Empiezo a recibir en el teléfono móvil vídeos de perros y gatos. No sé cómo, no sé qué he tocado… ¿Se acuerdan, los que tienen cierta edad de entre ustedes, del uso elástico que hacían nuestros padres de ‘tocar’ cuando se trataba de electrodomésticos? “Papá, no se ve la tele”: “Algo habrás tocado”. “Mamá, no funciona la radio”: “No me extraña, te pasas todo el día tocando”. “Todo el día tocando” era simplemente el dial para acá o para allá, no se vayan a creer los más jóvenes… Ya, ya sé que hay otro uso para ‘tocar’ relacionado con la edad y la época, que es que andan muchos de ustedes ‘saliconfinadísimos’, pero prefiero obviarlo y remitir, si acaso, a los más persistentes a la famosa escena de “te tocas, te tocas” de la peli Amarcord, de Federico Fellini…
Les decía que de una semana a esta parte he comenzado a recibir vídeos de perros y gatos en el móvil (¡hace una semana y nos los cuenta ahora!, puede pensar, defraudado, el lector o lectora que se haya sumado recientemente a estas provechosas lecturas. Debo recordar que esto no es un diario –no pone que lo sea en ningún lado- y que la elección del nombre Confesiones para la sección es cualquier cosa menos arbitraria). Les hablaba de perros y gatos… es que hoy con el calor no hay manera de concentrarse. Total, que llevo seis o siete días viendo como un rottweiler talla XXXL juguetea con un gatito de un par de semanas, o como Oliver, un beagle, tiene una vida mucho más agitada que la del ‘confinado tipo’, colectivo entre el que sin duda me hallo.
No se crean que protesto de mi suerte, pero es que resulta que el tal Oliver se gana hasta la última croqueta (gourmet, imagino) que le sirve, nunca mejor dicho, su amo: su canal (o como se llame) tiene más de 200.000 suscriptores. Un perro. Empiezo a pensar que la ‘nueva normalidad’ llevaba varios años instalada entre nosotros… Y todo esto me ocurre por andar ‘tocando’ donde no debo e incluso, apurando, me está bien empleado después de burlarme durante años de las increíbles posibilidades de Facebook… para trasmitir oleadas de lorzas en la playa y un extraño e incomprensible baboseo hacia perros y gatos virtuales, entre otras grandes virtudes.
A la hora en que escribo esto, mediodía del sábado 2 de mayo, todavía no he salido a la calle a dar el paseo al que tengo derecho, reservándome para la tarde. ¿Alguien sabe si la salida tiene que ser de una hora o no hay límite dentro del tramo fijado según tu edad y condiciones técnicas? Yo daba por seguro que era una hora, pero leo en un digital que en el BOE no pone nada al respecto sobre el límite. A mí me da igual, es por si tengo que charlar del tema con alguien o con un guardia (a ver, que un guardia también es alguien, no se pretende aquí y ahora menoscabar a la autoridad). Pues ya les contaré la experiencia en las próximas Confesiones, pero mi amigo F. me comenta vía whatsapp que ha aprovechado el tramo de la mañana para dar una vuelta y que no tiene intención alguna de infringir la ley por la tarde, que va a seguir con su rutina durante el confinamiento de zamparse –a veces entera, a veces le queda un culín- una botella de cava todas las tardes de los sábados.
A ver, y no porque sea un paladín cumplidor de la ley, sino porque lo que ha visto –un mundo híbrido de ‘runners’ con gafas de sol y gente en chándal con ‘talla estatua de Botero’- carece del menor atractivo. Vamos, exactamente lo que te esperas ver un estupendo día de mayo como el que hace… al parecer esta fase de la desescalada es, a efectos estéticos, una auténtica distopía.
Bien, como el ordenador me está dando hoy problemas –qué habré “tocado” también en el ordenador- pasemos sin más preámbulos a las secciones fijas de las Confesiones’. En Cultura Infecta, se ha producido un cambio de lectura. Los Cuentos Completos de Flannery O’Connor sustituyen a Josep Pla y El advenimiento de la República. Estupendo el segundo y por ahora sin opinión clara del primero tras unas ochenta páginas. Como es un libro de relatos de casi 800 páginas, seguro que le meteré otras lecturas por medio. Eso sí, le echó un vistazo A. y lo dejó porque el acento sureño de Estados Unidos se quiere de alguna manera remedar en los diálogos traducidos (se entiende que así estará en el original), lo que no deja de recordar a veces a los Hermanos Álvarez Quintero…
En Desinfección y Chuletas, esperadísima sección hija de la necesidad de lavarse continuamente las manos, hoy precisamente son perfectamente visibles en la palma de mi mano de derecha (dada mi condición de zurdo) los siguientes nombres: Serafín y Joaquín Álvarez Quintero, Muñoz Seca y Carlos Arniches, representantes del mundo del sainete, teatro de humor folk y un tanto grueso de las primeras décadas del siglo XX. Su aparición seguro que no enturbia ningún notable ni nada porque a los profes de instituto de los 80 estos autores se la traían al pairo y no caían nunca…
Leído en distinta prensa digital: La Policía expulsa a cientos de personas de parques y zonas verdes de Madrid. Picnic, estupenda película con William Holden y Kim Novak…
Cuídense.
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