Mucho se ha escrito sobre el conflicto en el seno del proyecto Adelante Andalucía. Este texto no se trata de un análisis de lo sucedido ni una especie de ajuste de cuentas, si no más bien una exposición de algunas ideas mirando hacia el futuro.
La creación de Adelante Andalucía en 2018 partió de una intuición: ante el agotamiento del ciclo nacido con Podemos, era posible y necesario una alianza entre espacios que veníamos de diferentes trayectorias. Adelante fue producto del encuentro entre el andalucismo confederalista, algunos supervivientes del nacionalismo andaluz y la izquierda tradicional, verbalmente federal.
Pero no se trataba de una alianza en el vacío. Desde el principio fue una alianza que se daba en torno a un análisis compartido de que el ciclo de movilización iniciado en 2014 estaba llegando a su fin sin conseguir sus objetivos y que por tanto se requería una superación cultural y organizativa de lo sucedido en ese ciclo, para asumir nuevas tareas y sobre todo evitar la definitiva integración de lo que en su día llamamos “bloque del cambio” en las políticas del régimen del 78, como finalmente sucedió.
El acuerdo tenía tres ejes estratégicos que fueron guía en todo momento del proceso. En primer lugar, la necesidad de un posicionamiento claro de alternativa a las fuerzas políticas del régimen, lo cual pasa por no participar en gobiernos liderados por el PSOE en ningún nivel de la administración y por cierta clarificación programática. En segundo lugar, el convencimiento compartido (o eso se decía) de que para superar el papel de periferia y subalternidad de Andalucía, necesitamos una mirada propia, unas “gafas verdiblancas” y por tanto unas herramientas políticas propias. Y en tercer lugar, que para poder desarrollar los dos primeros ejes, necesitábamos un proceso político propio, no la sede sureña de Unidas Podemos, que superara las organizaciones que lo conformábamos y generar espacios de participación propios de manera abierta.
Lo sé. No lo hemos conseguido. Y en el camino todos hemos cometido errores. Aunque posiblemente, no los mismos tipos de errores. Por nuestra parte, y lo asumo en primera persona, hemos tenido errores de gestión de ese espacio muy importantes. Y posiblemente no hemos puesto los mecanismos reales para hacer del espacio algo que fuera mucho más allá de un acuerdo entre direcciones, no hemos sabido incorporar a más personas y sectores y superar así las claves culturales del ciclo Podemos, muy basadas en lo electoral, lo institucional y las decisiones meramente cupulares.
Los errores de la otra pata del proyecto, Izquierda Unida y el mismo Podemos que se opuso a Adelante desde el momento de su creación con todos los medios posibles, no son de gestión. O no sólo, mejor dicho
Las razones son muchas, y no quiero con ello justificar sino explicar. Posiblemente la falta de confianzas sobre que el acuerdo sobre los ejes programáticos y estratégicos que conformaban el proyecto fuera sincero hacía que no se dieran saltos reales en una apertura a la participación y la democracia interna. Desgraciadamente nuestros temores se han cumplido, pero posiblemente no hacer de Adelante un proceso participativo y asampleario abierto más allá de las organizaciones iniciales es lo que ha facilitado el giro de Podemos e IU posterior.
Los errores de la otra pata del proyecto, Izquierda Unida y el mismo Podemos que se opuso a Adelante desde el momento de su creación con todos los medios posibles, no son de gestión. O no sólo, mejor dicho. En su caso lo que ha habido es un cambio radical en su línea política. Se ha dejado de creer en la hipótesis que dio germen a Adelante Andalucía para pasar a poner absolutamente todo el capital de ambas organizaciones en la cesa de los gobiernos de coalición con el PSOE.
Y para que IU y Podemos pudieran recorrer ese camino era imprescindibles deshacerse de los tres ejes estratégicos de los que hablábamos: alternativa al bipartidismo, emancipación andaluza y combinar la presencia de las organizaciones políticas con una estructuración asamblearia.
Los tres elementos eran incompatibles con la estrategia de cogobiernos con el PSOE a la que se han adscrito fielmente las direcciones de IU-PCE y Podemos, pues los tres elementos ponen en solfa la propia estructura cultural y política del régimen.
El resto de la historia está escrito. Once diputados somos expulsados del Grupo Parlamentario, con una acusación de transfuguismo que en las distancias cortas no saben mantener ni los propios dirigentes que la impulsaron. Agachar la mirada, guardar la ropa, tiramos de identidad de partido y que pase pronto. La realpolitik, lo posible y cuando llegue el momento un llamamiento a un supuesto “voto útil” nos absolverá. Las izquierdas y el andalucismo irán a votarnos, con pocas ganas, pero no habrá otra opción. “¿Si al PSOE lleva décadas saliéndole bien eso de que le voten con una pinza en la nariz por qué a nosotros no?”, dirá alguno.
¿Y si esta vez es diferente?
Como en aquellos libros infantiles de “Elige tu propia aventura” hay dos finales posibles y este es el momento de elegir a qué página vamos. Será una decisión colectiva, no solo de los y las que hemos formado hasta ahora el corazón de Adelante Andalucía, y el sector que quería avanzar en su desarrollo. Necesitamos a mucha más gente, que mira desde los límites o gente que ni siquiera conocemos hoy día.
