Bernard, se tenía que llamar Bernard. El temporal que ha batido con especial virulencia las provincias de Cádiz, Huelva y Sevilla. ¿Por qué Bernard? No se crean que es una especie de diminutivo de Bernardo, o así, esto es cosa de franceses e incluso de más lejos, de ingleses, creo haber leído en algún sitio, que debe ser de lo poco en que coinciden, en llamar Bernard a los Bernardos en los dos países.
En definitiva, nos encontramos con que Andalucía –España, si me apuran– no manda ni en los nombres de sus propias tormentas o vendavales, quía, que parece que igual nos las envían los que se dedican a ponerles nombre (todo porque, al parecer, suelen pasan por allí antes). Un poco de dignidad, con esto de los nombres, por favor, sobre todo tratándose de desgracias. Recordemos la mítica "en mi hambre mando yo", no está claro si de un jornalero o de un torero de época, pongámonos a dar nombre a nuestros propios vendavales y similares y no dejemos que sean otros los que lo hagan.
Se empezó a dar nombre a las tormentas y huracanes en Estados Unidos, hace ya décadas. Fue un tema más de las aseguradoras que de 'los' del tiempo, por cierto. Tiene su sentido, porque en vez de reclamar los daños producidos en Kansas City el, no sé, 15 de noviembre, o en Dallas el 3 de marzo, pues se recuerda que fue el Katrina o el que tocara y ya está.
La alcaldesa Pelayo, mismamente, que ha anunciado que va a pedir la declaración de Zona Catastrófica para Jerez, no tendrá que ir a ninguna ventanilla del Gobierno a decir "mire usted, venía a hablar de los daños causados por la tormenta del domingo 22 de octubre", qué va: con decir "Bernard" es suficiente. "Bernard", una palabra clave, casi una contraseña como la que te facilitaba el acceso a los bares secretos de NYC cuando la ley seca. Ya que te hagan caso o no, eso es otra cosa...