El pasado 1 de diciembre me entero con sobresalto y un cierto estremecimiento que un exmilitar, general de división retirado nada menos, aseguraba en un grupo de WhatsApp de cargos del Ejército retirados que para solucionar lo que él definía como un problema que tiene este país se debería fusilar a nada menos que 26 millones de sus ciudadanos.
Hago mis correspondientes cuentas y como supongo que deja al margen a menores de doce años y mayores de 90, sobre una población de 37 millones correspondería suprimir a siete de cada diez. O sea que de cada diez personas que me encuentro por la calle este ciudadano pretende cargarse a siete.
Rápidamente voy a mirarme en el espejo de mi baño y observo que mi cara de rojo empedernido me delata, por lo que tendría muchas probabilidades de ser uno de ellos. A mis 72 años he vivido episodios de todos los colores y matices, pero lo que menos sospechaba era que a estas alturas de nuestra película me viera de nuevo, y sería ya la tercera ocasión, de nuevo en el punto de mira, o como gustaba pintarme a los cachorros de ETA en mi pueblo hace apenas unos años, justo en el centro de la diana.
Resulta curioso y contradictorio que en esa afición por eliminarme hayan coincidido personajes como “Billy el niño”, “Kantauri” y ahora el señor Beca Casanova. ¿Qué tienen en común estos tres siniestros personajes? Por un lado que tienen una forma muy especial de enfrentarse con quienes, como es mi caso, discrepan de sus opiniones. Por otro que su ideología, aunque parezca muy distante, se parece bastante.
Finalmente que todos ellos desprecian algo que yo respeto profundamente, la democracia y la pluralidad, mientras que ellos son partidarios de otro sistema contrapuesto como la dictadura, sea española o vasca. O sea que ante el contraste de ideas y opiniones, apuestan por la imposición a sangre y fuego de las suyas, frente a la pluralidad de militancia política lo hacen por un partido único y por último sustituyen el debate a través de la palabra por la tortura, el tiro en la nuca, o el fusilamiento al amanecer.
En esa mirada al espejo recordé los instantes vividos en el pasado, cuando cada día esperaba que “Billy” apareciera de nuevo en mi vida, tanto estando en el calabozo de la Puerta del Sol como posteriormente. También cuando miraba los bajos de mi coche por si a “Kantauri” se le había ocurrido ordenar colocarme una bomba lapa, o las veces que por oxigenarme me escapa de mis dos escoltas, paseando con la posibilidad de ese tiro traicionero en la nuca, como por cierto estuvo a punto de ocurrirme.
Y ahora tengo que estar de nuevo atento, no vaya a ser que el señor Beca Casanova y sus amigos les dé por dar un golpe de Estado. No les tengo miedo, no se lo tuve a “Billy”, ni tampoco a “Kantauri”, ni mucho menos a Francisco Beca y sus compañeros de WhatsApp. No les tengo miedo porque mis ideas tienen una potencia superior a las suyas, porque tengo razón y razones y ellos no. Por eso no les temo.
Pero sí me habría gustado estar en una habitación con todos ellos para escuchar sus debates. Eso sí, sin armas claro. Qué argumentos emplearían para rebatirse, aunque podría darse la circunstancia de que sorprendentemente opinaran lo mismo sobre el fondo de la cuestión.
No me asusta lo ocurrido, pero sí me preocupa que en una democracia consolidada como la nuestra aún existan gentes así. Mucho más si son individuos que hasta hace muy poco tenían acceso a armas y bagajes. Por eso no deberíamos tomarnos a la ligera ese tipo de amenazas. El Ejército señor Beca Casanova está para defender a la ciudadanía, no para fusilar a quienes no opinen como usted, me gustaría haberle señalado en ese debate.
Ese simple argumento debería venir también de todos los partidos políticos, de todos, desde Podemos a Vox, pasando por PP y PSOE, porque se empieza fusilando a un sociata como yo y se acaba haciendo desaparecer a Abascal si llega a estorbar.
Gentes como “Billy”, “Kantauri” o Beca, sobran en esta sociedad, pero en mi caso, a diferencia de ellos, no lo soluciono acabando con ellos, sino desactivando dialécticamente sus propuestas, aislándoles democráticamente, haciéndoles entender que en democracia para llegar al poder hace falta ganar unas elecciones y para eso tienen un amplio espectro ideológico donde militar.
Desde luego en ningún caso acabando con su oponente ideológico con torturas, tiros en la nuca, o fusilamientos. Así no, señores Beca y cía., así no.
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