El fallecido Emilio López Mompell, maestro de periodistas descreídos, solía decir que cuando alguien, en público, presentaba un proyecto "por y para Cádiz y los gaditanos, para crear empleo" convenía echarse al suelo rápido y agarrarse con fuerza el bolsillo en el que tuviéramos la cartera.
Creo que me tocó oírselo a la salida de la presentación de una marca de cerveza local, su pequeña fábrica, hace 15 años. Esa firma, al poco tiempo, se transformó en una cadena de apartamentos turísticos. Tal era su amor por la cerveza y por la gente de Cádiz.
La idea me retumbaba ayer en ese gran salón de actos (descubierto así) del hotel Q currucucú. Manuel Vizcaíno y Rafael Contreras devenidos en próceres, protohombres de la sociedad gaditana toda, recalcaron una y otra vez que su intención es crear riqueza y puestos de trabajo, convertir el Cádiz Club de Fútbol en una empresa gigante que trascienda al próspero negocio deportivo para, así, repartir toneladas de bienestar mucho más allá del balón y su enorme circo.
Una y otra vez hablaron de no dejar pasar ese tren (no creo que hablaran del Hyperloop, pero conviene cambiar ya la manida metáfora) de progreso para Cádiz. Ese figurado convoy estaría lleno de oportunidades para que los gaditanos (de la Bahía, de la provincia, o del mundo porque según su homilía el planeta es cadista) se sacudan parte del paro y la pobreza que les persigue.
Siempre según su discurso, el club de sus amores de madurez y esta tierra vieja necesitan esa nueva ciudad intermedia entre Cádiz y Puerto Real para prosperar, para llegar a un nuevo escalafón de riqueza y dicha. Ahí fue cuando me tiré al suelo y me agarré el bolsillo trasero derecho el pantalón mientras gritaba "Emilio, Emilio, otra vez están aquí, Emilio". Me desalojaron, claro.
Muchos de los gaditanos (de la provincia, del orbe) a los que se dirigen Vizcaíno y Contreras agradeceríamos algo de respeto en el mensaje, briznas, gotas de honestidad en el discurso, menos omisiones. La principal es que el proyecto Sportech City es una oportunidad gigantesca, inicialmente, para ellos dos y sus socios. Si luego hay beneficios secundarios, sobrevenidos, para determinados sectores de población, de trabajadores, se verá. Pero presentarlo como un paso adelante de la humanidad gaditana parece una copla que quiere ser pasodoble de comparsa y acaba en cuplé de callejera.
"Sportech City es una oportunidad gigantesca, inicialmente, para Vizcaíno y Contreras. Es una legítima ocasión de negocio"
Ese planazo cubierto de brillantes chapas metálicas es una legítima y quizás oportuna ocasión de negocio, un multimillonario proyecto urbanístico similar a los de los años 90, parecido a los que muchos clubes de fútbol de España han puesto en marcha ya, también con la prioridad inicial del beneficio para las propiedades de esos equipos. Es posible, probable. Aparenta mucho ser todo eso. Y no sería ningún pecado, ningún delito. A qué ocultarlo, vestirlo de filantropía. Puede ser hasta un pelotazo muy legal pero una necesidad, una ocasión colectiva, no. Al menos, podremos discutirlo, debatirlo.
Puede resultar molesto ver a empresarios venir a rescatarnos con el disfraz de salvadores, ver a promotores poner como fondo de su actuación un forillo científico, universitario e industrial. Atrezzo para lo que aparenta ser un gran complejo de ocio y servicios. Un gran hotel, un centro comercial, SPA, un gran estadio para partidos y conciertos, un palacio de congresos, todas esas piezas no dejan de ser lo que aparentan por tener al lado una clínica (privada), una universidad (privada) o una decena de salas, laboratorios y hangares con un presunto uso científico y tecnológico.
"A qué ocultarlo, vestirlo de filantropía. Puede ser hasta un pelotazo muy legal pero una necesidad, una ocasión colectiva, no. Al menos, podremos debatirlo".
De las dos partes del proyecto, vemos con claridad la que una ocupa el 80% de la totalidad, por ser prudentes. Nos parece, a algunos, con dudas, que la restante, la menor, tiene toda la cara de ser una excusa, una disculpa, un maquillaje, un blanqueamiento en tiempos de dictadura de la apariencia.
