su respuesta, posiblemente una expresión desesperada por conseguir votos que no se realizó sólo en intramuros, algo que también veremos en abril de 2019 con total seguridad. Pasados cuatro años, cabría preguntarse porqué los partidos políticos no se dejan de pajas mentales y se dedican a indagar dónde puñetas están los cuatro millones de euros que “existían” y a manos de quién fueron a parar. Imagino que, como en el fútbol, lo que ocurra durante una mayoría absoluta se queda en la mayoría absoluta, habrán establecido en sus vergonzosos códigos éticos, si es que saben lo que significa eso. ¡Qué desgraciados somos!
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