Los síntomas no son graves y además son perfectamente reconocibles: ligero dolor de cabeza, malestar general, falta de concentración, boca pastosa y una sudoración un tanto elevada. Sí, amigas y amigos, sí, imagino que ya lo han adivinado: me he levantado con resaca. Una normal, canónica, nada de resacas existencialistas o de difícil adjetivación, que diría Kingsley Amis. El confinamiento comenzó con resaca y casi acaba –entiendo que a partir de mañana lunes 11 no cabe hablar propiamente de confinamiento— también con resaca.
Les recuerdo que ayer era sábado de Feria, así que A. decidió comprar algo de jamón, lomo y gambas y una botella de dos litros de Sprite para hacer unos rebujitos. A lo loco. Atención señor agente lector de la Comandancia de la Guardia Civil (que le teníamos muy olvidado) por si la información que viene a continuación suscita su interés: se pasó por casa a tomar algo uno de nuestros amigos, que no quiere que demos ni su inicial… así que le llamaremos G., que no da pistas y a la vez resulta apropiado… Total, que se pasó G. —¿o le llamamos mejor Punto G? No me hagan caso, ya les he dicho que estas líneas surgen bajo el efecto de una resaca aceptable— y estuvimos bebiendo y comiendo hasta que se fue poco antes del toque de queda, que ya hubiera sido demasiada norma incumplida.
Los lectores más veteranos de la sección recordarán que el primer número se llamó Malos Ciudadanos I, pero fue por una falta de entendimiento entre este cronista y sus editores. Lo que yo pretendía es que cada una de las Confesiones llevase su número en el epígrafe de la sección (la de hoy, por ejemplo, es la 57), no en el título, pero como salió así el primero ya desistí. Ahora bien, si un artículo se ha llamado I, forzosamente tiene que haber al menos un dos, así que he aquí Malos Ciudadanos II.
Pues eso, que nos hemos adelantado un par de días a la posibilidad de reunión que permite desde el lunes la fase 1 del plan de desescalada hacia la ‘nueva normalidad’ (o así). Las autoridades deben ser comprensivas con esta reunión de cincuentones, en realidad no tan malos ciudadanos, porque de esta experiencia –experiencia sociológica, como diría Mercedes Milá cuando defendía ‘su’ Gran Hermano— cabe extraer alguna conclusión que incluso puede servir para ayudar a acometer con éxito esta nueva fase en la que entramos. A ver, desde mañana se permiten reuniones de hasta diez personas en domicilios siempre que se mantenga la distancia social. Vale, pues ya le digo yo al que lo ha decidido que es imposible. Sobre todo si te visitan las dos vecinas de al lado, que también están de fiestuqui, y de repente te encuentras con que hay cinco personas en un salón tipo (20, 25 metros cuadrados). Nada. Imposible. Y hablamos de la mitad de personas que van a estar permitidas. No sé si el Gobierno está a tiempo de sacar alguna modificación al respecto en el BOE pero o baja el número de gente o prohíbe que haya alcohol de por medio, porque aumentar por decreto el tamaño de los salones va a ser más complicado. ¿La distancia social con fino y rebujitos por medio? Que no… Y mira que obviamos los abrazos, pero ni así… Tras esta experiencia, digamos, piloto, tenemos en mente hacer una comida en modo feria un grupo más amplio allá para el miércoles o el jueves, a ver, según esté el tiempo. Ya les contaré cómo se mantiene la susodicha distancia social (de la compostura social, eso ya…).
Y damos paso a Cultura Infecta, sección que hoy está íntegramente dedicada a Little Richard, tras su fallecimiento ayer. Richard es uno de los pioneros del rock’n’roll, una música que en los 50, por su deriva del blues, interesaba a la gente de raza negra y que tuvo en el propio Richard, Fats Domino y, por supuesto, Chuck Berry, a sus principales exponentes. Richard es el responsable de una frase universal, como “A uanba bulula balam bambú”, que no es cualquier cosa. Si el tiempo lo permite, sobre las ocho habrá homenaje a Little Richard en la vino-terraza de mi casa (previa invitación). Pueden informarse más sobre el personaje en los artículos que hoy firman Diego A. Manrique en El País y el mismísimo Loquillo en El Mundo.
Así llegamos de nuevo a Desinfección y Chuletas, una sección que, sin pretender suplir a la la R.A.E., a su manera también limpia, fija y da esplendor como consecuencia del lavado continuo de manos que llevo a cabo atendiendo las peticiones de las autoridades. Tras la cita de Kingsley Amis, aparece a boli en la palma de mi mano derecha Martin Amis (su hijo), Ian McEwan, Julian Barnes, Kazuo Ishiguro, William Boyd y Salman Rushdie, la llamada Generation Granta de las letras inglesas. Es especialmente increíble que aparezca esta chuleta sobre unos escritores que empezaban cuando estudié Periodismo y, por supuesto, no se daban ni probablemente se den siquiera hoy en día. ¿No será un mensaje del futuro? A lo mejor es que dentro de unos años me matriculo en algo de letras… Sea como fuere, ahí está ya la chuleta, hay cosas que al parecer nunca cambian…
Ya, ya sabemos que ayer hubo Una hora con Pedro. No sabemos quién asesora a este hombre. Sábado de Feria y él a lo suyo. Le deseamos que hoy domingo le esté resultando especialmente plúmbea la reunión que tiene con los 17 pelmas de las comunidades autónomas...
Cuídense.
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