Para recibir el año, el 2 de enero he dado un primer paseo recorriendo, como hice hace años, un buen tramo de la Cañada Anche. Me gusta andar por los amplios espacios que atraviesa entre las Mesas de Santa Rosa y la carretera de Morabita por donde apenas circula un rebaño de vez en cuando o algún ciclista en su bici de montaña.
La Cañada Ancha es «la cañada por excelencia», un antiguo camino (tal vez milenario... si, milenario) que une el sur con la campiña, el Guadalete con el Guadalquivir, pasando por Asta Regia. En esas andaba en mi paseo, recreando los siglos de historia de esta Vía, cuando empezaron a aparecer a los lados del camino escombros, botellas, restos de obras, vertidos de taller, neumáticos...
Desde hace años ya había por estos parajes algún saco que otro, de esos que los ciudadanos desaprensivos se desprenden cuando reforman en su casa el cuarto de baño.... Pero en estos últimos años la cosa ha ido a más hasta convertir la Cañada en un vertedero. Especialmente en el tramo de su entronque con la carretera de Morabita.
Pasear por las cañadas en torno a Jerez es llorar. Ocupadas por terratenientes y vecinos, usadas como huertos, corrales o vertederos, nadie respeta estos espacios que son de todos. Un legado de siglos que estamos perdiendo en unas décadas. Impotente ante tantos desmanes, me llevé simbólicamente unas botellas, unos plásticos...
¿Dónde están la Consejería de Medio Ambiente, la Delegación Provincial, el Área de Medio Ambiente del Ayuntamiento y sus vigilantes ambientales...?¿Dónde está el Seprona? ¿Dónde las campañas divulgativas que pongan en valor estos espacios u que conciencien a los ciudadanos de su buen uso?.
En ningún sitio. Ni están, ni se les espera. Pasear por las cañadas es llorar.