Las vivencias místicas de un tipo chungo

Nací en Madrid, en 1965, aunque llevo exactamente media vida viviendo en Jerez. Soy licenciado en CC de la Información (Periodismo) por la Universidad Complutense. He sido jefe de la sección local del Diario de Jerez y también he trabajado en Información Jerez y el Diario Ya (época de Antena 3). He colaborado con El Mundo, Economía y Empresas, Notodo… Soy socio fundador de lavozdelsur.es. He publicado el libro ‘Sherry & Brandy 2.0’ y he redactado el guion del documental sobre el vino de Jerez ‘Sherryland’. Todo esto ha hecho que me vaya haciendo una idea aproximada de las cosas… 

Una persona, detenida ante el convento de Capuchinos en Jerez. FOTO: ESTEBAN PÉREZ ABIÓN

Con la salida de los niños y, digamos, los comentarios de la vertiente política de la pandemia y el confinamiento, no les había contado todavía en Confesiones una nueva vivencia personal a la que no sé qué adjetivo aplicar, pero les avanzo que sea el que sea va con su esdrújula. ¿Mística? ¿Iniciática? ¿Bíblica? ¿O simplemente entomológica? Se produjo, cómo no, el pasado domingo, el de los niños (y sus correspondientes padres). Estaba en la terraza de mi casa, a mediodía, tomándome un vermú (de Sanlúcar), exactamente tan pichi, cuando de repente oigo un zumbido muy extraño, levanto la mirada y veo que viene una nube de insectos de frente hacia mi casa. Miles de insectos que daban la sensación de ir girando (como grupo) a la vez que se desplazaban.

Reaccioné de manera inmediata metiéndome dentro de mi casa y cerrando la puerta, no sin tener que volver un momento, que se me hizo angustioso, sobre mis pasos para salvar el vermú, que ya les digo que estaba cojonudo. Pienso que era una nube de abejas –desde luego no eran langostas, que en estos tiempos ya hubiera sido la leche- pero apenas a un par de metros de mi casa se elevaron y no quedó rezagado o caído ningún ejemplar para comprobar su naturaleza exacta…

Les he dicho más arriba que la experiencia se produjo “cómo no, un domingo” porque los más veteranos lectores de estas páginas recordarán que el Domingo de Resurrección cayó en mi terraza (que es más bien una azotea enana) un sarmiento de vid que, por supuesto, por ahí sigue… alguna vez lo toco cuando barro, pero no voy a ser yo el que lo tire. ¿Estamos ante señales, ante dos potentes imágenes bíblicas? ¿O estamos sencillamente ante las perturbaciones de un tipo confinado que está en su casa más aburrido que una mona (bonita expresión), harto entre otras cosas de leer y escuchar todo tipo de sandeces como “después de esto seremos mejores”? Hay una amplia gama de grises, como diría cualquier otro sandio de los que salen por la tele… No obstante, les mantendré informados de si vuelven los insectos o de cualquier posible evolución del sarmiento, que, por cierto, se ha quedado detenido en una parte un tanto terrosa del suelo de la terraza y, desde donde ahora me encuentro sentado escribiendo, a poco más de dos metros de donde ha quedado parado, creo ver que la punta que está más en contacto con el suelo está tomando un cierto color verdoso…

Vale, se acabó por hoy la sección Antiguo Testamento. Seguimos con los Hechos… (Vaya, hombre, ahora el Nuevo Testamento… Pufff estoy fatal). Decía que seguimos con los hechos, mejor así, con baja, hechos. Debo decirles que, pese a mi resistencia inicial, debido a la pátina ácrata y un punto asocial que envuelve una vida pequeñoburguesa, definitivamente la fuerza de los hechos me ha convertido en un probo ciudadano. Y me voy a hacer de los probos ciudadanos que denuncian a los vecinos. De los chungos, vaya. Desde ya aviso que soy un tipo súperchungo. Es el mediodía del martes 28 de abril, un día de diario, y hay niños en la Alameda Vieja, algunos incluso aparentemente sueltos. Ni teleenseñanza ni teleleches. ¿Este es el plan, ministra Celaá, ya hasta septiembre? ¿Ese es el plan también de algunos padres… niños, hala, al recreo a la puta calle? Lo podría entender por lo de recuperar el polvete mañanero, pero… [No se lo van a creer, pero en el momento en que escribo estas líneas un caza del Ejército del Aire pasa volando por encima de la Alameda. Después de lo del helicóptero que aterrizó en una playa de Valencia para multar a un tipo que paseaba solo, me temo lo peor con el caza… ¡¡No, no, son niños, son niños… debo destruir este párrafo urgentemente!!].

Qué tensión… En fin, todos a salvo (lo de completar la frase con ‘sanos’ ya veremos, a ver cuándo coño nos hacen los test a todos), podemos dar paso a las secciones habituales. En Cultura Infecta, siempre improvisando, les recomiendo hoy a los seguidores de los Rolling Stones un artículo que acabo de leer en lavozdelsur.es hace un momento y, como estos días hay tiempo para todo, que le metan mano al grupo en los 70’s (especialmente ‘Some girls’ y ‘Exile on Main St.’). Es una concesión que hago al público generalista, al que le encanta decir “sus satánicas majestades” y paridas estereotipadas así… yo creo que hay gente a la que incluso le pone cachonda la expresión de marras. En realidad, insisto en que a mí los Rolling, aparte de parecerme un grupo peor que coetáneos como los Who o los Kinks, hace mil años que me dicen poco o nada, pero eso sí, nunca los mandaría al geriátrico, al menos en España, no…

Y llegamos ya a Desinfección y Chuletas, piedra angular de las Confesiones. Ya saben que haciendo caso a las peticiones de las autoridades sanitarias, cada día más políticas, me lavo continuamente las manos, lo que provoca la aparición de lo que tanto vulgar como académicamente se denominan ‘chuletas’. Hoy, adiós a un 9 en Historia Sagrada –sí, jóvenes generaciones de lectores y lectoras, de Historia Sagrada- al aparecer debajo de un sarpullido de la palma de mi mano derecha las siguientes palabras: “Juan el Bautista y sus padres, Zacarías e Isabel, prima de la Virgen María”.

¿Cuántos test de coronavirus se han hecho en España? ¿Realmente es el octavo país que más ha hecho, según los datos aportados por la OCDE o estamos ante ‘otra’? Última hora. Rectificación de la OCDE: del octavo puesto al decimoséptimo… ni una de las míticas ‘pájaras’ de Pedro Delgado en el Tour de Francia…

En fin, cuídense.

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