¿Cómo se llega al maltrato?

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Muchas veces las personas que caen en el maltrato no son débiles, simplemente son buenas personas que no esperan esta actitud mezquina de alguien que dice e incluso demuestra tener amor o afecto. 

El maltrato sólo puede ocurrir cuando existe algún tipo de dependencia. Sin dependencia, la violencia no podría perpetuarse, se quedaría meramente en un acto de violencia aislado del que la víctima podría separarse con más facilidad. Sin embargo, una vez ya se ha establecido esta dependencia, el maltrato puede ejercerse en relaciones de cualquier tipo y duración.

Una frase significativa que ilustra esto es la de Walter Riso: “El poder afectivo lo tiene quien menos necesita al otro”. Efectivamente, la motivación del maltratador es el poder. Y la forma de obtener poder es creando una necesidad en la otra persona. También es importante destacar que, el maltratador no siempre busca satisfacción en el área emocional, sino que puede tener intereses de todo tipo: económicos, laborales, relacionales, sociales… Y utilizar la relación afectiva como un medio para lograr el poder en estas otras áreas o simplemente como medio de subsistencia a través de los recursos de la víctima. El maltrato no siempre es por causa de un complejo de inferioridad machista. Por eso, existe el maltrato por parte de ambos sexos y en todo tipo de relaciones.

La pregunta del artículo anterior planteaba el origen de la desigualdad. Ciertamente, el sistema social que tenemos, basado en la desigualdad, no es más que una configuración creada a partir de aquellos que buscan ejercer indiscriminadamente el poder sobre otros sin asumir consecuencias. El sistema machista es un sistema creado para favorecer a una sola parte de la sociedad. Pero como ya hemos dicho, el machismo no sólo es propio de hombres, también lo es de las mujeres. Como ya conocemos las causas psicológicas y sociales, hoy lo que vamos a tratar es una cuestión muy concreta:

¿Cómo se vivencia el maltrato desde dentro?

Un maltratador se buscará a la persona idónea. No se expondrá a alguien que lo pueda enfrentar. Y eso ocurre en todos los actos de violencia. El abuso suele darse desde la autoridad o desde una posición ventajosa. Por eso, cuando hablamos de maltrato doméstico, hablamos de de-si-gual-dad.

En el caso del maltratador ya existe una intención premeditada. El maltratador es consciente de sus propias intenciones pero la víctima no. Aquí ya se empieza con la primera ventaja. El maltratador estudia el terreno conscientemente. Una persona dominante e individualista buscará a otra que lo sea menos o que sea directamente insegura y dócil. Escudriñará sus necesidades para ganarse su confianza. Y después, sus puntos débiles para que no se le escape. Ni mucho menos dejará cabos sueltos, por si la futura víctima se da cuenta en algún momento de lo mezquino que es. Y tampoco se arriesgará con una persona que sea igual de dominante o agresiva que lo rete.

¿Son entonces, todas las personas que caen en manos de un maltratador, débiles, inseguras, dependientes? No… tampoco es tan sencillo. Nos olvidamos de una cosa: una persona puede estar sana físicamente y enfermar, ¿no es cierto? Pues lo mismo ocurre psicológicamente. Una persona puede ser segura, independiente y fuerte. Una persona así no será dominante, será asertiva y estará predispuesta a cooperar, a negociar abiertamente las cosas. Cosa que el maltratador no. Con esto es suficiente para tomarle el pelo durante un tiempo, mientras configura las cosas para controlar su vida.

No importa que hayamos tenido una base afectiva segura que propiciara una buena autoestima y una independencia equilibrada. Esto no significa que seamos invencibles y que no podamos “enfermar” emocionalmente. Nuestras emociones pueden perturbarse igual que nuestro cuerpo. Y eso es lo que el maltratador hace. Perturba nuestras emociones y nuestros pensamientos, para así ir desintegrando nuestra identidad y nuestro poder personal. Todos tenemos puntos flacos y el maltratador, simplemente, tiene una falta de escrúpulos para utilizarlos.

Suena macabro, pero así funciona. El maltrato no es siempre tan evidente. Si lo fuera, no habría tantas personas que se implican con alguien así y que incluso llegan a formar una familia. El maltratador siempre guarda un as en la manga… o varios.

Si la víctima es una persona autosuficiente, el maltratador procurará encontrar el enganche perfecto donde pueda serle útil y así atraparla. Ya sea una oportunidad laboral, sentimental, familiar… o simplemente apoyo moral. Y a partir de ahí irá erosionando su energía positiva. Nadie acepta a alguien que de primeras resta a su vida. Lo acepta porque le ofrece algo mejor… y así es como pinta el futuro el maltratador. Te vende la moto vilmente.

Por supuesto, el maltratador no se manifestará el primer día. Esperará a que confíes en él. Pueden pasar meses… o años. Quizá algunas personas de fuera lo vean, pero normalmente si es hábil, nadie se dará cuenta hasta que el maltrato no comience. Y si se percata de que tus allegados sospechan, te alejará de su radio de avistamiento con ofrecimientos estupendos, sin imposiciones: un viaje, vivir juntos, pasar más tiempo en su casa, ayudarle en su trabajo o él en el tuyo, participar en una actividad que a los dos os guste… Y así, poco a poco… Eso sin olvidar, que también jugará a su favor la irracionalidad del enamoramiento inicial.

La clave del maltrato y la segunda ventaja con la que cuenta el maltratador es  esta confianza que va logrando. El maltratador se aprovechará a ultranza de tu confianza, sin piedad. Empatizará y te comprenderá mejor que nadie. Al principio nunca mostrará desagrado hacia tus ideas o sentimientos, ni los ridiculizará. Sin embargo, él jamás confiará en ti ni revelará totalmente sus verdaderas emociones. Sus aparentes inseguridades –las que sí te confiará- no serán más que un arma para ablandarte en sus estrategias.

