Apenas tuve dudas, salvo al final de la tarde del domingo, cuando vi el último dato del índice de participación, de que la mayoría progresista y demócrata se impondría al dueto autoritario compuesto PP y VOX. Tenía claro que era una burbuja mediática que iba a explotar el 23 de julio. Las caras de sorpresa y de rabia de la derechona parecían traslucir que ellos mismos se habían creído sus propias mentiras a base de mucha Ana Rosa y mucho Michavila. Pero no, no eran tan tontos, la decepción no venia de ahí. La frustrante sorpresa de sus caras de Cayetanos era debida al ver que los demás no nos la habíamos creído.
Pedro Sánchez, el PSOE y las políticas del gobierno de coalición han salido fortalecidos. Pero la otra pata del gobierno era Sumar (antes UP) ¿Cómo ha quedado Sumar tras el 23J? Muchos y muchas han comparado los resultados de Sumar con los de UP del 2019 y en este sentido Sumar no ha sumado sino restado a más de 700.000 electores que han dejado de votar a este espacio político. Esta realidad está tan obvia como seguramente distorsionante. Comparar el contexto político del 2019 con el actual en el caso de Sumar es incorrecto.
Hay una ley no escrita en politología que nos advierte que en los gobiernos de coalición entre actores políticos muy desiguales; los errores se le atribuye al socio menor y los aciertos al mayor. Es decir, que en estos casos de coalición se trata del abrazo del oso y más si este oso es tan avieso y corpulento como es el PSOE. Esto fue lo que le ocurrió al PCF con el PSF del primer gobierno de Miterrand o a los liberales alemanes con la CDU y con el SPD. En España el gobierno PSOE-UP ha sido el primer gobierno de coalición estatal desde las elecciones de 1977, por tanto, no hay precedentes donde verificar esta ley no escrita del abrazo del oso. Pero si miramos a los gobiernos autonómicos y municipales si existe una extensa hemeroteca en la que podemos comprobar como se cumple esta desigual rentabilidad de las coaliciones gubernamentales. En Andalucía, PA, IU y Ciudadanos pueden dar cuenta de los tremendos costes de esos gobiernos.
Esta misma tendencia se repite en otros gobiernos autonómicos como el gallego, el vasco o el catalán. El pez gordo se come al chico, cuando no se suicidan todos. Y es en este contexto político de postgobierno de coalición donde hay que valorar los resultados de Sumar y no desde el simplismo abstracto de compararlos con los resultados de UP en el 2019. Esto sin olvidar la tendencia decreciente del voto a este espacio político desde el 2015. La última prueba de esta caída en barrena electoral han sido los comicios regionales y locales del pasado 28 de mayo de este mismo año.
La plataforma que encabeza Yolanda Diaz ha sido capaz de resistir la inclinación natural del electorado de izquierda hacia el voto útil ante la amenaza neofascista y las propias tentaciones a marcar diferencias agresivamente con el socio de gobierno y rival electoral, lo cual hubiese sido dar munición gratis al enemigo. El equilibrio no era fácil; si se te va la mano en la cooperación empujas a tus electores hacia el voto útil; y si te pasas de rosca en la diferenciación, lesionas la formación de las mayorías progresistas que aspiras revalidar. Cualquier exceso hubiese sido mortal y no lo hubo.
Habida cuenta la trayectoria, el contexto y las expectativas, Sumar ha obtenido uno notables resultados el pasado 23 de julio y ha contribuido a parar la ola autoritaria que amenaza a toda Europa. Y lo que es tan importante como esto; ha demostrado cómo en los mercados políticos de competencia electoral es posible competir y cooperar al mismo tiempo, algo que será muy importante en las futuras mayorías progresistas que serán a buen seguro muy plurales.