Francisco José Márquez Sánchez es un joven poeta jerezano. Poca gente lo conoce, aunque ya tenga un libro publicado y algún que otro premio literario en el zurrón. Es un hombre modesto y humilde, un padre atento y un amigo inmejorable.
Ya no recuerdo si fue él o fui yo quien propuso comenzar a andar por el camino de las letras, ha llovido mucho desde entonces. Lo que no se me va de la cabeza es su ímpetu constante, sus ganas de luchar esta batalla por la cultura, que parece siempre estar perdida, y como tira de mí cuando le faltan balas.
Hace ya casi un año que nos propusimos hacer algo diferente, algo que no se hubiese visto en Jerez, para ver si así lográbamos darle un aire nuevo al ambiente literario de la ciudad. Y así fue como empezamos a hacer los recitales poéticos en Coso.
Para quien no lo conozca, Coso es un lugar muy especial, mitad cafetería, mitad sala de exposiciones, que brinda el clima propicio para cualquier evento relacionado con la cultura.
Poco a poco, nos fuimos haciendo hueco entre sus cómodos sofás y su mobiliario de diseño, endulzando con nuestras letras sus exóticas infusiones. Muchos apasionados de las letras nos han ido visitando, nombres importantes, que han querido compartir sus textos y otros menos conocidos, o incluso anónimos, que se han atrevido a saltar a nuestro pequeño escaparate de versos.
No os voy a engañar, aun no hemos conseguido llenar el local, pero sabemos que todo aquel que se ha acercado a conocernos se ha llevado un grato sabor de boca. Es muy difícil hacer que la gente se acerque y participe, e incluso que simplemente venga a escucharnos mientras se toman una copa o un café.
Y aunque es triste ver las sillas vacías, esperando a un público que nunca llega, lo es aún más escuchar esa frase tan repetida de “bueno, para ser Jerez, no está mal”. Para ser Jerez, una ciudad que se dice cosmopolita, el sitio debería estar a rebosar, como sucede en Sevilla, en Málaga o Granada.
Será que la gente está demasiado ocupada, incluso la que dice estar profunndamente interesada en la poesía, para venir a una cafetería a empaparse de cultura. Pero a nadie le falta una foto con la bola de luces de la Plaza Belén.
A veces, demasiadas veces, dan ganas de tirarlo todo por la borda, de cancelar los actos y romper los carteles, al comenzar un recital de poesía para diez o doce personas. Pero al rato, cuando ves las caras de esas personas y sientes que de verdad están disfrutando con lo que haces, se te pasa.
Cuando termina el recital, y esas personas se acercan, te abrazan y te felicitan, uno siente que ha hecho algo necesario y regresa a su casa con una agradable sensación en el pecho.
Sirvan estas palabras como sentido agradecimiento a esos diez o doce fieles que nos siguen siempre, por creer en nosotros, y a la gente de Coso por ofrecernos un refugio de paz entre tanto ruido. No dejéis de seguirnos, nosotros no dejaremos de luchar, porque no todo está escrito, y mientras tengamos fuerzas seguiremos haciendo, por vosotros, este tipo de cosas en Coso.