España es una potencia mundial en el sector turístico, pero su éxito desmesurado y descontrolado está acarreando duras críticas entre la población residente. En los últimos años, y -de manera más férrea- tras la pandemia del Covid-19, la costa mediterránea está siendo invadida por una plaga de turistas sin escrúpulos. Una epidemia que, con absoluta determinación, mancilla la reputación social e incita el incremento desmesurado de pisos y apartamentos turísticos. Un espectáculo que cabalga entre la panacea del desarrollo económico de grandes ciudades como Málaga, Cádiz y Sevilla, y la amenaza persistente.
Desde un prisma económico, el turismo en masa funge como motor patente de la economía y la creación de empleo a nivel local y nacional, lo cual discrepa con los bajos sueldos. En este panorama de playas, espetos y buen clima, la proliferación del número de turistas ha dado lugar a una batalla campal que continúa su inevitable conquista inclusive en las zonas más recónditas del interior de Andalucía, devorando irrefutablemente la paz, identidad e integridad de las comunidades en aras del beneficio desmedido. Según datos del Instituto de Estadística y Cartografía de Andalucía, el volumen de turistas que visitó esta comunidad en el año 2023 alcanzó los 34.207.864, el mayor observado en la serie histórica, y añade que esta cifra representa un incremento del 10,8% respecto de 2022. Datos que instigan a la vasta reflexión. Cabalgando entre la economía y la desazón, el turismo en masa amenaza la vida de los residentes de estas comunidades, despojándoles de su esencia y expulsándoles de su hábitat y - por si no fuera suficiente - erigiendo parques temáticos por donde quiera que transita, socavando la parsimonia urbana y destruyendo la huella ecológica.
No obstante, la gota que colma el vaso es la proliferación voraz de apartamentos y pisos turísticos. La pernoctación extrahotelera ha trascendido de ser una alternativa a una fuerza disruptiva que, tímidamente y encubierta tras el incremento económico de estas comunidades y del sector turístico, se ha convertido en una amenaza palpable, a expensas de la propia sociedad y cultura existente en dichas zonas. De manera añadida, la aparición de estos pisos turísticos ha propiciado la dificultad de acceso a la vivienda, el encarecimiento de la misma, y la desaparición y reconversión de pisos con el afán de ofrecer techo a la masa turística que franquea las fronteras. Estas variables arrojan, sin reparo, a la sociedad obrera, trabajadora y residente fuera de estas ciudades, y arrancan de cuajo las raíces de una población que cada vez tiene menos derechos frente al incipiente turismo.
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