Los disturbios que ha provocado el encarcelamiento del rapero Pablo Hasél deben hacernos reflexionar y profundizar más allá de la superficie de lo acontecido. Recuerdan a los peores instantes vividos en Euskadi en los años de plomo y fuego, en los que se comentaba que necesitábamos menos policías y más psiquiatras.
¿Se pueden atajar estos incidentes, especialmente en Catalunya, con más policías en la calle, o necesitamos más psiquiatras y sociólogos que nos ayuden a entender y buscar soluciones? Este hecho ha abierto varios debates, incluso en el seno del propio Gobierno de izquierdas.
¿La libertad de expresión debe o no tener límites? ¿Esos límites cuando se traspasan deben tener como consecuencia la cárcel? ¿Las expresiones de violencia extrema deben ser condenadas por todos los demócratas, sean de izquierdas o de derechas? ¿Qué está pasando en el seno de la sociedad para que miles de jóvenes se echen a la calle en protesta por el encarcelamiento de un rapero?
La respuesta a estas preguntas da para todo un tratado de psicología, sociología y ciencia política y económica, que no caben en esta breve reflexión. La libertad de expresión sí tiene límites y especialmente los marcan cuando se invade la libertad de los demás, pero en ningún caso y aquí está el nudo gordiano, deben suponer la privación de libertad.
Esa infracción debe ser castigada con multa, indemnización para el o los afectados, e incluso en los casos más graves con trabajos para la comunidad. Por eso el Gobierno, tarde como estamos viendo, se había planteado una revisión de la famosa Ley Mordaza heredada de los tiempos de Rajoy.
Hasta ahí opino que casi todos estamos de acuerdo. Donde surgen las divergencias es en los planteamientos ante la escalada de violencia vivida en las calles de varias ciudades y más concreto de Barcelona y Madrid. Una violencia inadmisible, inaceptable, que debería ser condenada sin remilgos por todas las fuerzas políticas democráticas.
La izquierda en democracia no puede, no debe, tolerar ese tipo de comportamientos sin una respuesta de condena contundente, porque de lo contrario nos convertimos en cómplices de quienes la practican. Aquí no valen posiciones tacticistas y temerosas, porque esas gentes que destrozan y saquean comercios y entidades bancarias, se podrán disfrazar de anti sistemas, anarquistas, extrema izquierda o independentistas radicales, pero su comportamiento les señala claramente como fascistas y reaccionarios, ante los que no cabe posiciones ambiguas.
Además, con su violento comportamiento le hacen un flaco favor a la causa que dicen defender. Hasél tenía muchos más apoyos sociales antes que después de esos altercados vandálicos, y sólo logran que la parte de la sociedad sensata, la mayoría, que antes le apoyaba ahora ya no lo haga.
Son gentes a quienes les importa un carajo Hasel, la libertad de expresión, o la situación de crisis económica, quizás ni sepan quién es y crean que sea el nuevo jugador del Barcelona o del Real Madrid. Sólo buscan una excusa, antes fue un campeonato del Barsa, lo ocurrido el 1 de Octubre, o cualquier otra, para darse de guantazos con la policía y aprovecharse para quemar contenedores, o robar prendas de Nike y patinetes eléctricos.
Pero quizás ese grupúsculo sea solo una parte y otra venga de sectores de una juventud enfadada con todo, que no ve salida para el negro túnel en el que estamos metidos. Haríamos mal en ignorar esta hipótesis y no buscar soluciones para ese problema. Conseguir alternativas para garantizar ejercer con equilibrio la libertad de expresión sí, pero condenar la violencia gratuita y perseguir a los delincuentes que aprovechan esta ocasión para ejercerla, también.
Igualmente prestar atención al grito que ese otro sector nos está enviando, buscando soluciones justas. Estos días de violencia pasarán, pero sus imágenes quedarán un tiempo en la memoria colectiva. Es trabajo de todos, clase política, movimientos sociales, empresarios y sindicatos, e incluso familias, buscar esas soluciones que den respuesta a la parte de esa juventud que aún se puede recuperar.
Por cierto, falta analizar otro de los problemas surgidos a raíz de la actuación policial durante los disturbios. Como se dice coloquialmente que cada palo sujete su vela, porque conviene recordar que quienes dirigen a los Mossos d'Escuadra son el president de la Generalitat, miembro de ERC, el consejero de interior, de JXCat y en última instancia un héroe nacional catalán, el mayor Trapero.
Urge por tanto revisar los protocolos de actuación, previo apoyo a las diferentes policías que en demasiados casos se han visto desbordadas en la calle y desamparadas en las instituciones. Asumiendo cada cual su propia responsabilidad, sin olvidar que la mayor vino de los canallas que ejercían esa violencia.
Después, cuando amaine la tormenta, haríamos bien en revisar y analizar todo ello para que los errores cometidos no vuelvan a suceder y al mismo tiempo contestar a la pregunta inicial: ¿esta sociedad líquida actual necesita más policías en las calles que controlen estas reacciones brutales, o quizás más psiquiatras? Veremos…
P.D. Un mensaje final: así no, chavales, ¡así no!
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