"¿En año electoral no podemos permitir el lujo de presentar un Presupuesto? Yo creo que no. Es estúpido. Ningún Gobierno aprueba presupuestos en el último año de legislatura, pero no porque no pueda aprobarlos sino sencillamente porque no interesa aprobarlos”. El audio de Juan Marín, quien no lo ha escuchado. En un ejercicio de honestidad creo que poquita gente, la verdad, y con esto no quiero empezar a escribir desde una posición de victimismo, pero solo salimos en la tele sí casi literalmente “hacemos arder las calles”. Entristece saber más de Ayuso que de la movilización masiva en Cádiz, o de la filtración de un audio que deja a nuestro Vicepresidente “desnudo”. Algunas tertulias, poco frecuentes para oyentes de izquierda, comentaban que el propio Juanma Moreno quería gestionar con cierta tranquilidad los fondos europeos venideros como la mejor forma de campaña electoral, pero los intereses de Génova volvieron a anteponerse, usando a Andalucía como escenario de sus planes.
El PP ha abandonado el cadáver de Juan Marín a picha descubierta, como cebo para sus propias intenciones. Génova necesita victorias para reforzar un candidato que no sabía de la lógica de las placas solares hasta hace unos días. ¿Elecciones anticipadas? Somos expertos en Andalucía, por eso no nos sorprende. PSOE ya lo hizo las dos últimas veces tomando en cuenta, exclusivamente, sus cábalas demoscópicas y partidistas. En 2015 para romper su gobierno de coalición con IU y echarle el freno a un Podemos en ascenso. En 2018 creyendo que evitaría el deterioro del PSOE reforzando el perfil de una Susana Díaz caída en unas primarias que nadie olvidará, y con un Pedro Sánchez recién ascendido a Presidente del Gobierno en una moción de censura que ha marcado la historia reciente de nuestro país.
Las cábalas cayeron sobre nuestras cabezas en forma de ultraderecha. Fuimos el experimento, la antesala de lo que no queríamos ver. Los resultados arrojaron una alta abstención, y nos mostraron quienes son los que no faltan a la cita, aunque no soy partidario de fijar como mantra la alta participación como significante de “progresismo”, solo hay que mirar ejemplos como Polonia, Austria o Hungría. A pesar de todo, Andalucía fue la vacuna para el resto del país, y en las generales de 2019 el votó se movilizó con miedo a lo que ya había entrado por el sur de la Península. Andalucía fue el preludio de una obra electoral que llamaría a votar con miedo y antagonismo en las elecciones de abril del diecinueve. El voto antagónico se manifestó y tradujo en un apoyo los socialistas. Quien se lo diría a Pedrito unos años antes.
Recientemente, ha sido un diputado del PSOE, Odón Elorza, quien ha popularizado la expresión "votar con la nariz tapada", usado en numerosas tertulias y noticiarios. Andalucía ya se negó a “votar con la nariz tapada” con el PSOE en las últimas andaluzas. Y ante una falta de alternativa, fue la abstención la opción política de una nacionalidad histórica que no encuentra motivos para levantarse. Sinceramente, no creo que Juanma Moreno sea una especie de Feijóo andaluz. Pienso que los andaluces y andaluzas no ven en él una figura que represente las características de nuestra tierra, no solo la identidad popular, sino también sus anhelos. La identidad del Partido Popular no está ligada históricamente con la identidad andaluza. Tampoco ha habido ningún hito o cambio sustancial percibido que marque una diferencia con lo que fue la política del PSOE andaluz. Se respira una sensación de hastío permanente donde no se espera nada. Ese es nuestro peor virus.
Hay motivos por los que Andalucía dejó de mirarse a sí misma, a observar cada batalla que se da cada hectárea de su extensa tierra. Mirar con solidaridad, canalizar cada una de las luchas de los últimos bastiones que nos quedan, con los ojos puestos en los últimos días en la Bahía, sin olvidar a nuestras jornaleras, cada resistencia vecinal para que nuestros barrios sean para reproducir la vida y no los bolsillos de quienes se enriquecen de la burbuja turística. Trenzar el hilo verde para ofrecer esperanza y futuro a quienes no han encontrado motivos para movilizarse o no pueden hacerlo. Ante un Juan Espadas que no ofrece nada nuevo, nada más que continuismo con la etapa anterior del gobierno de Susana Díaz, y una experiencia de gobierno en Sevilla homologable a cualquier partido de derecha, hay una izquierda fragmentada sin tiempo a recomponerse. Ilusionar se convierte en tarea de imposibles, pero ahí es donde tienen que estar los imprescindibles.
Necesitamos una nueva ola de andalucismo. El reto institucional será difícil sin la siembra en las calles. La Bahía ilumina un posible camino para la vertebración y construcción de nuevos frentes que sí tengan oportunidad de movilizar la votación hacia nuevas alternativas, el inicio de un camino que culmine en un nuevo movimiento para nuestra tierra. Siento derrochar optimismo en tiempos tediosos, pero me niego a seguir aceptando esta situación, y que sea desde Madrid, de nuevo, quienes nos llamen a las urnas. Porque si algo queda claro es que Andalucía no convoca elecciones, lo volvieron a hacer por nosotros.
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