Al Sindicato de la Policía Local de Jerez (SIP) le ocurre exactamente lo mismo que en su día a los trabajadores de autobuses. No tienen buena prensa, lo que pasa es que ellos no lo saben. Como Bruce Willis en El Sexto Sentido, no entienden por qué cuando hablan la gente no les escucha y se tienen que conformar con el humo blanco que les sale por la boca en las asambleas y que sólo ellos ven. Cuando hablo de buena prensa, no me refiero a la prensa literalmente hablando, sino a la opinión pública.
Lógico entonces que cuando este medio publica que la mayor parte de ellos cobra entre 40 y 50.000 euros anuales, la tomen contra el mensajero. Muy típico de quienes nunca han entendido la libertad de expresión. La exalcaldesa Pilar Sánchez, que nunca fue muy del agrado de los agentes locales, amenazó con demandarnos –trabajaba yo entonces el La Voz de Jerez- por publicar informaciones relativas a la condena que hoy cumple. El tiempo, o los jueces, nos dieron la razón.
No entiendo qué hay de denunciable en que la ciudadanía conozca los salarios de estos funcionarios, que por otra parte están en el portal de transparencia municipal. Que sean los jerezanos quienes juzguen si los emolumentos que perciben son desorbitados. Lo que está claro es que, a diferencia de la Policía Nacional o de la Guardia Civil, entre estos trabajadores no suele existir en los ayuntamientos más justicia salarial que la que consiguieron en su día negociando convenios. Además, como se saben un colectivo con fuerza, siempre han presionado con protestas –muy originales, eso sí- cuando les han querido tocar su parte de la olla grande. Y tratando de ganarse a una ciudadanía con la que buena parte de ellos –hablo por experiencia- no suelen ser muy amables ni considerados cuando están en el ejercicio de sus funciones.
No soy ningún anarquista, pero pocas veces he encontrado un agente local que me ayudara cuando lo necesitara –más allá de un “ponga la denuncia”- y sí los he hallado muy diligentes, en cambio, cuando se trataba de sancionarme por dejar un momento el coche en doble fila, por ejemplo, para una urgencia. Luego dirán que son un colectivo antipático y que cuando se conocen sus salarios la opinión pública se echa las manos a la cabeza. Y es que, claro, a los ciudadanos hay que ganárselos todos los días.