El trigo verdea y a la campiña de Jerez quieren llevarla a cazar gambusinos. En esta ocasión, a la fiera imaginaria le han dado por nombre “Plan de Desarrollo Rural Integrado”.
La comarca es tierra fértil como campo de estudio, pues ya ha cosechado un volumen ingente de estrategias locales, análisis comarcales, líneas de acción, estudios... Así lo demuestran dossieres como la Nueva Estrategia Rural Andalucía (NERA) 2007-2013 cuyas líneas estratégicas bien se podrían reciclar para el siguiente marco europeo -si es que llega algún día-, aquel Plan Viñedo que nos quería iluminar bajo el sol de la Toscana, o entes hueros como el Consejo Territorial del Distrito Rural.
A estas alturas, la campiña tiene ardentías cada vez que la someten a un DAFO. Por suerte, por necesidad u obligación, conoce bien el funcionamiento de estas iniciativas: radiografían su situación al milímetro y exponen las conclusiones en un bonito formato -libreto, pendrive o código QR-, que luego no llegan a tomar forma por falta de presupuesto. Aunque necesarios, estos diagnósticos pocas veces repercuten en acciones concretas que promuevan un desarrollo integral, vertebrando el territorio, y en consonancia al de la urbe.
Ante este crudo bagaje de hacer hoy un DAFO aseguraría que la Fortaleza de la campiña está en sí misma, en su paisaje y sobre todo en su gente, cuya participación e implicación personal para el progreso de la zona es incuestionable. Probablemente la Debilidad resida en el desaliento, el hastío y la desesperanza de invertir su válido tiempo en mil y una mesas, encuentros o comisiones que suelen acabar en papel mojado.
Las Amenazas son siempre las mismas, que la coletilla “rural” sea utilizada por instituciones u organismos con el único fin de cosechar titulares de prensa, en la que un adalid arrogante intente convencernos de que ha inventado el fuego. Pese a ello, y como la esperanza es lo último que se pierde, quiero creer que la Oportunidad actual está en el nuevo contexto sociopolítico con nuevos agentes públicos en los que no nos queda más remedio que confiar, aunque no por ello dejar de bajar la guardia.
Sólo arriesgándonos a que tomen el nombre de la Campiña en vano conseguiremos logros, aunque al final nos acaben dando gato por liebre. O incluso gambusinos.