Hasta ahí las dos primeras claves: la falta de información y la falta de confianza por parte del maltratador. Que en contraparte, sí se encuentran en la otra persona que sufrirá el maltrato.

El maltratador creará una red de dependencia, poco a poco irá infiltrándose en todos los ámbitos, mejorando incluso tu vida. Hasta que llega un día en que todo lo que tienes se lo debes a él. Y entonces ahí, sí… es cuando comienza el maltrato. No antes. Si te hacen chantaje es porque ahora sí tienes algo que perder. Si te coaccionan es porque no tienes escapatoria en ese instante. Si te amenazan, es porque el maltratador tiene recursos para cumplirlas. Si necesitas a alguien así en tu vida no es porque lo permitas, es porque tiene el control sobre tu dinero, sobre tus relaciones o tu trabajo. Tiene dominio incluso sobre el espacio que pisas, casi todas las horas del día. Tiene control sobre tus relaciones familiares o se aprovecha de los sentimientos que te impiden juzgarlo como realmente es. Incluso, logra que confundas la realidad. Su criterio te parecerá más congruente que el tuyo propio. El lavado de cerebro –que le resulta tremendamente sencillo tras haberse ganado tu confianza- es su mejor arma, antes que sus puños. Muchos, ni necesitan utilizarlos.

Muchos piensan que el maltrato doméstico engloba una serie de palizas diarias, de insultos y de amenazas. Todo muy directo y muy evidente… ¿no? Pero en muchos casos no es así. Existe un juego de sometimiento bastante sutil y perverso. Incluso la actividad más cotidiana está teñida por esto. Se utilizan una exigencia y una sumisión constantes, tan sutiles que la situación se normaliza. El maltratador sabe cómo no hacer saltar nuestras defensas para que accedamos a lo que él quiere. Sólo utiliza la evidencia cuando no tiene más remedio. Y así, sin que nos demos cuenta, va anulando nuestro deseo personal. Al principio creerás que le estás haciendo un favor, que cedes por el bien de la relación o que simplemente estás cooperando. Utilizará la recompensa para que no te des ni cuenta. Pero lo cierto es que el amor se ha viciado y que no hay equidad alguna.

El maltrato distorsiona el instinto de supervivencia. Para sobrevivir no piensas en huir, piensas en complacer al que te maltrata. No vaya a ser que se enfade… que te perjudique de alguna forma. El maltratador es obsesivo, te perseguirá hasta el fin de sus días. Si ha invertido tanta energía en poner tu vida patas arriba, ¿por qué iba a cambiar de pasatiempo ahora? Tratar de librarse de esto tiene sus riesgos.

¿Podemos cortar con todo ello? Pues depende de la situación. Aunque el maltrato no es exclusivo de los hombres hacia las mujeres, hay muchos casos de hombres que son denunciados y cuando salen de la cárcel matan a sus ex mujeres. Ésa es la realidad. Y no siempre es fácil huir, incluso aunque la víctima ya se haya dado cuenta. La salida no está ahí de inmediato. Hay que cavar mucho para escaparse.

Si no te ha maltratado tan gravemente y no tienes hijos por medio, ni bienes… igual ni te conviene denunciarlo, no vaya a vengarse. Puedes cortar la relación simplemente. Y sí, te habrás zafado de su forma de tratarte. Pero no te darás cuenta del daño hasta bastante tiempo después. Poco a poco, conforme vayan pasando los meses, irás desenredando la maraña y descubriendo la verdad. Reinsertándote en tu propia vida, desintoxicándote del veneno y recuperando la forma de pensar de antes de conocerle.

¿Es el maltratador un depredador? Bueno… podríamos generalizar que sí. Lo cierto es que el maltratador también tiene una visión de las relaciones y de la realidad bastante desenfocada. El maltratador tiene sus inseguridades, sus miedos. En todas las relaciones existe una prueba de fuerzas o de voluntades que termina solucionándose. Pero en una relación tóxica, el maltratador sigue empeñado en imponer su postura. Teme perder el control. Y si tiene menos escrúpulos que la víctima, buscará la manera de hacer prevalecer sus necesidades, de satisfacer esas inseguridades insaciables e insanas sin consideración por la otra persona que sea su pareja. Irá sustituyendo mujeres, unas por otras, como objetos. U hombres, dependiendo el caso.

Muchas veces las personas que caen en el maltrato no son débiles, simplemente son buenas personas que no esperan esta actitud mezquina de alguien que dice e incluso demuestra tener amor o afecto. Ser víctima del maltrato tampoco significa ser una persona masoquista o trastornada. Más bien, el maltrato sucede cuando se ha perdido la batalla con alguien que estaba en una posición más ventajosa que tú, que fue más astuto para salirse con la suya. Que utilizó lo que tú jamás utilizarías para obtener el dominio, tal y como ocurre en cualquier otro tipo de injusticia social. Así de sucio es el maltrato.

Mientras la persona maltratada intenta defender honradamente sus derechos, el maltratador lucha por que le rinda pleitesía absoluta. No es una partida limpia. Y si nos ponemos en la piel de las víctimas y también en la del maltratador, veremos que desde el principio nunca lo fue.

¿Son nuestras leyes consecuentes con todo esto? ¿Protegen verdaderamente a las personas que se han cruzado con alguien así en sus vidas? ¿Romper una relación nos garantiza librarnos del peligro y de la amenaza? ¿Es posible que una situación tan compleja pueda exponerse ante la ley y la sociedad? ¿Cómo regular el maltrato que es sutil y no presenta daños evidentes?

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