Hace unos días empecé a leer el libro Vivir sin miedos, de Sergio Fernández. Y aprovecho este espacio para comentar que recomiendo la lectura de cualquiera de sus libros, sobre todo a las personas con espíritu emprendedor y transformador. Vivir sin miedos quiere ayudar a sus lectores a conseguir un objetivo que no es nada fácil: A encontrar el sentido a su vida y a su trabajo, aprendiendo a escucharse a sí mismo. Casi nada. Y al empezar el libro topé con una historia que no conocía y que me impactó: la historia de transformación del águila.
El águila puede llegar a vivir alrededor de 70 años, pero más a menos, cuando tiene 40, tiene que tomar una decisión: dejarse morir o pasar por un proceso de transformación largo, complicado y doloroso. A los 40 años el águila pierde sus atributos clave para cazar, alimentarse y volar. Sus uñas se vuelven blandas y le es difícil cazar a sus presas. Su pico largo y puntiagudo se curva apuntando contra su pecho y no puede comer bien. Sus alas se vuelven pesadas y con sus plumas tan gruesas, volar se le hace muy difícil.
Es en ese momento cuando el águila toma su decisión: transformarse o morir. Su proceso de transformación durará unos cinco meses. El águila se aísla y se queda en su nido, solo. Empezará golpeando su pico hasta conseguir arrancárselo. Le crecerá un nuevo pico, y con el nuevo pico se arrancará todas sus uñas, de una en una. Y una vez le hayan crecido las nuevas uñas, se arrancará sus viejas plumas. Y esperará a que vuelvan a crecerle todas las plumas de nuevo.
En ese momento, unos cinco meses más tarde, el águila reemprenderá su vuelo y podrá disfrutar de otros 30 años de vida. Esa es su decisión: transformarse o morir. Sabiendo el proceso doloroso que requiere su transformación. Cinco meses de soledad y agonía para poder volar de nuevo. Creo que podemos aprender mucho del águila y que deberíamos aplicar su proceso a diferentes ámbitos: al mundo de las empresas, al mundo de las relaciones, al mundo de nuestro trabajo, y a nuestra forma de vivir nuestra vida. Tendríamos que aprender a detectar que algo en nuestra vida no va como debería ir. Que nuestra empresa no avanza como esperábamos, o que esa relación tan maravillosa al principio ya solo nos agota. O que sentimos que en nuestra vida no dejamos de repetir una y otra vez los mismos patrones y sin buen resultado.
El águila decide algo muy importante. Decide aislarse y renovarse. Decide parar. Decide cortar con su pasado. De hecho, elimina cualquier rastro de su pasado. Y decide apostar por nuevas “herramientas”. Podría seguir su vida con sus viejas plumas, y seguir intentando cazar y volar como siempre. Pero no, decide actuar y cambiarlo todo.
Definitivamente, creo que el águila es una muy buena fuente de inspiración. Aislarse, para escucharse, pero sobre todo para actuar. Aislarse si, pero para tomar decisiones e ir arrancando con nuestro pico o nuestras uñas todo lo que nos lastra del pasado y no nos deja volar: Las relaciones pasadas que nos frenan, todos los patrones que hemos seguido hasta ahora y que no han funcionado, nuestras antiguas conductas, y nuestra forma habitual aunque cómoda de hacer las cosas. Renovarse y transformarse para seguir avanzando más años, más fuertes y volando más alto. Con vuestro permiso, voy a empezar con mis plumas. Os dejo con un vídeo impactante. Lo que ve un águila cuando vuela. Realmente espectacular.
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