El personaje de Antonio Recio.
El personaje de Antonio Recio.

Por “rancio” conocen sus vecinos al que, tras considerarse de inteligencia privilegiada, tilda de “negativo” a cuantos no ríen su estrafalario y ridículo comportamiento. El personaje, de una de esas cadenas de TV que inserta minutillos de serie entre los anuncios, no es “un caso raro”, por desgracia. Los autores pueden haber conocido, o no, muchos Recio en su vida; son los empresarios que, como otros muchos hijos de vecina, van tan seguros de sí mismos, tan ufanos creídos en saberlo todo, incluso maravillándose de “lo mucho que saben”. Y, como consecuencia, se niegan a abrir su mente para aprender, inconscientes de que todos tenemos que aprender, que necesitamos aprender todos los días, porque eso nos permite mejorar. Negativo ejemplo el de aquellos fabricantes de estabilizadores que cuando el aparato dejó de ser necesario, en vez de reconvertirse, en lugar de aprovechar los nuevos medios aportados por la automatización, por ejemplo, simplemente cerraron sus fábricas.

Es la hispánica negativa a diversificarse, incluso solamente a reinventarse. Como aquel que protestaba: “esta empresa la creó mi abuelo, la continuó mi padre y ahora la llevo yo; y de esto no hay nadie que sepa más que yo. El gobierno lo que tiene que hacer es ayudarme a venderlo”. Interesante exigencia, de quien debía saber mucho sobre cómo elaborar sus fabricados, pero puede suponerse la gran deficiencia en cuanto a cómo llevar una empresa y como comercializarlo algo que queda bien a las claras. Raro, rarísimo es que el gobierno se dedique a vender los productos de ninguna empresa. Queremos decir directamente. Si quería eficaz ayuda gubernamental se debía haber equivocado de sector, para eso habría que montar un banco o una eléctrica. O cualquier tinglado especulativo, pero eso sí, que sea super gigante o forme parte de un grupo super gigante.

Hay escuelas de negocio, facultades universitarias, escuelas de márketing, para aprender sistemas, métodos de producción, promoción y venta. Se da una visión conjunta del negocio y la forma de desenvolverse en él con cierta soltura. Pero la solución, si no se ha alcanzado un volumen considerable, es responsabilidad del empresario. Y debe serlo siempre. Otra cosa es que los organismos correspondientes puedan ofrecer medios —cursos de perfeccionamiento ó ayudas concretas y específicas— para ayudar a la economía sectorial ó general, pero nunca a una empresa en particular. Cuando se hace, como todavía ocurre con las absorciones de bancos y cajas por los tres grandes, se practica discriminación porque se favorece a los ya más favorecidos.

Producir o fabricar está marcado por las circunstancias, marcadas a su vez por la política económica, responsabilidad de los gobiernos aunque decidida por el condicionante de los grandes grupos económicos. Esto es lo que debería preocupar a los medianos y pequeños empresarios y a los que, aunque grandes, no están insertos en esas corporaciones gigantes. Porque ahí, dónde tantos se miran con admiración en sus pretendidos modelos, es dónde reside su verdadera competencia. El principal enemigo de la empresa es otra empresa mucho más grande. La obsesión de los grandes grupos económicos es abarcar cada vez más mercado a costa de reducir el mercado a los no gigantescos

Solamente la torpe soberbia puede hacer creer en según qué casos, la posibilidad de emular los métodos de los grandes holding, cuando se empeñan en seguirlos, en acercarse a su modelo, sin ver que esos son sus enemigos, porque cuando se supera un tamaño determinado sólo se puede seguir creciendo si se elimina competencia, y sólo se puede eliminar competencia absorbiendo o haciendo desaparecer a un buen número de empresas más pequeñas del mismo sector. Los poderosos perjudican al consumidor buscando el monopolio, y el monopolio combate al pequeño y a lo local. Ahí está el ejemplo de Abengoa, y sólo es el más reciente, la situación de pobreza y abandono de Andalucía pese a su potencialidad, una de las primeras de Europa, es la mejor muestra.

El pequeño, mediano y mediano-gran empresario es el verdadero enemigo a batir por los más poderosos. Ahora más, con la emergencia de los “monstruos” de la distribución digital. El día que lo entiendan y dejen de creer que pueden imitar los métodos de los poderosos, podrán defenderse de su depredación.

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