Basta de "chorradas", estamos en la misma parada

Sólo cinco meses han bastado para entender que Bruno García de León terminará su primer mandato como alcalde sin ser capaz de reactivar ningún gran proyecto pendiente en la ciudad de Cádiz

Nacido en Cádiz, en 1968. Inicia su trayectoria en 1990. Columnista, editorialista, redactor, colaborador, corresponsal o jefe de área en 'Guía Repsol', 'El Periódico de la Bahía de Cádiz', 'Cádiz Información', 'Marca', 'El Mundo' y 'La Voz de Cádiz'. Ha colaborado en magacines o tertulias de Canal Sur radio y tv, Cadena SER, Onda Cero y COPE. Premio Paco Navarro de la Asociación de la Prensa de Cádiz en 1997 y 2012 (a título colectivo). Premio Andalucía 2008 a la mejor labor en internet (colectivo). Ganador del I Premio de Relatos Café de Levante. Autor de la obra de autoficción 'Ya vendrán tiempos peores' (2016). Puso en marcha el proyecto de periodismo gastronómico 'Gurmé Cádiz' y mantuvo durante diez años blogs como 'El Obélix de San Félix' y 'L'Obeli'. Forma parte del equipo que realiza el podcast de divagación cinematográfica 'A mitad de sala'.

Sanz firma en el Libro de Honor mientras Bruno García le observa y Colombo mira el retrato de Felipe VI.

Este viernes, 17 de noviembre, se cumplen cinco meses desde que tomara posesión del bastón de alcalde Bruno García de León. Cifra simbólica y absurda, como todas, los cien primeros días, el primer mes, el primer año.

Sin embargo, este periodo tan corto, ni la octava parte del primer mandato, sirve para sacar una conclusión triste e inesperada: el nuevo alcalde de Cádiz, el enterrador del kichismo, no culminará ninguno de los grandes proyectos pendientes en la ciudad en su primer mandato. Probablemente, ni los vea en marcha.

Cualquier ciudadano medianamente interesado, no habrá muchos, tiene datos suficientes para saber que en 2027 no estarán en funcionamiento, probablemente ni en construcción, el nuevo hospital en el viejo solar de Construcciones Aeronáuticas, la recuperación de Valcárcel como Facultad de Ciencias de la Educación, ni la Ciudad de la Justicia, ni la reestructuración de la plaza de Sevilla más allá de un hotel (que no falten hoteles). Ni hablemos de Escuela de Náuticas, Campo de las Balas, Santa Bárbara, carretera industrial...

Sólo la unión puerto-ciudad, sin el derribo de la verja pero con una gran transformación del perfil paralelo a Canalejas, y la renovación integral de la Punta de San Felipe tienen visos de estar terminadas, al menos mediadas, cuando vuelvan a convocarse elecciones municipales, dentro de cuatro primaveras.

Los grandes objetivos urbanísticos, administrativos, sociales y sanitarios estarán como están -en el limbo teórico, en la nube digital- cuando llegue ese momento. En todos los casos, el nuevo regidor tiene muchas coartadas, un buen catálogo de excusas, bien burdas, bien sólidas.

Respectivamente. El hospital anunciado por el Gobierno autonómico Chaves ¡en 2005! como ejercicio propagandístico nunca tuvo financiación. Que no la tenga ahora no debiera sorprender. Jamás se definió el esbozo, garabato, inicial de venta del actual espacio para generar plusvalías con las que levantar un nuevo recinto junto a Puntales y Loreto que costaría hasta 700 millones de euros.

Bruno García, alcalde de Cádiz, durante la visita oficial de la consejera Rocío Blanco.  JUAN CARLOS TORO

Aquel globo sonda que declaraba "obsoleto" el actual hospital Puerta del Mar se lanzó -sí, sí hace casi 19 años ya- sin tener amarrado el menor número y así continúa. Ni un euro consignado ni un plano real dibujado. Ni con el PSOE ni con el PP. Todo aire. No se sabe si Poniente o Levante.

En la torre Bruno lo sabían cuando lanzaron la campaña "Juanma lo haría", lo sabían cuando insistieron en que el proyecto hospitalario se reactivaría inmediatamente en 2019, en 2022, en 2023. Siempre supieron que no hay nada y una vez ha dejado de ser herramienta electoral aparece la realidad.

