No puedo evitar escribirte estas palabras, después de oírte hablar de manera arbitraria de nosotras las mujeres. Estoy embarazada de 7 meses (32 semanas ahora mismo). Es una niña. Mi pareja y yo nos enteramos de la noticia estando de viaje al otro lado del mundo. Por aquellos momentos no toleraba ningún olor, no aguantaba el perfume de mi chico (cuando días antes me encantaba), no podía comer cosas por las que habitualmente se me hacía la boca agua, estaba de mal humor, lloraba por todo. Cuando volvimos de nuestro viaje llegó el ilusionante momento de comunicarlo a la familia. Lágrimas, muchas emociones, mucha alegría. A partir de ahí, náuseas, vómitos, dejar de comer, llorar todo el rato, depresión, cansancio eterno. La lucha de tener que trabajar todos los días siendo autónoma, sin poder delegar en nadie y sintiéndome mal por no estar dando el 200%, como hacía habitualmente. Frustración. Hundimiento.
Pensaba que era una mala persona por sentirme así, por no vivir plenamente feliz un embarazo altamente deseado, por no poder trabajar ni seguir desarrollando proyectos cuando muchas otras mujeres tienen que acudir a sus duros trabajos en el mismo estado. Yo me consideraba una afortunada: trabajo desde casa, por lo que he tenido desde el primer momento la flexibilidad que hubiera deseado cualquier otra madre en mi estado. No tenía ganas de hablar con la gente, no podía aguantar que me preguntaran por el embarazo, sentía que tenía que poner buena cara o mostrarle al mundo una felicidad que no sentía. Más frustración. Más hundimiento.
Tras dos potentes resfriados (en los que sólo podía tomar paracetamol y agua), pérdidas de peso a lo largo de estos 7 meses (actualmente sólo he “engordado” 1,5 kilos desde que empezó el embarazo), aquí estaba ayer comentando con algunos conocidos que –“ay, qué bien, no vomito desde hace ya dos semanas.-“ Pero esta mañana, han vuelto de nuevo. Desayunar y otra vez vomitar. Ardores como fuego subiendo por mi cuerpo. Y justo he escuchado tus palabras: “Creo que es bueno que las mujeres sepan lo que llevan dentro”. Y no he podido evitarlo. Creo que tienes que tener muy poco sentido del ridículo para decir esas palabras. ¿Crees de verdad que las mujeres no sabemos lo que llevamos dentro? ¿Crees que lloramos, vomitamos, reímos, amamos, nos frustramos, saltamos de felicidad o queremos tirarnos de un puente sin saber lo que llevamos dentro? Yo, personalmente creo que el que no sabe lo que llevamos dentro eres tú.
Mi niña es un proyecto muy deseado, tanto de su padre como mío. Nos amamos y decidimos tener un bebé. Sé lo que llevo dentro. Lo sé desde hace 32 semanas. Estoy llena de amor, pero también llena de dudas, de miedos, de incertidumbre. Me pregunto qué será de mi trabajo cuando termine mi baja materna, incluso qué será de él durante mi baja materna. Estoy llena de felicidad, tengo unos deseos que no puedo explicar de verle la carita a mi niña, de tener la certeza de que todo va a ir bien. Sé muy bien lo que llevo dentro. Y sé también que voy a seguir luchando por un aborto libre, por que las mujeres podamos decidir lo que hacer con nuestro cuerpo (porque sabemos lo que llevamos dentro). Sabemos lo que llevamos dentro tanto la que quiere ser madre, como es mi caso, como la que no.
Y también sabe lo que lleva dentro la que quiere ser madre pero no es el momento, porque está luchando por ascender profesionalmente, o porque se ha quedado parada o porque tanto ella como su pareja están en desempleo y no es el momento. Ellas también saben lo que llevan dentro. El problema de los hombres como tú ese ese: el paternalismo y el infantilismo con el que habláis de nuestros cuerpos, de nuestra física y química, esa que nos eleva pero también la que nos destruye. Habláis de nosotras como si fuéramos meras espectadoras de nuestras vidas, marionetas de nuestros úteros. Y por ahí no paso. No puedo aguantar escucharte, verte la cara mientras dices que es bueno que sepamos lo que llevamos dentro.
Espero que tu bebé tenga una vida preciosa, pero me gustaría decirte que el que haya nacido a los cinco meses no tiene nada que ver con el que otras mujeres que se quedan embarazadas quieran interrumpir voluntariamente sus embarazos. Vosotros queríais ser padres y lo respetamos. Pero hay muchas otras mujeres que no lo quieren ser. Y también tienes que respetarlas. Ni tú ni ningún hombre tiene el derecho a decidir por ellas su elección o no de ser madres.
Yo elegí ser madre y elegí defender y luchar por la libertad de mi cuerpo y de las demás mujeres quieran ser madres o no. La clave está en que somos libres para decidir lo que hacer con nuestros cuerpos y ni tú ni nadie va a parar esa fuerza de la naturaleza. Y si intentáis pararla, os veréis con nosotras.
Por mi niña, por su futuro, por mí, por todas las madres y por todas las mujeres que no quieren serlo. Por ellas, por nosotras. Porque sabemos lo que llevamos dentro.
Espero que te lleguen mis palabras.
Ana.