Uno de los muchos andaluces llamados a votar.
Uno de los muchos andaluces llamados a votar.

Una madre no te dota de nación sino de identidad. Esa identidad lo forma tu historia, memoria, geografía, economía, cultura y acento; que lo vistes desde el vientre de tu mama, lo palmeas en tu barrio, lo callejeas por los senderos de tu inquietud y lo fraguas al presenciar las injusticias de tu tierra.

Además, la identidad que te proporciona la persona que te pario reside, sobre todo, para que tenga opinión y voto en cualquier esfera de vida. Sin embargo, desde hace tiempo Andalucía perdió esas cualidades en el Congreso de Diputados puesto que no poseemos voz y, mucho menos, voto en los Presupuestos Generales del Estado. 

Con esta tesitura, Andalucía queda muda ante el cualquier debate político y territorial en el Parlamento. Por tanto, ¿debemos consentir que nuestra “matria” quede silenciada? ¿debemos quedar huérfano y huérfanas de representación en la cámara donde se decide todas las cuestiones socioeconómicas que afecta directa o indirectamente en el territorio andaluz?¿ si no lo hacemos nosotros y nosotras, quién defenderá los interés del pueblo andaluz?

Por ello, la matria Andalucía es una identidad que debe convertirse en un sujeto político lo suficientemente fuerte como para tomar riendas sobre su futuro. De lo contrario, como muestra los siglos de guerra que llevamos en nuestra historia siempre seremos patria de limosna.

No más centralismo, no más ninguneos, no más partidos políticos que miren sólo por sus intereses sino es nuestra responsabilidad de un andalucismo que se preocupe por solucionar los problemas de sus calles. Por ello, es importante acceder a las instituciones y ganar poder de negociación para que así, incluso, podamos hablarle de tú a tú con otras regiones y no estar siempre en desventaja con ellos.

Blas Infante hablada que “las realidades de un país son los intereses creados (por una minoría); para nosotros (la mayoría), las realidades de un país son los dolores creados por esos intereses”.  En el caso andaluz, nuestros dolores son el paro estructural, la migración forzosa, el trabajo precario, los jóvenes sin futuro, la agricultura secuestrada por unos reducidos propietarios, entre otros.

Para lograr contrarrestar tales dolores que enferma nuestra matria es imprescindible un ideario andalucista contundente y claro basado en el blindaje de los servicios públicos como la sanidad pública; y una educación pública que apueste, por un lado, en una universidad que promueva, además de la investigación, la creación de proyectos que tengan incidencia y pertinencia en el territorio, y, por otro lado, que modifiquen los contenidos curriculares conectados con el entorno andaluz. Asimismo, una banca pública que no especule con bienes y productos de primera necesidad y derechos fundamentales y que también ayuden a nuestros autónomos y pymes; una economía que abrace a la ecología creando empresas que vaya más allá de balances -exclusivamente- financieros; un modelo productivo más inclusivo y menos extractivo que fomente las cadenas de valor para que así poseamos todo el proceso productivo, no como ahora que son otras las regiones las que transforman el producto de nuestra tierra adquiriendo todo nuestro valor añadido; un turismo sostenible que no arroje a nuestra gente a la periferia perdiendo el encanto de nuestros municipios; unos medios audiovisuales de comunicación públicos y plurales que esté al servicio de la sociedad andaluza sin estar supeditado a estereotipos que nos fueron asignados; un sector energético que transite hacia la vanguardia de las renovables para reducir la dependencia en energía que poseemos ya que los combustible fósiles son una incertidumbre; una reforma agraria que redistribuya los recursos y alcance la seguridad, sostenibilidad y soberanía alimentaria aunque para ellos es imprescindible que los excedentes económicos generados en el campo permanezca en nuestros pueblos agropecuarios; un claro mensaje feminista, que lucha por la igualdad entre mujer y hombre, LGTBIQ+,  combatiendo la diversidad en todas las acepciones de orientación sexual; y rendir justicia a nuestra memoria histórica.

El andalucismo debe convivir en la calle, con la gente, diagnosticando sus problemas y resolviéndolos; poniendo en primer lugar la satisfacción de las necesidades básicas. No obstante, es clave aspirar donde se gestan las políticas, con voz y voto, sino nuestra realidad de subalternidad, subdesarrollo y dependencia jamás se reducirá; y siempre estaremos abocados a los peores datos socioeconómicos del territorio español y europeo.

La soberanía andaluza impera inclinarse al derecho de que sus pueblos se gestionen por si mismos debido que conocen la idiosincrasia del lugar, y no desde Madrid. En esta línea, el andalucismo tiene que empoderarse en las instituciones como actor y actriz principal de su tierra; y no como actores y actrices de reparto con el conformismo de las migajas, y mucho menos con una Andalucía que posee una geografía tan rica en todas sus vertientes socioeconómicas. 

Lo más hermoso que te regala una madre es la identidad. En este sentido, para protegerla y que nuestros dolores se conviertan en victorias es incuestionable la construcción de un andalucismo que nos posibilite alcanzar voz y voto en el Congreso de los Diputados.

Andalucía, una madre que nos regaló una identidad única y que hay que defenderla, a golpe de andalucismo, hasta lograr voz y voto en ese ansía por conquistar futuro, libertad, dignidad y oportunidades para todos y todas.

Andalucía, una utopía ayer, un sueño hoy y una realidad mañana. Andalucía, la “matria” que me pario…

Por la revolución de los desiguales...

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