No salgo de mi asombro. En este mismo diario en el que colaboro porque considero que es serio en sus contenidos, y que huye del sensacionalismo y de cualquier aportación de tintes discriminatorios o racistas, acabo de leer ¿una noticia?, ¿un artículo de opinión…? La verdad es que no sé cómo definir esta especie de arenga islamofóbica que nos deja el coordinador local del partido de Albert Rivera: “Que haya mujeres que defiendan al Islam solo significa que están alienadas en grado superlativo”, dice Javier Álvarez.
Desconozco qué tipo de autoridad intelectual y moral adorna a Javier para defender con ese ardor los argumentos que niegan a las mujeres musulmanas la capacidad de pensamiento por el hecho de lucir sobre sus cabezas el hiyab. Claro que cuando sigo el hilo de la noticia, advierto que hay un referente intelectual más reconocido y legitimado que nuestro coordinador del partido Ciudadanos: Pérez Reverte. El discurso del escritor lo conocemos sobradamente. En la red podemos seguir la cantidad de tropiezos que ha tenido con los grupos de mujeres feministas, o no tan feministas, que luchan por erradicar actitudes y conductas que se suponen “progres” porque presumen de defender “nuestra civilización” que, claro está, no es comparable con esa otra tan machista que representa el Islam.
No tenemos más que leer esta explicación que nos da el autor sobre su refinada educación:
(…) Aprendí, a temprana edad, cosas como que a las mujeres se las precede cuando bajan por una escalera y se les va detrás cuando la suben, por si les tropiezan los tacones, que cuando es posible se les abre la puerta de los automóviles, que uno se levanta del asiento cuando ellas llegan o se marchan, que se camina a su lado por el lado exterior de las aceras —"que no digan que la llevas fuera", bromeaba mi padre con una sonrisa— y cosas así”.
Que alguien me diga si estas normas de educación no son paternalistas y observen que ni siquiera digo “machistas” porque ya me estoy hartando de escuchar este adjetivo de la boca de determinados individuos, empeñados ellos en salvar a las pobres mujeres, incapaces ellas de pensar por sí mismas.
No me considero demagoga, ni corta de luces, como dice este reputado escritor que somos las personas que estamos en desacuerdo con sus posiciones respecto al Islam. A mí sí me resulta intolerable, adjetivo que usa en demasía, eso que él afirma tan rotundamente: “Resulta intolerable una maestra cubierta con un pañuelo”. Pero vamos a ver, ¿a dónde vamos a parar? ¿Acaso presuponen estos “liberadores” de la mujer que las maestras musulmanas son incapacitadas mentales? ¿Se imaginan que se dedicarán en su clase, cualquiera que sea el nivel educativo, a hacer proselitismo de su religión? ¿Quizás están pensando en la cantidad de monjas y sacerdotes, ellas cubiertas y ellos vestidos con sotana, que han educado a la mayor parte de las generaciones que ahora tenemos entre 50 y 60 años? Incluso aceptando que la enseñanza durante esa época oscura nuestra no fuera la mejor, ¿nos ha convertido a todos en católicos apostólicos y romanos fundamentalistas?
Claro que la imagen de los maestros y maestras tiene incidencia sobre el alumnado, y por eso es conveniente que sean personas aseadas y cuidadosas con su atuendo, pero es un prejuicio falto de rigor y de conocimiento real de esta comunidad, pensar que una joven maestra que lleva pañuelo es una mujer alienada y exaltada que va a convertir a nuestros civilizados niños en islamistas radicales, o mucho más grave, que bajo sus enseñanzas perecerá esta maravillosa civilización de la libertad, la igualdad y la fraternidad.
Así respondía a Pérez Reverte una de esas maestras a las que él considera mujeres sin capacidad para distinguir entre sus creencias y la responsabilidad que tiene en un aula: “La ética se da en clase de ética y la religión en la de religión, donde la única opción es la católica, por cierto. Si en mi clase se plantea un debate de valores, los que expresaré serán los del Islam: paz, amor y tolerancia hacia los demás". ¡Toma ahí! ¿Alguien estaría en contra de esos valores? Por cierto, valores presentes en todas las tradiciones espirituales conocidas.
La verdad es que me he entretenido en leer el artículo que ha originado las palabras de Álvarez, y veo que, no satisfecho con el tema de las maestras, Pérez Reverte llama disparate intolerable a que una empleada de una compañía aérea pueda llevar la cabeza cubierta. Lo confieso, es algo que mis entendederas no captan. Debe der ser que no llego a la profundidad y civilizado pensamiento de nuestro laureado miembro de la Real Academia de la Lengua.
Lo dicho, Javier Álvarez: te aconsejo que antes de hablar de alienación de los otros, eches un vistazo a tu alrededor. Verás que todos, unos más que otros, hemos sido abducidos por las sacrosantas y perversas ideas con las que el nuevo presidente de los EE UU está justificando tanta ignominia hacia todo lo diferente.
Carta al director de Teresa Fuentes.