Salvador Illa, en la campaña. FOTO: PSC
Salvador Illa, en la campaña. FOTO: PSC

El 14-F nos ha traído más de lo mismo, en especial en lo referido a la confrontación independentismo-constitucionalismo, con alguna novedad importante. El ganador ha vuelto a ser un partido constitucionalista, en lugar de Cs en 2017, PSC ahora. Ese cambio se ha producido gracias a la audaz jugada maestra de Sánchez-Redondo, que ha conseguido un importante ascenso a través del mal llamado “efecto Illa, ya que las medallas se las deben llevar ese dueto. 

Una debacle de PP y especialmente Cs, más la entrada con  fuerza de Vox. Que irrumpa de esa manera en el Parlament (ya lo hizo hace meses en el Parlamento Vasco), con 11 parlamentarios y nada menos que 217.000 votos, debe ocupar y preocupar a todos los demócratas.

El resto más o menos lo previsto, incluida una histórica baja participación que los sociólogos deberán analizar si ha sido debida a la pandemia, a una ciudadanía harta de sus políticos, o a la suma de ambas circunstancias.

Existen cuatro circunstancias que se mantienen desde los comicios de 2017.

1.- Vuelve a ganar las elecciones un partido no independentista. 

2.- Nuevamente el soberanismo vence al constitucionalismo, incluso con más holgura pasando de 70-65 a 74-61 (quitando a VOX, 50).

Por cierto, beneficiados por un sistema electoral injusto que produce un efecto perverso. Con un sistema proporcional provincial puro el independentismo habría sacado 70 escaños y con circunscripción única 69.

3.- Escuchando las intervenciones de la noche electoral, si se opta de nuevo por un gobierno ERC-JXCat necesitan otra vez el molesto apoyo de una CUP crecida, con un discurso aún más beligerante.

4.- Con la dialéctica izquierda-derecha, la primera vuelve a ganar esta vez por goleada; de un 74-61 se pasa a un contundente 83-52.

Pero sí aparece en esta ocasión un elemento diferenciador de gran importancia, además de la alta abstención que ha beneficiado claramente a un independentismo movilizado y la comentada irrupción de Vox; que en esta ocasión han superado por primera vez el 50 % de los votos.

Es curioso como hace apenas unos años, desde Euskadi y Navarra mirábamos con envidia la situación de Catalunya, echando de menos su capacidad de diálogo, entendimiento y acuerdo. Eran los tiempos de plomo y fuego aquí y de tripartitos transversales allí.

En aquel instante todos los indicadores fundamentales, tasa de empleo, PIB, situación de la salud y la educación, les beneficiaban y así lideraban los del estado. 

Ahora es todo lo contrario, por eso sería muy positivo para Catalunya y también para España, que miraran hacia aquí para aprender de nuestras ejemplares experiencias transversales y las aplicaran allí a lo hora de gestionar estos resultados.

De las tres hipótesis posibles antes de estas elecciones, un gobierno independentista de nuevo, uno constitucionalista, o uno transversal, dos caen, la segunda por números y la última parece que por intenciones. 

Todo apunta a que se impondrá la primera posibilidad, pero con dificultades extraordinarias, por el comentado necesario apoyo de las CUP y el hecho de que como ha quedado demostrado ERC y JXCAT no se soportan. 

Pere Aragonés se perfila así como President de Catalunya, pero le va a resultar muy difícil gobernar con una ERC  recelosa de JXCat, más ese elemento distorsionador de las CUP fortalecida, a lo que debe añadir casi la mitad del electorado en la otra orilla de ese río de nuevo con aguas turbulentas. 

Todo lo comentado nos puede llevar a una situación absolutamente diabólica de cuatro años más de bloqueo, que Catalunya no se puede permitir.

Esa opción es perjudicial para Catalunya y también para España, más aún con el foco internacional fijado sobre nosotros, la economía pendiente de un hilo, más la pandemia dando aún golpes contundentes. 

¿Qué podemos, o mejor debemos, hacer a partir de ahora?

La alternativa sería mucha mano izquierda. El independentismo debe entender, que a pesar de tener ahora la soñada mayoría absoluta en votos, la vía de la DUI ha quedado definitivamente bloqueada, como ya reconocían durante la campaña desde ERC a los sectores sensatos de PDeCAT. 

ERC debería ser valiente, caminando hacia una acumulación de fuerzas transversales de izquierdas con socialistas y comunes, para en un plazo razonable de tiempo conseguir pactar un referéndum con un gobierno del estado que lideran ambos. 

Si tienen agallas y no les tiemblan las piernas ante Puigdemont como hasta ahora, sería una jugada maestra que desactivaría definitivamente a JXCat, un partido hecho de remiendos construido exclusivamente para estar el poder, fuera de él se desintegraría con rapidez dejando a ERC como fuerza hegemónica, especialmente si la experiencia es un éxito.

Creando desde el Estado un caldo de cultivo, con una posición conjunta de PSOE y Podemos, para aportar soluciones a corto y largo plazo. ¿Están dispuestos Sánchez e Iglesias, con sensatez y responsabilidad, a buscar soluciones para las viejas tensiones centro-periferia heredadas de la Transición? 

Un tiempo de tregua que tranquilice al sector empresarial y financiero y, permita curar las heridas sociales. Existe ahora ese margen de más de dos años y medio hasta las próximas elecciones que se podría aprovechar.

Ojalá la valentía que a veces demuestran Pedro Sánchez, Pablo Iglesias y Oriol Junquera, les lleve a tomar decisiones trascendentes que rompan la perversa dinámica actual.

Es cierto que las declaraciones del último no apuntan en esa dirección, pero en una política líquida como la actual quizás dentro de unas semanas cambie de opinión.

Para eso en ambas partes, ERC y PSOE-Podemos, hace falta mucha generosidad e imaginación que consiga encontrar nuevas soluciones para viejos problemas.

Una conjura de fuerzas que mueva ficha, en especial destensando la presión penitenciaria con los indultos definitivos, un acuerdo en el tema fiscal, a medio plazo buscar encaje legal para el derecho a decidir y a largo abrir el camino hacia un Estado Federal Plurinacional. Una nueva España como Nación de Naciones, una casa común en la que todos nos encontremos cómodos. 

Para lograrlo necesitamos estadistas valientes. ¿Existen?

Pero eso ya, es otra historia.

Veremos...

 

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