Se hizo difícil escuchar al alcalde preguntar, en rueda de prensa, "qué participación va a tener el Gobierno central" para esconder que los presupuestos autonómicos vuelven a ignorarlo por vigésimo año consecutivo. La política sanitaria, hospitales, está transferida a las autonomías.

¿A qué viene ese giro ahora? ¿a que conviene para cubrir a su mentor y cubrirse? ¿acaso no ha tenido tiempo de averiguar, negociar y cerrar esa duda antes de prometer (como Antonio Sanz, como Mercedes Colombo) que "el hospital se va a hacer" sin más garantía que el voluntarismo y el interés partidista?

En el culebrón Valcárcel, la enésima paralización (este proyecto sí que cumple las bodas de plata en el cajón) incumbe algo menos al nuevo alcalde, al Ayuntamiento. El origen del proyecto también fue socialista, de la Diputación Provincial gobernada por Rafael Román, y tras pasar por un fallido hotel de cinco estrellas o una ocupación pacífica al calor del 15M fue rescatado del olvido por la Universidad de Cádiz gobernada por Eduardo González Mazo.

Aún pasó otro lustro en blanco, el quinto, hasta que un espejismo de alianza entre Junta, UCA, Diputación y Ayuntamiento, con fotos, convenio y firmas, ya en 2021, parecía ser el paso definitivo. El histórico edificio del siglo XVII, con protección BIC, sería sede de la Facultad de Ciencias de la Educación que ahora está en el Campus del Río San Pedro.

Han pasado, otros, dos años y ahora los dos candidatos al Rectorado, en elecciones resueltas este jueves, se descuelgan con que no ven claro el proyecto, la mudanza, que quieren ver más detalles, alternativas. Será que no han tenido tiempo desde 1999. El suspiro habrá tenido proporciones de huracán en los despachos de San Juan de Dios y la plaza de España. 

Los responsables de Junta, Diputación y Ayuntamiento que no saben cómo desatascar el plan, que no consiguen que tenga fechas, armazón presupuestario y forma concreta tienen ahora una enorme capa con la que cubrirse: "Si ni siquiera la universidad sabe qué quiere", podrían cantar a coro. Mientras, La Viña languidece sin la recuperación de su mayor y mejor inmueble, sin un elemento que le permita tener alguna función más que decorado turístico y geriátrico marinero.

En la Ciudad de la Justicia coinciden los mismos elementos que en el hospital fallido. Fueron dirigentes socialistas los que lo inventaron. En este caso, también hace 25 años (todo en Cádiz se despacha por cuartos de siglo, por cuarto y mitad) anunciaron un complejo que agruparía dependencias judiciales y juzgados. Inicialmente iba a ser en un solar abandonado (será por solares en la ciudad sin suelo) de San Severiano y luego, sin bulla, se pensó en los viejos almacenes de Tabacalera entre Loreto y la nueva avenida del soterramiento.

El consejero de Justicia, José Antonio Nieto, tuvo un ataque de sinceridad hace una semana, en su visita a Cádiz. Preguntado por su financiación, por el proyecto, por el inicio de las obras, respondió un sonoro "dejémonos ya de chorradas", antes de soltar que la Junta no tiene dinero para este plan.

Con ese directo mensaje, convirtió en pamplinas de idéntico calibre los reiterados avisos de sus compañeros de partido confirmando hasta en media docena de veces el inmediato inicio de las obras. Todo chorradas. La realidad es que no hay financiación, ni la hubo nunca, por lo tanto no hay ladrillos, ni planes, ni hormigón, ni mesas. Por no hablar de que no está ni cerrado el consenso sobre si la Audiencia Provincial debe trasladarse a la Ciudad de la Justicia.

Dejémonos de chorradas todos. Con todo. Hospital, Valcárcel y Ciudad de la Justicia, como todo lo demás, como toda la ciudad, están donde hace 20 años, en la nada, en la parálisis. Cádiz está siempre en la misma parada. Varada.

Bruno García de León llegó al cargo con el mensaje de reactivar una ciudad esclerótica y momificada. Cinco meses exactos han bastado para saber que así va a seguir durante toda esta década.

Más allá, algunas mejoras en limpieza (otro mantra obsesivo) insuficientes ante la insolidaridad de demasiados ciudadanos, algunos contendores nuevos, seis autobuses eléctricos cuando haya ocasión, peinar la arena de la playa... Eso será todo. Como todos. Hasta ahí pueden llegar desde el soterramiento.

