De entrada, no hay que confundir ficción climática con negacionismo del cambio climático. Vamos a hablar de un subgénero literario de Ciencia Ficción (CliFi en inglés) cuya denominación ha adquirido fortuna tras ser introducido en 2007 por el periodista y divulgador del cambio climático Dan Bloom.
Ciertamente cada vez hay más títulos de ficción sobre el cambio climático en los estantes de las librerías. La mayoría de ellos han sido escritos por autores y autoras comprometidas en la lucha contra el cambio climático que recurren a la ficción como instrumento de sensibilización y concienciación.
Ya es evidente, excepto para negacionistas de derecha recalcitrantes: el calentamiento global, veranos que se extienden a lo largo de todo el año, la polución, la quema de combustibles fósiles, la extinción de especies, incendios cada vez más extensos e incontrolables, sequía que agrieta las llanuras y convierte las riberas en barro seco, elevación del nivel del mar, tormentas y tornados, los gases invernadero… Y tantos otros asuntos que sirven como ejes temáticos de la emergencia climática y la crisis ecológica.
Los manifiestos, los análisis y datos, los estudios, las movilizaciones, las denuncias sobre la emergencia climática, sobre la inacción de los gobiernos, o sobre la locura de un capitalismo desbocado, son imprescindibles para activar a la sociedad en una lucha en la que se dilucida el futuro, el nuestro y el del planeta.
¿Puede ser útil la proliferación de libros sobre ciencia ficción climática en esta lucha?
Es la tesis que defiende el profesor de la universidad de Copenhague Gregers Andersen que ha estudiado este boom de literatura sobre cambio climático y concluye que “El calentamiento global es mucho más que datos científicos sobre cambios en la atmósfera; también es un fenómeno cultural cuyo mensaje está siendo forjado por los libros que leemos y las películas que vemos. Y ahora hay tantos de ellos, que podemos hablar de un género completamente nuevo, la ficción climática”. Este profesor argumenta que “a diferencia de los números y las estadísticas, la ficción puede hacernos entender y sentir qué implican los cambios”.
Es lo que opina también la escritora canadiense Nina Munteanu que opina que la ficción climática puede convertirse en un poderoso factor de activismo en la lucha contra el cambio climático porque se está convirtiendo en un vehículo importante en la toma de conciencia ambiental.
La periodista Rebecca Tuhus-Dubrow insiste en la misma idea; según ella, la literatura de ficción climática “remodela los mitos para nuestra época, apropiándose de narrativas tradicionales para que estén de acuerdo con nuestro conocimiento y nuestros miedos. El cambio climático es extraordinario y sin precedentes, lo que nos obliga a repensar nuestro lugar en el mundo. Al mismo tiempo, al mirar sus causas y sus repercusiones, encontramos viejos temas. Siempre ha habido desastres; siempre ha habido pérdida; siempre ha habido cambio. Las novelas, como deben hacer todas las novelas, lidian con las particularidades de su entorno y utilizan estas particularidades para iluminar las verdades perdurables de la condición humana. … Y al final, como siempre, sobrevivimos a la tormenta o nos ahogamos”.
¿Más? El periodista científico argentino Federico Kukso nos insiste en que “muchos novelistas han relatado desastres ecológicos que, desde la empatía que genera una historia, acaso despierten mayor conciencia sobre los riesgos del calentamiento global”.
Pero, en torno a la influencia positiva de este tipo de literatura en la conciencia y sobre todo en la activación de voluntades no todo son seguridades. Por ejemplo, como resultado de un proyecto de investigación, Matthew Schneider-Mayerson, plantea que se dan varias circunstancias que contrarrestan en cierto modo la perspectiva más esperanzadora. Por una parte, que es posible que solo aquellos que ya tienen un interés previo en el tema y que ya están algo concienciados en la causa socioambiental sean los que consumen ese tipo de ficción. En ese caso, como dicen los anglosajones, las obras estarían predicando para el converso (no para el escéptico ni para el negacionista). Y, por otra parte, si el mensaje de la obra es particularmente pesimista o negativo, este investigador cree que puede generar sentimientos de impotencia y frustración, generando sentimientos de miedo y recelo, con un efecto paralizante, que en nada contribuiría a cambiar la presente situación de crisis.
Son advertencias a tener muy en cuenta. Pero el hecho de que cada vez se produzcan y popularicen más obras de ficción climática, tanto en el cine como en la literatura, creo que a priori parece esperanzador dado que puede ser una buena forma de hacer llegar a la gente el mensaje de que las consecuencias de no hacer nada pueden ser catastróficas, que es importante la responsabilidad de cada cual, pero que es imprescindible un compromiso global y local por parte de administraciones y, también, como no, ciudadanía.
Si os interesa, seguiremos en próximas entradas profundizando y divulgando la literatura de ficción climática.