Angelita Gomez, con el abanico.
Angelita Gomez, con el abanico.

Tus pies se marcan cortos y trillados, 

entran en el compás de palmas sordas, 

tus fuerzas internas padecen hordas,

inician movimientos ajustados.

 

Tus manos tienen efectos alados,

palomas parecen surcando bordas,

con ritmo sigiloso de las cordas,

en soplos de cadencia recortados.

 

Tu cuerpo cimbreante, sosegado,

lo recorren tus brazos y tus manos, 

es un tiempo sutil y reposado.

 

Tu arte aflora ensimismado,

contactas sabiamente con tus planos, 

dando excelencia a tu legado.

 

 

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