¡Qué gran problema! Algo tan básico y fundamental como predicar con el ejemplo. Vaya ejemplo, el de la (i)-responsabilidad gubernativa. Del cacique omnipotente, figura central en la España del siglo XIX, dice Romero Maura: “No es un hombre que gana elecciones con votos, sino alguien que tiene una clientela, que refleja, al tiempo que la consolida, su fuerza (…) Reparte cosas que pertenecen a la jurisdicción del Estado y las reparte a su gusto”. Javier Tusell lo redondea al referirse a los partidos: “Los partidos no eran otra cosa que agrupaciones de clientelas personales a las que la ideología les importaba muy poco”.
Si se cambia el tiempo pasado por el presente, ha quedado reflejada la situación actual. El gobierno, los gobiernos, como en la Edad Media, necesitan exprimir al más necesitado porque no pueden pedir al poderoso. Sí, les piden, pero para sí mismos. Por eso benefician a bancos, constructoras, eléctricas, telefónicas. Para ver condonadas su deudas por costosas campañas electorales; para ocupar puestos muy bien remunerados cuando dejan el Gobierno, o el Gobierno les deja a ellos, según sea el empuje popular. Acostumbradas a detentar más poder que el gobierno, acostumbradas a que los gobiernos anteriores se hayan doblegado ante eléctricas, telefónicas y grandes constructoras, ahora las primeras anuncian chantaje descarado y desvergonzado, en venganza a que el gobierno acuda en defensa de los consumidores, de las familias, contra las subidas injustificadas del precio de la electricidad, que las eléctricas obtienen a base de paralizar la obtención de energías baratas, como la eólica, cuyos aerogeneradores han sido parados, para necesitar más gas. Y a base de seguir cobrando un llamado “déficit de potencia”, absolutamente injustificable.
Especial y escandalosamente llamativos son los precios que se pagan en España por servicios básicos, como: banca, electricidad, gas, telefonía y vivienda. Precios brutalmente superiores a los aplicados en los demás países de occidente por las mismas empresas. Tan brutales como unos impuestos también superiores en proporción a los servicios recibidos, necesarios sólo para mantener el sistema de prebendas; gravar especialmente el consumo, para volcar la carga sobre las clases bajas y eximir de ellos a los más poderosos. Necesarios por tan “poderosas” razones, al faltar la base industrial que debería ser sostén económico del Estado, desinterés gubernamental, para cumplir los dictados de la UE y favorecer el negocio teutón, ahora Europa se quita el disfraz y sale en defensa de la especulación eléctrica. ¿Para eso hemos entrado en Europa? Pues a Inglaterra ya no se lo podrán hacer. Tendrán otros problemas, pero del de la electricidad se han librado. Aparte de que ni el Reino Unido ni Alemania, ni ningún país de la UE paga esa barbaridad por encender la luz en su casa, lavar la ropa y mantener el frigorífico.
Liquidada la opción industrial sólo “nos” queda la especulación, a la que los gobiernos anteriores, desde Felipe González, se han entregado con toda la fuerza no dedicada al bienestar del Estado
Liquidada la opción industrial sólo “nos” queda la especulación, a la que los gobiernos anteriores, desde Felipe González, se han entregado con toda la fuerza no dedicada al bienestar del Estado. De ahí que les resulten altamente necesarios los altos precios de la vivienda, agarradera ardiente de la avaricia y la usura, pero incapaces de mejorar el negocio bancario ni ningún otro negocio, basado sólo en cobrar más, que es lo que están haciendo las eléctricas. Y encima si no se les bendice se enfadan y amenazan con el chantaje. La ambición es más ciega que el amor y “rompe el saco”.
A las arcas de Hacienda, imposibles de rellenar con impuestos objetivos y proporcionalmente justos, se les ve el fondo. Pero los amigos son intocables, principio fundamental del caciquismo referido al principio; pues habrá que sacarlo de dónde no hay. Justamente de dónde no hay. Así, al subir el IBI adjudicando a los inmuebles un precio muy superior al real de mercado actual y más superior aún a los lógicos de costo, no sólo buscan ingresar más. Así, al bajar el impuesto a la electricidad para mantener contentos a los directivos de las especuladoras eléctricas, no se tocan sus cuantiosos beneficios. Y a pesar de todo no se les mantiene contentos. Así también se mantiene satisfechos a los amigos, con un beneficio sólo aparente porque a esos precios no se venden pisos, pero capaz de llenar la ciega ambición de la avaricia de bancos, constructoras, inmobiliarias, promotoras y, de camino, cualquier aprovechado deseoso de vivir a costa de los demás. Porque no se puede marcar unos precios para los grandes y otros para los particulares, que lo harían si no fuera tan descarado.
Ni es de recibo lo que cuesta pagar el recibo de la compañía eléctrica, oligopolio donde los oligopolios están prohibidos.
El caso es “dar” ejemplo.
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