Hay dos caminos posibles. Hay uno en el que dejamos que pase el tiempo, nos lamemos las heridas de lo que pudo ser y no fue, sorteamos los futuros golpes burocráticos que faltan y por seguro llegarán, la legislatura andaluza y municipal pasará sin más pena que gloria y todo seguirá igual. Unidas Podemos, si no le ocurre como en Galicia y desaparece del mapa político, seguirá su camino de moqueta en moqueta hasta el despacho final (de una o dos consejerías) y todo seguirá igual en Andalucía. Nuestro pueblo siempre podrá elegir: paro, precariedad o emigración.
La tarea inmediata ahora es articular un movimiento político diverso, en el que podemos incorporarnos gente de diferentes experiencias y culturas políticas, dándole forma y constituyendo un campo político nacional propio, ni subalterno ni dependiente
Pero también hay otro inicio posible. Un camino que vamos a escribir: la construcción de un proyecto político andaluz de carácter amplio, que vaya a la raíz de los problemas económicos y sociales, ecosocialista, feminista, que ponga en el centro la capacidad y fuerza constituyente del pueblo andaluz, abierto a toda esa sensibilidad que proyecta la tercera ola del andalucismo.
¿Qué proyecto?
Existe un espacio no representado, heterogéneo, pero que se identifica con ese concepto tan amplio que denominamos “andalucismo”. Un espacio político que asume que el papel de subalternidad que ha tenido y tiene Andalucía debe acabar. Y que para eso necesitamos un movimiento social y político que ponga este objetivo en el centro. Necesitamos una movilización solidaria que combine la emancipación desde lo territorial y desde el punto de vista de la gente trabajadora.
La tarea inmediata ahora es articular un movimiento político diverso, en el que podemos incorporarnos gente de diferentes experiencias y culturas políticas, dándole forma y constituyendo un campo político nacional propio, ni subalterno ni dependiente. La crisis que viene, social, ecológica, de cuidados y económica, golpeará con más dureza a la clase trabajadora andaluza si no somos capaces de construir una institucionalidad propia que nos defienda de la rapiña de las élites, dispuestas a saquear y empobrecer sin límites a nuestra gente con tal de mantener sus beneficios. Sumado a esto, es obvio que en el estado español se está abriendo un debate sobre los nuevos equilibrios territoriales. Andalucía no debe perder esta oportunidad: necesitamos un horizonte organizado que nos permita aprovechar la grieta que se abre, para retomar el legado del 4 de diciembre y avanzar hacia una reconfiguración constituyente del poder político andaluz. Confederal y solidario: es decir, capaz de hermanarse con otros pueblos y con el centro de decisión en Andalucia. No lo neguemos: en el futuro, habrá que superar el estatuto de Autonomía andaluz y ello debe hacerse a través de una Asamblea que permita al pueblo andaluz, sin mediaciones y de forma directa, decidir su constitución política.
Esa herramienta futura debe partir de los mimbres con los que ya contamos, lo que ha sido hasta ahora Adelante Andalucía, y abrirse a mucha otra gente que todavía no está. Creo que es el momento de abrir el espacio de manera asamblearia.
La idea sería que la herramienta que tenemos que construir sea a medio plazo un espacio amplio de carácter asambleario y plural, que sea la suma de organizaciones y personas, y cuya participación se desarrolle en asambleas locales/comarcales a partir de las cuales se vayan eligiendo línea políticas y órganos de dirección. La base de la herramienta serían las asambleas y la militancia.
¿Líneas rojas? Quizás solo dos: queremos ser una fuerza andaluza y andalucista, y no vamos a ser títeres del PSOE, no vamos a gobernar “para ellos”
La delimitación política de este bloque debe ser un acuerdo programático y estratégico que nos caracterice como una fuerza antineoliberal, ecofeminista, antirégimen y soberanista andaluza. Capaz a su vez de recoger un espacio heterogéneo y amplio, donde quepamos personas y organizaciones que proviniendo de diferentes experiencias y culturas políticas estemos cómodos por el carácter asambleario y democrático del espacio. ¿Líneas rojas? Quizás solo dos: queremos ser una fuerza andaluza y andalucista, y no vamos a ser títeres del PSOE, no vamos a gobernar “para ellos”. Estamos dispuestos a llegar a acuerdos puntuales, sin complejo ninguno, pero no a dejarnos usar ni fagocitar. Dentro de ese acuerdo de mínimos anti-neoliberal y andalucista, cabemos todos y todas. Debemos favorecer una cultura del acuerdo, el consenso y la flexibilidad entre nosotras, para ir caminando juntas aprendiendo de errores del pasado. No nos queda otra.
Recientemente están saliento encuestas que revelan con claridad que el patrimonio que hemos construido estos años también tiene reflejo en lo electoral. Pero no es suficiente todavía: las encuestas también dicen que la derecha conseguiría de nuevo mayoría en nuestra tierra. Sin embargo, el andalucismo aparece como la única opción en desarrollo, que no tiene límites electorales todavía y que puede ampliar la base social de la izquierda generando un campo nuevo.
El tiempo de golpes de audacia y maquinarias de guerra ya pasó, si es que alguna vez tuvo sentido. Es tiempo de debates, de mirada larga, de encontrarnos y reencontrarnos, de dejar atrás las arducias, egos y desconfianzas. La herramienta del futuro tendrá reflejo electoral y enorme potencial, si así lo decidimos, pero sobre todo debe tener pies en la tierra, cabezas y manos en cada comarca y ser útil a todas las que quieran cambiarlo todo.
Vamos a ello.