Personalmente no había visto a Pedro tan despistado. No sé qué pensarán ustedes, queridas y queridos lectores, pero me da que ayer (sábado, 2 de mayo) el presidente dejó escapar una gran oportunidad para que la ciudadanía sintiera de verdad su proximidad en estos momentos tan complicados, que definitivamente todos, por encima de ideologías, despejáramos cualquier duda sobre la cercanía de Pedro, mucho más allá del ‘tuteo’ que tanto le gusta gastar (y que desde esta sección, por cierto, gustosamente le devolvemos).
Una hora con Pedro no cumplió ayer con las expectativas. En absoluto. Hay que decirlo ya. Desde estas líneas no vamos a negar el valor del empeño que supone renovar el estado de alarma cada dos semanas cuando legalmente el Gobierno no estaba obligado a mantener esa periodicidad –y más ahora que vamos a ver qué ocurre con la próxima renovación, a ver qué le dicen sus socios y el PP- pero al final no puedes hacer a la hora de la comida un programa para politólogos –la política está claro que es para antes o para después del cocido de los sábados- precisamente el día que desde hace una semana todo el mundo tiene marcado en el calendario: la primera salida sin excusas después de más de mes y medio de confinamiento. Se ve que los asesores del presidente han perdido ya –¡pues pronto!- el imprescindible contacto que deben tener con la calle.
A un presidente de gobierno –me ha quedado algo así como si fuera una profesión en sí misma: hoy en España, mañana te llaman de San Marino, pasado fichas por Transnistria- con esa edad, con esa planta, se le puede perdonar un puntito de endiosamiento… no así a los asesores que le rodean. ¿Pero qué tiene su asesor principal, el señor I., en la cabeza, justo debajo de los injertos? (por cierto, no estaría mal que dijera, al menos a este cronista aquejado del mismo mal casi desde la más tierna infancia, en qué clínica se los han puesto: es para no ir).
No, amigas y amigos, no, ayer era el momento de decir adiós a los corsés, de dejar de lado al sanedrín formado por epidemiólogos, economistas y fuerzas de seguridad y dar paso a los consejos de un grupo de expertos en deporte, moda y belleza, que casi 50 días a piñón en casa dan para eso y mucho más. ‘Una hora con Pedro: al día’ o ‘Una hora: con Pedro al día’, esos eran los títulos para el programa de ayer, un especial abierto a la más rigurosa actualidad en el que Pedro debería haber dejado claro que domina, porque además así es, todo tipo de contenidos. En Deportes, por ejemplo, debió lucirse hablando de lo último en pulsómetros, en mallas, en zapatillas, en aleaciones de bicis o en ceras parar tener a punto la tabla de surf. Eso, y no otra cosa, demandaba ayer la audiencia. A ver, más… Hemos citado belleza: habida cuenta del generalizado desastre capilar existente actualmente en la sociedad, se hace inevitable haber contado con un peluquero que hubiera dado consejos tanto para ellas como para ellos, siempre bajo la supervisión y el aporte de ideas y certeros comentarios de Pedro, como no puede ser de otra forma.
Ahí van varios posibles ejemplos prácticos que ya no serán: ‘Sobrevivir a un teñido casero: Mujeres de verdad cuentan su experiencia pentacolor’. ‘¿Calvo y con melena? No siempre tienes que dar pena’, un claro guiño al humor de Ibáñez o, por supuesto, ya mezclando belleza y deporte, ‘¿Cinta en el pelo para correr? Mark Knopfler no se lleva’. Y en moda… es que solo el chándal es ya todo un mundo. Por eso mucha gente echó de menos los, sin duda, sabios consejos que podían haber recibido de su presidente. ‘Chandal blanco? Nunca sin colgante de oro’; ‘Hay vida más allá de la XXL… ¡y sin jugar al Rugby!’ o ‘Rosita o celestito: la donna è móbile’, por poner solo otros tres ejemplos…
En fin. En vez de llevarse al público de calle, con su pico y su porte, nada, erre que erre con la ‘nueva normalidad’, la ‘desescalada’, lo de la prórroga de la alarma… y al borde de decir lo que todos nos imaginamos: que vaya coñazo de reuniones que se está comiendo todos los domingos, antes del arrocito, con los 17 presidentes de CC.AA. y los dos de las ciudades autónomas. Presidente, de verdad, hay que ‘repensar’ lo que concierne a ‘Una hora con Pedro’: no son contenidos –los de ayer- para un programa con toda la familia reunida a plato puesto…
A todo esto, no les he contado mi paseo por la tarde haciendo uso de la graciosa (en sentido antiguo) concesión del Gobierno. Pues poco después de las ocho salí y cogí la calle Larga y luego la Avenida… y sí, allí estaba todo perrito-pichichi. Todo Jerez. Parecía que iban a abrir la Feria. De hecho, cuando llegue al Hontoria estuve a punto de ir a comprar un botellín de agua a un puesto de cocos en un momento que tuve de ensoñación… Y ya. Por ahora, me reservo la opinión del paseo. Pero para que se hagan una idea de lo que pienso, ahí va un remedo de la anécdota del lord inglés que tras la noche de bodas –creo que lo recoge Evelyn Waugh en una de sus novelas, aunque tiene pinta de ser chiste de época- le dijo a su flamante esposa: “querida, no pensarás que voy a estar repitiendo estos estúpidos movimientos a menudo”.
Y bien, así entramos en la primera microsección fija de Confesiones, Cultura Infecta, y lo hacemos como casi siempre, sin nada preparado. ¿Estará bien Madrid, interior, el largometraje de Juan Cavestany sobre el confinamiento? Vi por la tele su obra Urtain y no estaba mal…
Por fín, Desinfección y Chuletas, un fenómeno social comparable al de Juego de Tronos o House of Cards pero no tan aburrido. Ya saben que está sección cuenta con todos los parabienes de la OMS, ya que compatibiliza información de caducos sistemas educativos (de cuando se enseñaban cosas) con la más estricta y necesaria higiene de manos. Así G.K. Chesterton, P.G. Wodehouse, el citado Evelyn Waugh e incluso Saki (pedazo nombre para un DJ) aparecen en la palma de mi mano derecha y nos traen el humor inglés de comienzos de siglo XX, a la vez que vuelven a poner en entredicho un notable en Literatura Contemporánea de Periodismo.
Justo antes de irnos, un poco de opinión: A tope de cagadas del PP en Madrid durante el puente de esta comunidad. Si el Corona Festival Ifema -y aquí corona, desgraciadamente, no es la cerveza conocida en todo el mundo por el sabor que le da una rodaja de limón- que se montaron por el cierre del hospital de campaña ya fue de traca, lo de ‘pasar revista’ (o así) a tropas sanitarias en la Puerta del Sol fue inenarrable…
Cuídense (la advertencia incluye a los políticos. Ahí lo dejo, en plan ambiguo).