… Pues sí, era arroz del señorito. Bastante bueno, por cierto. Aunque vayas de ‘pandemita’ por la vida, ayer era imposible comer en una azotea, por mucho parasol que tenga, que lo tenía. Con los aperitivos mantuvimos el tipo arriba, bromeando con que en días de más calor hemos estado en la Feria (cierto), pero al final hubo que guarecerse y rendirse a las ventajas del aire acondicionado… No les cuento más de la reunión, lo único que les sigo recomendando es coger un taxi una de estas noches y aunque vayan a otro lado hacerse un eslalon en la Avenida.
Pues además del arroz, tenía idea de aprovechar la visita a mis amigos A. y R. para tomar la temperatura a esto de la cacerolada. En mi barrio por ahora no sale nadie –no creo que sea por un tema político, yo creo que el vecindario, votante habitual del PP aunque creo recordar que una vez ganó Ciudadanos, es un pelín soso-, mis amigos me habían comentado que en el suyo sí hay jaleo por la tarde (es un barrio de clase media, por Hipercor) y me apetecía echarle un vistazo. Pero ayer, al menos por su zona, nada de nada. No sé si el personal tiró para la manifestación vehicular de Cádiz convocada por Vox, se concentró en el Caballo o simplemente hacía mucho calor para darle a la cacerola, el caso es que ni a las ocho y a las nueve pude disfrutar –es un decir- de concierto alguno.
En realidad, hace varias semanas que vi una de las primeras caceroladas ‘oficiales’ que se han venido produciendo, la del primer día que se pudo salir a pasear sin la bolsa del Mercadona de tapadera. Era sábado, seguro, y en la Avenida y alrededores salieron a protestar contra el Gobierno y su gestión de la crisis sanitaria decenas de vecinos cacerola en ristre, aunque curiosamente había más ruido que vecinos, se ve que alguno prefería manifestarse en el interior de la casa, sin salir a la terraza, no sé si por algún tipo de vergüenza al llenarse la calle de repente de gente, por el desorden capilar propio y generalizado o sencillamente por miedo a coger un catarro. Yo la verdad es que ni sabía que había convocada una cacerolada y de A., que iba de paseo conmigo, qué quieren que les cuente: instalada en su habitual despiste, a la altura del Coloma dijo que qué alarma más rara estaba sonando…
En realidad sí se trata de una alarma rara y es curioso que sean los que mejor viven los que por ahora estén saliendo a la calle. Este pandemita entiende que hay motivos para la protesta, desde luego, pero no acaba de entender que sea gente socialmente favorecida la que haya empezado. En realidad no se protesta tanto por el hecho de que el Gobierno lo haya hecho mal como porque ha sido este Gobierno el que lo ha hecho mal, eso estaba claro desde un principio, antes de que partidos como Vox dieran definitivamente la cara y dejarán de convocar a través de asociaciones interpuestas. ¿Qué va a ocurrir en otoño, cuando probablemente haya cinco millones de parados?
Pues como se nos rompió la bola y respecto a los posos hace muchos años que el médico nos dijo que el café mejor no, damos paso ya a Su Pandemia, gracias, el magazine de prensa en edición fin de semana. En primer lugar recogemos a Carlos Prieto, que cierra con 72 ediciones su Diario de la Pandemia y lo hace con un artículo muy divertido, “Los enigmáticos planes de Fernando Simón para después del coronavirus”. Por ahora vamos a mantener un poco más las ‘Confesiones’, no sé si hasta el advenimiento de la nueva normalidad, que seguro que merece un articulito, o hasta que podamos ir unos días por ahí, que ya va apeteciendo… En El País pueden leer un completo reportaje sobre “Los primeros cien días en que se propagó el virus”. Por último, en la propia lavozdelsur.es les animo a leer el artículo sobre la vida, obra, milagros, tribulaciones y aspiraciones de Antonio Saldaña —Saldaña, el nuevo inmatable— que firma Paco Sánchez Múgica.