No sé si ustedes, queridas y queridos lectores, han reparado en ello, pero nuestro presidente, Pedro Sánchez, ha dejado de utilizar de manera continua y machacona lo de la “nueva normalidad”. Se le sigue escapando alguna, claro, pero últimamente, me atrevería a decir que de diez días a esta parte, utiliza mucho más “normalidad” a secas. ¿Quiere esto decir, en términos ‘voxitivos’, que ‘el gobierno socialcomunista’ nos ha robado ya hasta la ‘novedad’ en todo lo que se refiere a la pandemia o, por el contrario, quiere decir que a fuerza de utilizarla, y de que los ciudadanos han ido viendo día a día de qué se trata, el uso de “nueva” ha ido perdiendo sentido? Es cierto que hay periodistas que siguen utilizando continuamente la expresión, pero eso no tiene la menor importancia, hoy por hoy la mayoría son gente adocenada que dice lo que les piden que digan y hasta que no haya nueva contraorden ahí van a seguir ellos, con su “nueva normalidad”, su sustantivo y su adjetivo, tan pichis, como al que le han regalado un flotador gigante de cisne… Ya verán como a alguno se le ocurre “normalidad nueva” cualquiera de estas ‘fases’ y sus compañeros le hacen la ola: la que se merece, por cierto.
Dejemos a los periodistas y centrémonos en la ‘desescalada’ que se está produciendo en el uso de la palabra ‘nueva’. Ayer vi como veinte minutos –tampoco conviene exagerar— del debate en el Congreso que suscitó la última y, al parecer, definitiva, renovación del estado de alarma. Por cierto, resulta un poco manido decirlo últimamente, pero el lenguaje y las formas que se gastan los políticos es ‘de a litro’. Yo diría que la mayoría no desentonaría en una taberna de serrín y escupitajo, locales cuya pervivencia hoy día este cronista debe decir que desconoce y que hará ya como 15 años de la última vez que puso los pies en uno que era solo similar. Seguidor parcial de los bares cutres –aunque lejos de los gustos de mi amigo F., que creo recordar que llegó a hacer informes de bares costrosos en sus viajes junto con su pareja de entonces— no me importaría pedir a sus señorías las señas de alguno de estos templos que, a la vista y el oído está, se ve que frecuentan. Y lo haría sin miedo, con la tranquilidad que da, por ejemplo, haber acudido decenas de veces en mi juventud a una tasca cuyo nombre no recuerdo, si alguna vez lo supe, a fuerza de que los amigos la llamáramos El Infame. Cómo sería la cosa que un amigo no habitual vino una vez y dando por hecho, de tanto oírlo, que se trataba de un giro admitido, se dirigió al propietario y único empleado del tasco con un “oiga, infame”, lo que molestó sobremanera al señor, tal vez precisamente por lo directo que resulta el vocativo sin el uso del ‘señor’ delante…
Como otras veces en Confesiones, nos estamos dispersando, aunque esta vez no tanto. Hemos pasado de unas señorías de palique infame al señor propietario de un negocio que a buena parte de su clientela le resultaba infame (lo que no quita para que siguiera yendo de manera alegre y profusa a tomarse allí las primeras cervezas) y volvemos a sus señorías. En la “nueva normalidad” parlamentaria, de seguir así, cualquier día de estos vamos a ver –como ocurre en algunos países del Este de Europa o incluso asiáticos— una ensalada de hostias entre contrincantes, lo que no dejaría de ser muy llamativo en una TVE que en su día prohibió emitir el boxeo. Por cierto, no sé cómo se llama el programa éste sobre plenos parlamentarios que echan a mediodía en directo, que se conoce que como ahora todo es histórico… A ver, ‘Una hora con Pedro’ como tal no es, ese además es siempre en fin de semana… no sé si es Pedro en su hemiciclo o así, como sonando a la novela de García Márquez. En Pedro en su hemiciclo, ya digo, el planteamiento es absolutamente novedoso: nos informamos de que la “nueva realidad” es ya prácticamente “realidad” a secas mientras sus señorías andan a la greña y cualquier día van a montar boxeo o UFC, que ya sería el colmo, lo de la UFC, digo, porque, al fin y al cabo, el boxeo... Pues nada, a disfrutar en la pandemia de esta “nueva normalidad” –tan nueva y ya tan ordinaria- capaz de unir parlamentarismo y próximamente deporte…
Y así damos paso a La Pandemia, al día, un magazine de prensa que hoy podría perfectamente presentar Héctor. Dejamos de momento la política a un lado, para enterarnos un poco de lo del arresto de Nacho Vidal, otrora orgullo patrio. En ‘El Confidencial’ se puede leer “El rito (mortal) de Nacho Vidal: 600 euros por sesión en la mansión Playboy valenciana”… ¡eso es un titular, hombre! En ‘eldiario’ podemos volver a la pandemia y leer “Por qué tenemos tres cifras de muertes durante la pandemia: 27.000, 43.000 y 48.000”… eso nos preguntamos nosotros también por qué, por qué… esperen, que son tres: y por qué. Buena parte de la prensa de centro y derecha critica una cosa que la de izquierda y nueva izquierda obvia: “Sánchez crea una nueva dirección general en Transportes para colocar a su mejor amigo”, vendría a ser el titular. La prensa de izquierda y nueva izquierda critica una cosa que la de centro y derechas obvia: “La Guardia Civil usa ahora un ‘off the record’ de Irene Montero para insistir en sus tesis del 8-M”. Sí… se refieren al ‘off the record’ (muy feo lo de divulgarlo, una cosa no quita la otra) que ha visto todo perrito pichichi, como si fuera nuevos para ellos. Y así, seguimos, amigas y amigos…
Y nos vamos, como no podía ser hoy de otra manera, con una frase de Mike Tyson que, en principio, era para aplicable solo para el boxeo, pero que vale tanto para la vida como para la política: “Todo el mundo tiene un plan… hasta que le cae la primera hostia”.