Rodado como falso documental, Ciudadano Bob Roberts (Tim Robbins, 1992), nos presenta la campaña electoral de un joven aspirante a senador mostrando los intereses que se esconden tras la figura de un encantador senador que mezcla un discurso racista y populista, aderezado con canciones folk que sirven como vehículo ideológico para mostrar las proclamas más reaccionarias de la ultraderecha republicana americana. Siempre con una sonrisa pública, y erigiéndose como una némesis dylaniana que rehuye el progresismo demócrata de reminiscencias sesenteras, exhibe sus radicales ideas de forma desacomplejada y con orgullo, dotando de una capa de inexistente modernidad a una ideología rancia y retrograda.
La elección de Pablo Casado como presidente del PP el pasado fin de semana apunta esa dirección. Fruto de la crisis abierta como consecuencia de la triunfante moción de censura contra Rajoy, el partido conservador ha intentado modernizar su imagen apostando, por un lado, por una imagen joven como elemento visible de regeneración y, por otro, por reivindicar su tradición más ultra sin ningún tipo de tapujos.
Con Casado el PP se inclina fuertemente hacia la derecha más extrema, en la que el nuevo presidente se siente más cómodo
Ante el empuje de la figura de Rivera, el PP necesitaba contraprogramar con un cambio generacional que fuera encabezado por un liderazgo joven y moderno, alejado de la estampa de triste funcionario de provincias de Rajoy. Con la designación de Casado, el partido asume la regeneración como la puesta en valor de la juventud por el mero hecho ser joven y no precisamente por el carácter regenerador de sus ideas y planteamientos. En realidad, lo que caracteriza a Casado es su habilidad comunicativa para desarrollar una dialéctica, tan vacía como efectiva, que sólo encuentra cierta solidez cuando asume los postulados más extremos de la derecha española. Eso sí, todo como si fuera un mitin continuo que es aderezado con una gran sonrisa y unas moderadas formas mientras lanza speeches contradictorios y demagógicos, sin pestañear, entrenados durante horas y horas de platós televisivos.
Con Casado el PP se inclina fuertemente hacia la derecha más extrema, en la que el nuevo presidente se siente más cómodo, y trataran de centrar la agenda política en aspectos que la gran mayoría social tiene superados como el no a la eutanasia, la oposición a la ley del aborto actual y posturas provida, la familia (no familias, sino familia tradicional), la libertad en educación, la derogación de la ley de memoria histórica o su reconquista de Cataluña y lucha contra el independentismo (habló incluso de prohibir este tipo de partidos).
Desde un punto de vista meramente electoral, aunque posteriormente intente moderar en cierta medida sus posiciones, el PP inicia desde hoy una pelea por el espectro ideológico de la derecha de Ciudadanos e incluso de VOX. Lo que deja el centro electoral libre al PSOE. Sin duda, Rivera estará algo más preocupado porque le ha aparecido un competidor con sus mismas formas y que adolece de sus mismas carencias de vendedor de seguros, preferente o hielo a esquimales y discurso presuntuoso de citas de autores que desconoce. Va a ser divertido. Igualmente, en el PSOE se frotan las manos. Con el PP disputando la derecha con C's y arrinconado Unidos Podemos a su izquierda, tiene todo el centro para construir una sólida y duradera base electoral si no comete muchos errores.
Sin duda, Rivera estará algo más preocupado porque le ha aparecido un competidor con sus mismas formas y que adolece de sus mismas carencias de vendedor de seguros
Pedro es un tipo afortunado. Los resultados de las próximas citas electorales que llegan, comenzando por las posibles elecciones andaluzas el próximo otoño, marcarán el devenir electoral de un escenario que da muestras estabilidad multipartidista al mismo tiempo que parece impredecible lo que pueda pasar si quiera a medio plazo. No obstante, la sensación de transitoriedad de Casado (estos procesos son complejos y se suele acertar a la primera- Ya se sabe lo q les pasó con Hdez. Mancha o al PSOE, dos veces, con Almunia-Borrel y luego con el primer Sánchez) y de fractura interna (57% de apoyos frente al 42% de Soraya Saénz de Santamaría), agazapada en estos momentos, y la necesidad de refundación real del partido no se han alejado con su victoria.
En esta decisión de optar por la derecha sin complejos del último congreso popular ha jugado un papel principal dos factores. Uno de carácter propio: por mucho que se empeñen en demostrar que quiere ser un partido de centro (o centro reformista, como dicen) el partido popular es un partido de derechas. Y de derechas derechas, de toda la vida de dios. Recuerdo cuando Alfonso Guerra dijo sobre el PP “llevan quince años viajando al centro, ¿de dónde vendrían estos tíos?”. Pues eso. Optar por una opción como la de Casado, antigua, retrograda y rancia -que recuerda al aznarismo más autoritario-, viene a decirnos que el PP va a ser un partido de derechas y no lo sabían hasta ahora. Igual esto supone un descubrimiento para algún crédulo. Y otro de carácter externo, no propio pero que afecta a todos los partidos, y que Guillem Martínez denomina selección negativa de perfiles de liderazgo en la que triunfan los discursos más radicalizados y polarizados, contra los de arriba, en la que el hooliganismo es un valor y en la que las campañas en positivo y el aire tecnocrático o de aparato de partido son sinónimos de derrota.
A estos dos aspectos se debería añadir la ola internacional de auge político hacia la ultraderecha y en dirección a un nuevo fascismo
A estos dos aspectos se debería añadir la ola internacional de auge político hacia la ultraderecha y en dirección a un nuevo fascismo, esta vez sin camisas negras y embutido en modernos y estilosos trajes, que saca pecho de manera desacomplejada, orgulloso y triunfante. En la época en la que los Salvini, Le Penn y compañía se consolidan electoralmente en Europa, la elección de Casado parece abrir un camino en esa dirección. Es la apuesta por el outsider, por la juventud, por la cara y maneras supuestamente amables y el discurso radical, casi contracultural en la disputa hegemónica actual. Justo las características con las que Robbins describía hace más de 25 años a su candidato Bob Roberts.