El trumpismo ha ganado rotundamente en Inglaterra. Que nadie se lleve a engaño, lo que ha triunfado en ese país, es la traducción inglesa de la extrema derecha liderada por Estados Unidos, y cuya resonancia es cada vez mayor en el resto del planeta.
Como es evidente, los enemigos de Europa, de su articulación política, son los que se han alzado victoriosos. Para los intereses geoestratégicos de Estados Unidos y Rusia, resulta primordial que Europa aparezca como una entidad desdibujada y dividida.
La Tercera Vía de aquellos socialdemócratas derechistas, infligió una profundísima herida a la identidad, no solo de los laboristas, sino del conjunto de la sociedad inglesa. Ese vacío moral, ha posibilitado que cargas identitarias de deriva ultracom, se hayan hecho hegemónicas, como es el caso del Brexit.
Corbyn, con más buena voluntad que acierto, no ha logrado generar un enmarcado de derechos, cuando las elecciones de ese país en realidad de lo que iban es de identidad local en un contexto de disipación global.
Es imprescindible establecer un contexto social en que el común de los mortales asuma valores fundamentales de Libertad, igualdad y sostenibilidad. De no ser así, las alternativas políticas del cambio, pronto se verán compitiendo por ocupar un espacio identitario cargado de valores sumamente retrógrados.
A partir de este momento, el gobierno inglés se verá forzado a legitimar su políticas retrógradas compartiendo parte del botín con su sociedad. ¿Qué botín? El de las andanzas del nuevo colonialismo al que Estados Unidos le ha invitado a sumarse. Hay más barbaridades en el ámbito internacional en marcha. Ya se irán viendo.
En fin, siempre nos quedará Escocía, y Portugal.