Alfa y omega; principio y fin; inicio del confinamiento y fase 3; 14 de marzo y 7 de junio; eliminó el Atleti al Liverpool y ya vuelve el fútbol… dándole más vueltas, prefiero lo de la retirada a tiempo es una victoria o incluso, mejor aún, a todo cerdo le llega su San Martín… Nos podríamos tirar así toda la tarde para llegar a la misma conclusión: Confesiones se va. Es el momento adecuado. Había otras opciones, claro, como seguir un par de semanas más hasta llegar a la nueva normalidad. De hecho tenía varios nombres sobre la mesa para volver a remozar la sección: Confesiones en la Tercera Fase creo que hubiera sido el ganador, suena bastante bien, pero tal vez tenía razón Napoleón con lo de la retirada… aunque, ahora que lo pienso, me hubiera gustado contarles cómo es una discoteca en la que la gente tiene prohibido el baile o cuándo decide el Ayuntamiento de Jerez que dejen de teletrabajar sus conductores de autobús… son muchos temas los que quedan pendientes, tiempo habrá de tocarlos en Marca ACME, que por ahora vuelve, hasta que podamos irnos por ahí unos días a vivir libremente, como potrillos de Vicos, en esa tal normalidad que nos aguarda.
Creo que han sido 85 Confesiones, un número que está bien, no es ni redondo ni completamente indiferente… además, para los aficionados al juego y al ripio, viene con su premio y todo. Las Confesiones de un Confinado y las Confesiones de un Pandemita tienen vocación de quedarse ahí… ojalá no haya Confesiones de Otoño y fatalmente se cierre la trilogía: si hemos dejado con un par de narices a un título que recordaba a Spielberg, con más motivo espero que ocurra lo mismo con este otro que evoca forzosamente a Valle-Inclán…
Espero al menos no haber molestado mucho a diario con unas Confesiones que, casi tres meses después, han tenido un poco de todo. Comedia y drama, ironía y confesión, realismo y absurdo… El lector ha podido disfrutar también de los grandes temas que debe tener toda narrativa, como el amor –el de un tipo que se queda prendado de una grúa verde: “oh, espigado farallón esmeralda” (permítanme una última incursión en la poesía)-; la rebelión –a cargo de unos electrodomésticos que se ven de repente invadidos en La intimidad de su casa-, la revelación –debo confesar que el sarmiento de vid que cayó en mi terraza el Domingo de Resurrección sigue por ahí, conviviendo perfectamente con una maceta de aloe vera- y, por supuesto, la continua búsqueda que debe caracterizar eso que se da en llamar vida humana, desde temas aparentemente pedestres como prestar atención al canto lejano de las gallinas urbanas (o al intento fallido de percibir con los pies descalzos miniterremotos) a las grandes cuestiones como la soledad, la angustia o el descontento que, desde que el mundo es mundo, forman parte de nosotros…
Hemos hablado también de la pandemia, claro, de su lamentable gestión –y lo que nos queda- por parte de los políticos, de lo que (no) hemos visto en la tele y el ridículo general que por ahora ha hecho el periodismo –los periodistas, ante la noticia de sus vidas-, del espectáculo sustituyendo al drama… Bien, tiempo habrá de seguir hablando de estos temas, sin duda.
Nos vamos ya. Sin más dilación. Fuera pañuelos –ah, que con la pandemia no se pueden usar… vale-. Hemos decidido titular estas últimas Confesiones como Oración, despedida y cierre, que era –y lo digo para la chavalería- el mini programa con el que TVE terminaba su emisión en tiempos del general aquel de voz de pito y creo (solo creo) recordar que en los primeros años de la Transición. Bien… si me permiten, allá van la pequeña oración de alguien ateo y la despedida de quien seguirá en Marca ACME: ya ven qué dos valores. Eso sí, con el cierre se pueden quedar. Ese es bueno…
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