Sobre tunos, carnavaleros y cofrades en Jerez

'Finde' de amalgama (o batiburrillo, a elegir) en Jerez con cada uno a lo suyo, un supuesto caos que se da de vez en cuando y en el que la ciudad, extrañamente, suele sentirse cómoda

Nací en Madrid, en 1965, aunque llevo exactamente media vida viviendo en Jerez. Soy licenciado en CC de la Información (Periodismo) por la Universidad Complutense. He sido jefe de la sección local del Diario de Jerez y también he trabajado en Información Jerez y el Diario Ya (época de Antena 3). He colaborado con El Mundo, Economía y Empresas, Notodo… Soy socio fundador de lavozdelsur.es. He publicado el libro ‘Sherry & Brandy 2.0’ y he redactado el guion del documental sobre el vino de Jerez ‘Sherryland’. Todo esto ha hecho que me vaya haciendo una idea aproximada de las cosas… 

Sobre tunos, carnavaleros y cofrades. Un grupo de tunas le canta a un policía local que pasaba por allí.

Al Ayuntamiento de Jerez le gusta tener las espaldas bien cubiertas, gobierne quien gobierne, en lo que a tener la ciudad llena en las fechas que corresponde. Segundo fin de semana de Carnaval –vamos, que para los antiguos, ya no era Carnaval– y hay uno de esos batiburrillos que, en realidad, tanto gustan en Jerez y a los propios jerezanos: tunos (y tunas), que no sé si se puede decir que sea gente disfrazada, tampoco uniformada, habría que dejarlo en un "vestida de"; gente disfrazada para el Carnaval, aunque no sea muy allá, por mucho Selu que venga, e incluso, cofrades, que obviamente no van disfrazados, pero tampoco me atrevería yo a decir que no hay cierto uniforme, ya que son perfectamente reconocibles cuando van o vienen de sus actos.

Jerez, ya digo, se desenvuelve bien en ese aparente caos. Le va. Ha pasado y pasa a veces. Por ejemplo, hace años en un Espárrago Rock, por fechas, hubo una amalgama de cofrades con rockeros, indies y 'normales' que iban al festival. Fue el año del diluvio, aunque aquella reunión en el circuito no gustó a muchos cofrades, que incluso, en algún caso extremo, llegaron a sonreír por el devenir de los acontecimientos (una noche del sábado atroz y un domingo radiante, todo así un poco Antiguo Testamento, la verdad).

¿Y qué decir de las motos el primer fin de semana de Feria del Caballo, cuando ese sábado no era propiamente feria? Moteros y feriantes también dan para un buen gazpacho, desde luego, monos de cuero y volantes de popelín, cascos en la cabeza y en el codo y flores en la cabeza y la mano. La verdad es que aquello era un poco underground. De todos es sabido que a los moteros no les gusta dejar las motos aparcadas lejos de donde están, pero hombre, de ahí a meterlas no ya en el Real, sino dentro de alguna caseta, y ponerte encima a quemar rueda, pues... Era para verlo. Y olerlo.

En realidad, lo suyo sería intercambiar papeles... o enseres, para ser más exactos. Ir con un mono de motero bien llamativo a ver una recogida, con el 'terno' azul a dar saltos viendo a Queen of the Stone Age o con la bandurria a la Feria (para los más tímidos). Todo es ponerse...