Acaba de publicarse el informe sobre homicidios en España del periodo 2010 a 2012 por la Secretaría de Estado de Seguridad del Ministerio del Interior.
La primera conclusión que se saca del estudio es que la mayoría de las víctimas de esos actos criminales eran hombres: más del 69%. En concreto un 61,72% fue producido por la autoría de otros hombres, más un 7,59% ocasionado por mujeres. Mientras que las féminas sufrieron menos de un tercio del total de estas agresiones, de las cuales un 2,99% fueron entre ellas mismas. Estos datos chocan con la percepción generalizada e infundada de que la mayoría de las personas asesinadas son mujeres, creencia que se ha alimentado por la constante atención de los medios de comunicación a la muerte de mujeres, provocado por un activismo cívico bien organizado que ha sabido movilizarse ante este tremendo dolor y tragedia.
Sin embargo, en una sociedad sana en la que se protege a todos sus individuos, habría que intentar reducir los asesinatos en general, por lo que sería una prioridad hacer estudios de género para evitar los fallecimientos de tantos hombres y crear leyes que protejan al varón del propio hombre. Desgraciadamente, el miedo es libre y las mujeres sienten más temor a salir a la calle que los hombres, cuando, por el contrario, estos son los más afectados por la violencia y, por eso, son ellas, precisamente, las que se movilizan cuando les perjudican directamente. El hombre es incapaz de luchar, hasta ahora, por sus propios derechos, debido a sus complejos y a una sociedad que lo estigmatiza y que le asigna el erróneo rol de valiente e invulnerable. Si cada vez que un hombre mata a otro hombre se activara toda la sociedad, la vergüenza por practicar la violencia sería de tal calibre que podría disminuir drásticamente y convertir el drama de los asesinatos en un problema residual.
La segunda conclusión, conforme al informe, es que la criminalidad de las mujeres en el ámbito familiar representa un 32,6%, mientras que la criminalidad del varón en el mismo ámbito supone un exiguo 11,56%, un tercio más baja proporcionalmente. Lo que se desprende de esta estadística es que el comportamiento de la mujer en sus relaciones familiares es bastante más violento, respecto al hombre, en concordancia con sus relaciones sociales generales. Es decir que, mientras el varón modera su violencia en el ámbito doméstico con respecto a su comportamiento general, la mujer la incrementa. El amor es el polo opuesto del odio, cuando desaparece en una pareja el amor aflora el odio y de ahí a la violencia solo hay un paso, por lo que la mujer, mucho más emotiva, también es tentada por esa energía negativa.
Si nos centramos exclusivamente en las víctimas entre parejas, cónyuges o exparejas, descartando el resto de familiares, el total de damnificados, según el informe, fueron 140 personas. De las uniones heterosexuales, 117 eran mujeres ejecutadas por hombres y 17 hombres exterminados por mujeres. De las uniones homosexuales, 5 hombres fueron liquidados por otros hombres y una mujer fue asesinada por otra mujer.
La tercera conclusión es que los casos de homicidios, desde el punto de vista estadístico, mantienen una sucesiva tendencia decreciente en los últimos años. En el año 2003 llegaron a sumar 587 y actualmente rondan los 300. Eso representa, conforme a Eurostat (La Oficina Estadística Europea), una tasa criminal española del 0,7 sobre 100.000 habitantes, que es una de las más bajas de Europa y que se aproxima a Islandia, la más baja( 0,5) . Nuestros países vecinos tienen porcentajes superiores, así Portugal registra el 1% y Francia el 1,3. Incluso un país tan prestigioso por su policía como el Reino Unido ostenta una tasa del 1,1. Todo ello muy alejado de las ratios europeas de Lituania que son del 5,6. Por lo que, a pesar de que determinados asesinatos causen alarma, España, en relación con la mayoría de países, tiene muchos menos problemas de criminalidad que el resto.
Además, ese dato denota un cambio de comportamiento positivo en la sociedad española por la disminución paulatina de la violencia a índices muy reducidos. No obstante, lo ideal sería que no hubiese ningún homicidio, aunque la meta es prácticamente imposible. Una sociedad moderna que avanza es una sociedad sin violencia. Todos y todas podemos contribuir a acercar ese objetivo utópico de violencia cero, pero no hay que olvidarse de nadie porque todos debemos disfrutar de los mismos derechos y el dolor ante estos crímenes debería ser igual para todos. ¿Acaso, algunos asesinatos duelen más?