No hay plan definido, ni dinero, ni respaldo de la Junta o Madrid, ni consenso en la Universidad, ni más que reproches de una oposición dotada para el megáfono y la nota de protesta pero que cuando fue gobierno (autonómico o local) también se mostró incapaz de avanzar un metro en ninguno de esos grandes propósitos. Lo peor que puede decirse del nuevo regidor es shakespeariano "¿tú también, Bruno mío?". 

Bruno García, durante la lectura del manifiesto contra la amnistía en la protesta en la que ejerció de anfitrión.   GERMÁN MESA

Nada les daba más rabia a Kichi y los suyos, tan sectarios como los populares pero bastante más indiscretos, tan limitados por la falta de competencias pero bastante más enfadados, que les dijeran eso de "sois como los demás, sois todos iguales".

Bruno García de León llegó al cargo gracias a varios estribillos que calaron, a varios errores que los de Adelante, aislados de todo y de todos hacía mucho, nunca vieron venir. Decían los populares y sus palmeros que sus antecesores carecían de esfuerzo, pericia y capacidad. Que habían dejado a la ciudad caer en la parálisis y la indolencia (lugares que le resultan familiares). 

La imagen del nuevo alcalde era la del hombre amable, sonriente y moderado (todas cualidades neutras que no garantizan un buen o mal desempeño, ni comprometen ética de cualquier naturaleza) capaz de darle un empujón a todo.

Cinco meses han basado para saber que el camión tampoco arrancará esta vez. Tampoco el hombre tranquilo y simpático tiene la llave. Desde Sevilla (o desde Málaga) no mandan combustible y en Madrid todo es gasolina iracunda. Lleva tanto tiempo parado el trasto que las ruedas se han hundido. Socialistas, populares y kichistas lo cargaban con su peso muerto mientras discutían qué hacer en vano.

Esta previsible decepción, el precoz descubrimiento de que este mandato municipal acabará en Cádiz sin progreso alguno, sin ningún cambio en la estructura urbanística, administrativa, sanitaria o universitaria tampoco importa mucho. Al menos a PP, PSOE y Adelante. No tendrá consecuencias electorales.

Muy probablemente, la campechanía le alcance a Bruno García para renovar mandato, incluso con más concejales que ahora. Todos los alcaldes democráticos gaditanos renovaron su primer cuatrienio con una segunda victoria electoral consecutiva y aún mayor. Sin excepción. La inercia es ley en política. 

"La alineación de astros" que iba a permitir que los grandes proyectos salieran adelante, por fin, gracias a la coincidencia del PP en Junta, Diputación y Ayuntamiento de Cádiz se queda en polvo cósmico. Muy parecido al de cualquier lentisco. Los intereses de unas instituciones y otras, los representantes de todas, se justificarán y se cubrirán de forma recíproca sin descanso mientras que nada progresa.

La competición por partirse la camisa frente a la amnistía, por demostrar quién ama más a España y su bandera, incluso el andalucismo reloaded by Juanma Moreno permitirán que los meses transcurran con ruidosa calma, con tensa rutina, sin que, al menos en Cádiz, cumplamos el precepto de Ortega y Gasset: "Españoles, a las cosas".

Esas cosas, esas gestiones cotidianas, progresivas como las gafas, esos deberes, empeños y desempeños seguirán congelados mientras se suceden las olas de calor hasta otra campaña electoral. Sólo el transporte privado, la empresa privada -hoteles y hostelería-, la sanidad de pago y la vivienda de lujo ganarán espacio en la ciudad entre 2023 y 2027. Mientras nadie mira, mientras nada parece moverse.

Lo colectivo, los claustros, los quirófanos y los juzgados, los monumentos y los solares, a esperar. Otra vez. Vamos a dejarnos de chorradas, que 20 ó 25 años de inactividad para una primera piedra no son tantos. Tenemos un tranvía y todo. Aunque sea un cuarto del anunciado, desagradecidos.

Como si hay que esperar 50. La cosa es que las cosas se hagan. Y si no lo ven nuestros hijos pues ya lo verán los nietos. Ah, no, joder, que no vamos a tener. Bueno, alguien habrá para mirar las obras. Inmigrantes, seguramente.