Si llegamos a la conclusión de que el Cádiz Club de Fútbol, sus actuales responsables, quieren crear un gran complejo de servicios, de ocio, de alojamiento (hablaron de Coldplay como si tal cosa, como si fuera traer a la chirigota del Sheriff) queda claro que los dirigentes cadistas quieren crear empleo, puestos de trabajo, en este segmento concreto. Si crean trabajo, será de este tipo.
En ese caso, el Cádiz Club de Fútbol buscará ahora, además del lateral zurdo que falta, de los centrocampistas que escasean a la primera baja, camareras y azafatos, taquilleros, conductoras, acomodadores, personal de servicio. Una pena que estos últimos estén peor pagados, tengan menos derechos, peores condiciones, que los primeros, los peloteros.
La realidad es que el proyecto incluye un gran hotel, un centro de congresos o un estadio nuevo y mayor así que el 80% del plan, por ser prudentes, es sector servicios y ofrece equipamientos que ya existen en la Bahía de Cádiz
Los dos expertos universitarios que participaron en la presentación de Sportech City este miércoles expusieron el impacto del Cádiz en la economía de la zona. Antes de dar los números, analizaron la realidad provincial y lamentaron de que más del 70% de los trabajadores gaditanos dependa del sector servicios (hostelería, hoteles, turismo, ocio, espectáculos, comercio...) e incluso resaltaron que ese porcentaje es "dos puntos más alto que la media española", que ya es peligrosamente dependiente.
La respuesta a esa realidad, presentada en el mismo acto, por el mismo Cádiz Club de Fútbol, es ofrecer un nuevo hotel, otro estadio, más conciertos, cien eventos al año, congresos de todo tipo, que vengan más turistas. Puede ser una opción, una salida laboral para algunos de los abonados al club. Aunque parece que esa ya la tienen. Será legítimo desear que se les proponga otra, distinta a los servicios, ligada a la industria real, por ejemplo, si es posible.
Nos dicen que no hay muchas opciones más porque somos tierra de camareros, de mesa o planta, pero presentar un plan con este redundante contenido como una oportunidad especial y única para los que vivimos aquí está cerca de la burla. Será un gran negocio para los que tratan de ponerlo en pie, claro. Hay otros muchos empresarios que ya lo hacen. Si no lo hago yo, lo hará otro (lema de todo zafio) pero nada de hacerlo por nuestro bien, de salvarnos de nada, de ayudarnos y enseñarnos.
Como remate, Vizcaíno soltó en el evento una frase pretendidamente brillante para resaltar el potencial empresarial que esta tierra tiene que aprovechar: "Cádiz es como el Caribe pero sin mosquitos". Habría que recordarle al presidente cadista cuales son las condiciones de vida -riqueza media, índices educativos, sanitarios, de seguridad, de emigración- entre la población de la mayoría de los países del Caribe. Digamos que no es un modelo deseable, un espejo, para muchos de los que vivimos en Puerto Real o en Cádiz.
Al final, lo que se ofrece frente a Matagorda, al pie de los dos puentes, es un gran hotel, como si no hubiera. Y un estadio nuevo para 35.000 personas, como si no existiera otro recién reconstruido (hace diez años y con 71 millones de dinero público para un equipo en Segunda B) suficiente y capaz (también para conciertos, por cierto). Como si no se celebraran festivales a cascoporro en toda la provincia. Y un centro de congresos como si no hubiera un Palacio capaz de acoger, este mismo año, citas importantes (Congreso Internacional de la Lengua, Congreso Mundial del Vino, Festival de Series South...).
La diferencia esencial, quid pro quo, más allá de que Sportech pueda traer equipamientos muy bonitos, mayores y mejores, es que serán propios, serán del Cádiz Club de Fútbol y su directiva, de sus dueños. La gestión, los ingresos y el riesgo de la inversión, queremos creer, también. Todo es del Cádiz Club de Fútbol, sin ayuntamientos, juntas ni vainas de por medio. Sin controles ni más limitaciones que las propias y escasas del mercado.
