Hace unos días se encontró un nido de tortuga boba en una playa del levante almeriense. Si todo va bien, para finales de agosto, los huevos eclosionarán y las tortuguillas se abrirán paso desde las profundidades, caminarán por la arena y llegarán al mar. Un proceso natural, que lleva millones de años produciéndose en nuestro planeta, que forma parte del ciclo de la vida, pero que no deja de asombrarnos cada vez que lo observamos. En esta ocasión, gracias a un cúmulo de acontecimientos, coincidencias, del azar, de la educación ambiental, de la concienciación ciudadana, vamos a poder admirarlo de cerca.
Hay que saber que en la provincia de Almería solo se han encontrado dos nidos. El primero fue en Vera, en 2001, donde una mujer presenció como una tortuga hacía su nido una noche que se quedó a cuidar de sus hamacas. Gracias a que dio la señal de alarma, y al esfuerzo de los voluntarios, se pudo proteger la zona y nacieron 39 tortugas de los 97 huevos que puso. Un hecho insólito en ese momento porque no se tenía constancia de anidamiento en nuestras costas.
El segundo caso ocurrió en 2015 en Pulpí, pero en esa ocasión hubo que traslocar los huevos porque estaban muy cerca de la orilla y había riesgo de que se inundasen con un temporal. En otras tres ocasiones, en los últimos cinco años, se vio como la tortuga salía del mar pero no hacia el nido por no encontrar las condiciones idóneas. En esta ocasión la tortuga si ha sido hábil porque llegó a una playa poco frecuentada, pudo alejarse unos 20 metros de la orilla y el nido lo hizo perfecto. Cuantos huevos puso es un misterio que solo podrá desvelarse el día que nazcan las tortugas y se pueda desenterrar el nido.
Se ha discutido mucho si Almería era zona de puesta, y solo faltaban las evidencias, o estas costas no reunían las condiciones para que anidasen de forma habitual. Lo que está claro es que en las últimas décadas, para muchos debido al cambio climático, las tendencias de anidamiento en muchas especies del planeta, entre ellas las tortugas bobas, está cambiando y los casos en las costas españolas se han multiplicado. El más sorprendente fue el ocurrido en Fuengirola el año pasado, ya que las aguas del Mar de Alborán no eran lo suficientemente cálidas para que anidasen.
Por eso llevábamos varios años esperándolas en Almería. Estamos convencidos de que algunas anidarían en veranos anteriores solo que no tuvimos la suerte de encontrarlas. A veces creo que es lo mejor, dejar que la naturaleza siga su camino, sin que interfiramos en él, aunque recordando el caso de Pulpí, y siendo conocedor de la gran información que nos pueden ofrecer, no solo para la conservación de su especie, otras veces tengo mis dudas.
Encontrar el nido ha sido un golpe de fortuna. Que por esa playa, justo al día siguiente de que la tortuga anidase, pasease un ciudadano, al que desde aquí aplaudo, con el conocimiento y la habilidad para reconocer el rastro que dejan sobre la arena y saber lo que se debe hacer en esos momentos, que es llamar al 112 para informar, es como encontrar el ojo de la aguja en un pajar.
Aunque reducirlo todo a la suerte no es justo, porque son muchos los científicos, expertos, administraciones, grupos conservacionistas, educadores ambientales y voluntarios que llevan muchos años trabajando para que los ciudadanos aprendan a reconocer esos rastros. Se han hecho muchas campañas, charlas y proyectos de educación ambiental para que la gente conozca el cambio de tendencia, para que no confundan las marcas sobre la arena, para que al menos duden y sepan donde llamar. Un trabajo lento, constante y casi voluntario que hay que reforzar porque se ha demostrado que es lo que puede convertir un simple paseo por la playa en un hito científico. Ahora solo queda ir todos a una, disfrutar juntos, para conseguir datos precisos y que esas tortugas nazcan y vuelvan a nadar en el mar.
Espero que este gran acontecimiento sirva para seguir concienciando a la población, para explicarles entre otras cosas que la misma tortuga, a la que llamo Cambalache, puede poner otro nido a los veinte días; que dependiendo de la temperatura de la arena nacerán más hembras que machos; que las basuras marinas son uno de los grandes problemas a los que se enfrentan; que quizás esta tortuga sea una de las que nació en Vera hace 20 años; que el cambio climático lo está modificando todo y que aún no sabemos si seremos capaces de adaptarnos a lo que se nos viene encima, de, como las tortugas bobas, encontrar otras playas donde anidar.
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