El monstruo ha vuelto y no ha llegado disfrazado de dictador militar, ni siquiera de juez togado o banquero millonario sino de payaso como el Joker. Nos acordaremos mucho tiempo de este martes 6 de noviembre del 2024. Ese día pasará a la historia como la entronización política definitiva de un nuevo tipo de arma política de destrucción masiva: el divertimento hasta morir, que dijo Neil Postman. No hablo de un nuevo sistema de dominación (la sociedad del espectáculo de los situacionistas), ese sistema domina desde los sesenta del pasado siglo por medio del consumo de masas, no, hablo de un arma de destrucción masiva como la bomba nuclear. De momento voy a tratar de responder a varias preguntas a modo de (auto) indagación apresurada:
¿Es Trump un producto de internet?
Un arma que opera al servicio de la fracción más irracional y extractivista del capital, Donal Trump no es un producto de las redes sociales o internet, como se dice ahora; sino de la TV de toda la vida. Es más la colonización del show business de internet, por medio de Facebook, Youtube o X,la que ya es, tecnológicamente, un subproducto televisivo. Hace años un filósofo del derecho, tempranamente malogrado, Daniel Cuadra, expresaba, a finales de la década de los ochenta en un proyecto de tesis doctoral, desgraciadamente inconcluso, que “todavía la televisión no era televisiva”, estaba a punto de nacer internet: la televisión televisiva.
La fracción demócrata y liberal de las elites (Harris ahora) han manejado este arma para vender todo tipo de cosas menos para vender la política, y aquí han ganado los que no alimentan para nada la ficción de la autonomía sacralizada de lo político. En esto la misma brutalidad y zafiedad se ha tornado en una ventaja comparativa para el trumpismo. El mitin de Trump en el Madison Square Garden ha sido una exhibición de músculo bélico de la nueva arma. No es que falte a la verdad es que esta es irrelevante, y hasta molesta, para la venta del producto. Es la culminación del votante como consumidor y el espacio político como mercado, con la cual llevan años especulando politólogos y economistas. Trump es la apoteosis del marketing comercial. Biden es el pesado ancianito aburrido, torpe del cual se ríe el showman y Harris la diabólica y monstruosa bruja (mitad negra, mitad hindú) que acude al rescate del anciano desvalido, un muermo.
¿Era previsible la victoria de Trump?
Si, los mercado de apuestas lo vieron con total claridad, no así las encuestas tradicionales. La victoria de Trump no por previsible es menos terrible. Es mucho peor que la primera victoria, ahora se le conoce perfectamente y se ha votado más que cuando derrotó a Hilary Clinton. Desgraciadamente no creo que otro candidato y otro discurso hubiesen tenido más éxito. El imperio americano es el primer imperio donde parte de los ciudadanos del centro de la metrópolis viven peor que la periferia de la metrópolis (Unión Europea). Esto ha provocado un malestar profundo en USA que está rentabilizando el sector más parasitario y extractivista de las élites. Muchos norteamericanos han llegado a creer que están expoliados por un delirante club de vampiros woke compuesto por feministas, transgénero, pedófilos diabólicos, hacker chinos y marxistas de Wall Street, al igual que muchos alemanes pensaron que Los protocolo de los ancianos de Sion eran el programa de dominación mundial de los judíos que estaban detrás de los acuerdos de Paz de Paris del fin de la primera guerra mundial.
¿Por qué hay tanta diferencia del voto ilustrado y el popular?
La brecha en el voto en esta elecciones debida al nivel de formación academia se puede comprender si conocemos el fracaso completo del sistema educativo en USA, relativamente eficaz en la formación técnica profesional pero horrible en estudios culturales o científicos básicos. El investigador y politólogo M. Motta ha documentado las remotas raíces históricas del antintelectualismo norteamericano, que ha convertido a las clases populares en enemigos de las elites culturales más progresistas. La asimetría tan profunda entre formación técnica y científica ha ido profundizando esta disparidad. Este abismo entre las tres culturas ha sido cubierto por las iglesias evangélicas que han potenciado el recelo ante los “cabezas de huevo” del que tanto se ha nutrido Trump. El sentido no nace de la expertez técnica sino de intersección entre saberes y mundo. Las iglesias evangélicas han gestionado como un oligopolio el sentido totalmente desconectado de la ciencia y la técnica. En Estados Unidos la cultura académica de alto y medio nivel científico ha sido siempre un asunto de elites. Por eso es tan fácil para la fracción más irracional de las elites, enemistar a las clases populares con esas elites culturales.
¿Y el voto latino?
La explicación de porqué muchos latinos han votado a Trump es tan simple para el común como incómoda para las almas bellas de la izquierda: son pobres que se han colado en el club de los ricos, y ahora desean que se cierren la puertas del club para no tener más competencia desleal. La conducta política de la emigración legal se explica también por las enormes bolsas de emigración ilegal explotadas hasta rozar la esclavitud. Todo y toda el que vive y trabaja en España durante un tiempo razonable debe ser a todos los efectos español y eso debe ser así por imperativo ético, pero que seamos conscientes que la emigración desde el sur global no es un derecho sino algo mucho más importante, una necesidad, que es aquello que debe proteger siempre los derechos. Si en España pudieran votar solo los emigrantes del sur global nacionalizados españoles, el gobierno de España estaría en manos de la izquierda pues la emigración del sur global es una salida individual, tan legitima como imperiosa, pero no es una salida colectiva ni política. Aquí es donde vemos la lógica perversa de la desigualdad social extrema; es un juego de win and win (ganar y ganar ) para los ultramillonarios.
Si a esto añadimos que es la población latina la más vulnerable frente al arma del entretenimiento los números electorales cuadran. Cuando no existía la web la televisión de pago era de calidad y especializada, mientras que en la generalista de acceso gratuito, se concentraba la industria del entretenimiento más banal y de la publicidad más grosera, en ese ambiente han sido criados los votantes de Trump. Y desde ese ecosistema cultural han desembocado en la versión más colonizada de las redes sociales.
Y ahora la pregunta leninista ¿Qué hacer?
Tendremos los y las demócratas que reflexionar como combatir ese arma de destrucción masiva que es el entretenimiento sin incurrir en un uso invertido de la misma ya que, como con el arma nuclear, esta sola opción ofrece la destrucción mutua a asegurada. Será necesario inventar una cierta estética ilustrada por medio de un populismo radical democrático en beneficio de la igualdad y la cooperación social. Pero de eso seguiremos hablando en otros días, ahora toca analizar el shock.