"La diferencia esencial es que esos equipamientos muy bonitos, mayores y mejores serán propios, del Cádiz Club de Fútbol y sus dueños, sin ayuntamientos, juntas ni vainas. Sin controles ni limitaciones"
Al emperador nadie va a decirle que está desnudo, que no hace falta que se deje la vida por su pueblo, que no lo vemos claro, que nos parece un negocio muy legal y rentable en lo particular pero innecesario para la prosperidad comunitaria. Nadie va a decir nada porque habla el dinero. Un proyecto con más de 370 millones de presupuesto deja mudo a cualquiera, le dibuja a todos esa sonrisa boba de complacencia que lucían los asistentes a la presentación. Una migajas de todo eso es mucho. Habrá que aplaudir y dar la razón. Genuflexión, Mister Marshall. De hecho, el todo Cádiz (lo que quiera que sea eso) estaba en la presentación para aplaudir que el Cádiz lo quiera todo.
Resultó inquietante ver cómo los dirigentes del Cádiz, además de recibir un asombroso apoyo político (consejero de la Junta, alcaldes, patronal, obvio, rector, medios...) se dirigían a Bruno García y Antonio Sanz de forma constante, con una grosera y forzada complicidad, con nombre de pila, tuteo y bromas, para resaltar que cuentan con su respaldo. Al menos, sin ejercer el menor contrapeso, sin sacar la menor pega. Como hacen los políticos más repulsivos con algunos entrevistadores en radio y televisión.
Una básica norma literaria, cinematográfica, dice que si el texto, algún plano, destaca un elemento teóricamente menor (unas gafas, unas llaves, un número...) durante unas líneas, enfocado durante unos segundos, es porque va a tener una gran influencia en la trama, va a delatar al culpable o va a salvar a la heroína, más adelante, en el relato. Si no, para qué resaltarlo. Todo lo que aparece debe ser usado, relevante. Según esa regla esencial, si alguien construye un estadio y lo muestra será para utilizarlo en algún momento. Por más que el alcalde de Cádiz "tenga nuestra palabra" de que el equipo no se irá de La Laguna.
Ya habrá excusas. Primero hace lo que quiere y puede, luego ya lo justifica, así funciona el ser humano. Nadie puede garantizar que el Cádiz no vaya a jugar sus partidos en Puerto Real en el año 2033. Y puede que no sea ninguna tragedia ni para los que vimos jugar a Carvallo y Villalba, a Mané y a Mejías (los primeros, claro). Cero dramas. Conste. En la presentación se dejaba caer una y otra vez que "Sportech City estará a seis minutos del centro de Cádiz" por el segundo puente.
Pero que nos mientan menos a los abonados o al resto de ciudadanos de cualquier lugar de la provincia (porque esto ya es mucho más que fútbol, mucho más que ciudad, nos dicen desde el Cádiz). El alcalde, Bruno García o el que le suceda, la que le suceda, mirará mal a Vizcaíno, o a su sucesor. O un gurú empresarial dirá con un millar de anglicismos y acrónimos que marcharse es la única salvación posible para el equipo. Lo que sea. Bah, se inventa. Pero habrá un estadio listo, propio, nuevo y mayor para relevar al actual. El que tiene un arma, acaba por usarla.
"Los mayores motivos de esperanza para los que dudamos es que Antonio Sanz se haya ofrecido a mediar y Rafael Contreras esté al frente del proyecto"
Los que vemos con reservas este proyecto (las únicas ausentes Teófila Martínez y Aurora Salvador, alcaldesa de Puerto Real, puede que compartan estas dudas) sólo tenemos dos esperanzas.
La primera es que Antonio Sanz, número dos del gobierno autonómico, dice que va a desbloquear el laberinto administrativo del suelo. Porque conviene recordar que ni siquiera es seguro que el Cádiz Club de Fútbol pueda disponer de ese terreno, que también reclama la Autoridad Portuaria mediante expropiación aún por resolver.
Si tenemos en cuenta los precedentes del consejero jerezano como mediador en conflictos con dos décadas de antiguedad como el polígono industrial de Las Aletas, casi enfrente, en Puerto Real, o el uso universitario del histórico edificio de Valcárcel, en La Viña, los que dudamos de Sportech City podemos estar tranquilos. La ciudad esa del futuro la verán nuestros nietos cuando estén con los papeles de la prejubilación.
La segunda es que al frente de todo esto, junto con Manuel Vizcaíno, está Rafael Contreras, cuya trayectoria empresarial me hace confiar en el mejor de los desenlaces posibles.
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