Últimamente me llegan conocidos con discursos de inseguridad y la consiguiente necesidad de represión. Desconozco si esta frustración se debe al fin del estado de alarma, a la proximidad de las elecciones o a la primavera. En todo caso, lo primero, sería acudir a la propia experiencia ¿Cuántos robos, agresiones o torturas he sufrido en el último año? Y en segundo lugar, a las estadísticas.
Nunca en la Historia se ha tenido al alcance de un solo click tanta información objetiva sobre la realidad social, sobre todo aquí en las democracias occidentales donde los gobiernos están sometidos a la transparencia. Hoy, hemos de ver si somos un país especialmente delictivo. No sé cuál es su opinión al respecto, pero me permito traerle someros datos estadísticos para que pueda argumentar cuando escuche tajantemente que España es un país inseguro; que la okupación de viviendas nadie está a salvo; o que los españoles somos violentos.
Según el INE, en 2020 se cometieron en España, 311.271 delitos, lo que hace 853 delitos al día. Si nos repartimos esta tasa delictiva saldría que cada uno de nosotros porta al año un 0’006 delictivo. Yo creo que este resultado mío es erróneo, primero porque los bebés no delinquen, y segundo porque estoy seguro de que cada uno de ustedes han cometido este año más de un 0’006 de un delito.
El delito más común ha sido contra el patrimonio y el orden socioeconómico, es decir hurtos, robos y defraudaciones (99.660), luego están los delitos contra la seguridad colectiva (seguridad vial y salud pública, con 80.054), después las lesiones (53.105). Los delitos contra la libertad superan la barrera de los 20.000 delitos anuales. Ese conjunto de delitos un tanto impersonales contra la Administración de Justicia, o el orden público, viene en el siguiente tramo de más de 10.000 al año. Y ya por encima de 5.000 anuales se dan por ejemplo, las torturas o las falsedades. En resumen, somos en esto del delito, ávidos de lo ajeno, temerarios en el tráfico rodado y de drogas, y solo en tercer lugar, llegamos a las manos. Y todo, en unos índices totales, no muy alarmantes.
Con la okupación de viviendas y los delitos contra la libertad sexual existe cierta confusión además de asiduidad en los medios de comunicación. Para aproximarse a la realidad extrajudicial, se suelen contar las denuncias, superando las primeras las 10.000 y las segundas las 30.000. Según el INE, en sentido estricto, allanamientos de morada fueron 185 condenas en 2020 (una cifra ridícula), y usurpaciones (viviendas deshabitadas) 3.157, éstas sí un poco más numerosas. Por su parte, los delitos contra la libertad y la indemnidad sexual, en 2020, sumaron 2.885 (en otros resultados del INE se añaden lesiones y amenazas de género procedentes del tipo penal genérico y dando un resultado más completo que debe ubicarse en la barrera de delitos contra la libertad).
En el contexto europeo, quizás espere usted, que resalten más nuestros vicios. Según Eurostat, los españoles cometemos tres veces menos homicidios por cien mil habitantes, que Bélgica o Suecia; la mitad que Grecia o la exquisita Francia; menos que Alemania o Reino Unido. Tampoco destacamos en agresiones sexuales, como sí hacen los países nórdicos. Incluso en los clásicos hurtos, estamos muy por debajo de la mayoría.
Ya hemos dicho en otra ocasión que las estadísticas deben ser tratadas con mucho cuidado, y este espacio es demasiado corto como para sacar más conclusiones que la de al menos, cuestionar los argumentos que sirven al populismo punitivo. La mejor izquierda debe ser también Ilustrada y activa, no ceder en sus ideales de proporcionalidad y subsidiariedad del derecho penal. No entrar al trapo de los desgastes reaccionarios. Ser firme en sus valores tradicionales de universalidad y progreso.