Combatir al fascismo desde el corazón

Jorge Javier Vázquez en Sálvame. FOTO: MEDIASET

“Este programa es de rojos y maricones” ya no solo es la frase televisiva del año, sino un leitmotiv que parece haber azuzado a cierta izquierda bienpensante, que vivía entre las magdalenas de Manuela Carmena y los silencios prolongados e inexplicables pero cultísimos de Ángel Gabilondo. El rojos y maricones además fue dicho por el conductor de Sálvame Deluxe, un espacio televisivo tan visto como denostado por una izquierda demasiado tiempo obsesionada con HBO, sin saber que era compatible con la locura del Mediaset que produce una pieza televisiva espectacular del simple hecho de que una joven pase desnuda por detrás de Alfonso Merlos mientras éste y Negre intentan acabar con el Gobierno socialcomunista.

Esos días se leyeron cosas por la red como que Jorge Javier Vázquez había hecho más con esa frase dirigida a su colaborador Antonio Montero, abiertamente votante de Vox, que muchos reputados periodistas o analistas políticos de izquierdas que, constantemente abren la mano a quienes se la cerrarían si pudiesen. Aquello solo fue el comienzo de JJ en su misión por quitarle el micrófono al fascismo, algo que debería pasar por normal y no convertirle en el nuevo Julio Anguita. Desde entonces, el propio Montero en alguna ocasión más, Belén Esteban el pasado sábado y hasta el propio Santiago Abascal han tenido que enfrentarse al ímpetu del presentador catalán por acallar a quienes difunden odio cada vez que hablan.

El líder del la formación de ultraderecha, que solo admite en las ruedas de prensa celebradas en la sede del partido a periodistas afines, ha bautizado a Jorge Javier como ‘Kim Jong Vázquez’, y ha dicho sobre él que “se dedica a demonizar e insultar histéricamente (cuánta homofobia lleva esta palabra) a 4 millones de españoles”. Cierto es que Abascal es un experto en el tema, él lleva haciendo lo mismo varios años con inmigrantes y parejas homosexuales, por ejemplo, a los que no les daría la oportunidad de adoptar un niño si compitiesen contra una pareja formada por un hombre y una mujer.

El caso es que algo ocurre en los medios de un país cuando masivamente abren los micrófonos y las páginas a una formación con tan dudosas propuestas sin ni siquiera plantearse la famosa paradoja del filósofo Karl Popper. Esa que dice que de la tolerancia sin límites pueden aprovecharse los intolerantes y, por tanto, acabar con la propia tolerancia. Y esto, excepto pequeños medios digitales, parece no haberlo entendido nadie en los grandes grupos mediáticos del país hasta que el presentador de un programa del corazón ha dicho basta. Porque proclamarse de izquierdas y acabar tu programa diario diciendo “más periodismo” es fácil. Lo difícil es no darle durante años cancha a las tesis de la ultraderecha, ni 15 minutos diarios a quien desde su medio extiende con bulos esas mismas proclamas.

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