Les supongo enterados de lo de la ‘fiestuqui’ de, digamos, ‘gente bien’ celebrada hace unos días en Córdoba que ha acabado –por ahora— con una cuarentena generalizada para sus asistentes tras confirmarse un caso de contagio por coronavirus. Pandemia arriba, pandemia abajo, en España es de buen tono que cada uno haga lo que le da la gana, pero los ricos… eso ya, de eso ni hablamos.
Pero volvamos a la ‘fiestuqui’, eludiendo, como siempre que tocamos este tipo de temas, convertirnos en policía de la moral, algo muy en boga tras el confinamiento. ¿Aproximadamente cuántas normas se han saltado sus asistentes? El ‘aforo’ real de la fiesta era el doble del permitido en la actualidad —fase 2 de la desescalada o así— para reuniones caseras, ya que había unas treinta personas; había gente de otras provincias, caso de Sevilla, e incluso había un belga –varias informaciones dicen que vinculado a la Casa Real de dicho país—, que al parecer se había cruzado media Europa para asistir a la cuchipanda, que debió ser de tronío si se cumplieron las evidentes expectativas con que acudía este buen señor, por desgracia hoy enfermo de coronavirus y que ya vendría contagiado.
¿Y quién va a pagar esto? A poco, ustedes, claro. Para los ricos, su dinero es de ellos, claro, y el de todos, el dinero público, como dijo en otro contexto una destacada dirigente del actual Gobierno –cabe suponer que en un mal día— no es de nadie. Si nos descuidamos, pagamos hasta la fiesta. ¿Qué no? No conocen a los ricos. Dicen que les pueden caer hasta 600.000 euros de sanción a los anfitriones. Ya. Si al final hay mala suerte, pues se recurre. Y otra. Y las veces que haga falta. Pero no nos hagamos mala sangre: en el fondo, a su manera, se han comportado como auténticos pandemitas, con ganas de vivir en la pandemia. Hay que hacerse cargo. Es difícil decir que no a una buena fiesta y, claro, ellos no van a andar con formalismos del tipo que si el aforo esto o una arbitraria demarcación provincial impide lo otro... Con todo, espero que el Champagne y las ostras merecieran la pena.
Lo que pasa es que hay un tipo de rico, en España desde luego, que se cree inmune a todo, y aquí inmune no se aplica solo a un tema de salud, claro. Y lo poco que se conoce de la fiesta, al final, viene precisamente a demostrar que cierta inmunidad hay. Por supuesto que hay privacidad legal de datos, pero de ahí a que por ahora todo lo publicado sea “alguien vinculado a la Casa Real belga” en un tema que está en todos los medios, pues... De hecho no sabemos ni el motivo de la reunión. ¿Un cumpleaños? Nada. Ni quién lo organizó, aunque seguro que lo sabe toda Córdoba. Y el sarao fue a medidos de semana, eso de darlo todo los viernes o los sábados queda para el vulgo. Imposible leer alguno de los ilustres apellidos que se presupone que asistieron a la fiesta, así que por ahora no sabemos si, efectivamente, descienden de la pata de Pelayo o estamos ante una exageración de periodistas y son simples bisnietos de estraperlistas y/o adjudicatarios del antiguo régimen, que ahora se llama “alta sociedad” a cualquier cosa…
Lo cierto es que parece que al virus le gustan los cumpleaños. En Lleida o en Badajoz los dos rebrotes que se han producido se achacan a celebraciones de este tipo: un motivo más para no ir de cumpleaños. Ya saben, si van en esta fase a una reunión con quince invitados, procuren que no sea un cumpleaños, con que sea un ‘santo’, es suficiente…
Y damos ya paso a Su Pandemia, gracias, un homenaje a los bares –más en concreto a sus máquinas de tabaco— en la sección La Pandemia, al día, edición fin de semana. En El Mundo destacamos el perfil nada amable que hace Alfredo Bustos –qué bien escribe este tío— de Pablo Iglesias. Leemos en Público una entrevista a Sergio del Molino, que estrena libro tras el exitazo de La España vacía, la entrevista es de Juan Losa. Por último, en eldiario.es se puede leer una interesante entrevista precisamente al padre de Pablo Iglesias tras la polémica de la semana en el Congreso. Este señor, que se llama Javier, le dice a Alejandro Torrús que “todo mi pasado terrorista se reduce a haber repartido tres panfletos del Primero de Mayo”.
¿Qué versión de La Vie en Rose les gusta más? No digan inmediatamente que la de Édith Piaf… al menos en este artículo pega más la de Grace Jones, reina en su día de Studio 54 y sus francachelas.
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