Y soy tonta del todo, tonta profunda, tonta grave. Hala, ya he salido del armario. Y a partir de aquí pueden ustedes seguir leyendo este artículo o no. Si deciden no leerme nunca más y odiar mis planteamientos con entusiasmo, adelante. Forma parte de mi forma de vivir el respeto hacia los demás, y sus formas de vivir y pensar. Créanme, ya no duele, pues la tolerancia es el mejor analgésico, y el mejor impermeable. He ahí la diferencia con algunas actitudes que últimamente encontramos (sí, en plural, pues nos pasa a todos) en la vida virtual y en la vida “física”. Hablo de actitudes, y no de personas, pues quiero pensar que a lo mejor no hay tanto de verdad en esa impostura políticamente correcta con la que algunos, muchos, pretenden ser aceptados en su entorno cercano.
En pleno siglo XXI les parecerá increíble que existamos personas que elijamos ser creyentes. Debe haber frikis de todo, ¿no? Lo realmente increíble es que en esta sociedad en apariencia tan flower power que lucha por la igualdad en manifestaciones y pide tolerancia y convivencia, se arrincone a los creyentes cristianos. Se percibe a veces una soberbia muy hostil entre los que se sienten superiores moralmente a todo y a todos, y realmente no saben que se dejan arrastrar por otro tipo de adoctrinamiento: el del anticlericalismo español rancio, muy rancio. En alguna ocasión he hecho experimentos masoquistas y he hablado de religiosidad o espiritualidad en alguna red social, sin mencionar ni iglesias, ni mezquitas ni sinagogas, y no falla que como por resorte, algún exaltado use el argumento de la pederastia de los curas como forma fácil de ganar en el debate, cuando descubren que servidora ha recibido una educación católica.
Siempre he optado por el silencio, pero ahora ya no, y la mejor defensa no es el ataque en mi caso, sino expresar que claro que me repugnan profundamente los pederastas, y la repugnancia es máxima cuando hay toda una institución con raíces profundas en nuestra cultura que ha permitido que se cometan tan deleznables acciones. Seguramente Dios, a estas alturas, nos mira y se encoge de hombros, como diciéndonos allá vosotros con vuestras curas. Qué quieren que les diga. Pero el problema es mucho más profundo que esa guerra contra la Iglesia, con la que por cierto es necesario ser duramente críticos. Es cierto que no hay por donde cogerla, y eso ayuda a que el esnobismo más cutre se afiance en esa persecución antirreligiosa.
Todos los curas son pederastas, y los católicos, sus cómplices. Toma ya. Pero si se muda al lado una familia musulmana, por ejemplo, por chachipirulismo hipócrita, será acogida con alegría e invitarán a sus hijos a los cumpleaños (lo que debe ser) y procurarán que a esos niños no se les diga que Alá no existe, y que sus costumbres son retrógradas. Y es que en el Islam no hay pederastas (y no hablaré de lo que ustedes también están pensando). Molan, porque todos somos iguales. Pero ah, los católicos no. Vade retro. ¿Les parece incoherente? A mí sí. Y es muy habitual.
La incoherencia roza lo surrealista cuando en algunas conversaciones surge el tema de siempre, el agnosticismo y al ateísmo vehemente (que también respeto, ojo) como manera correcta e inteligente de vivir, en personas que sin embargo celebran fiestas en Navidad, compran regalos para Reyes y no van a trabajar en Semana Santa, aunque se escapen a la playa por huir de los capillitas. Sin generalizar, sí que me molesta que esos seres infinitamente más listos y cultos que yo, pretendan imponerme a mí sus no creencias, cuando servidora jamás ha intentado secuestrarlos para soltarlos en misa. La arriba firmante tampoco es que vaya mucho, la verdad, porque ser creyente a lo mejor no es ser apostólica y romana.
Estamos en un momento complejo, no me lo negarán. En este país tenemos un gran cacao mental y espiritual. Los símbolos son ambiguos. La terminología, también. Ni todos los curas son pederastas, ni todos los católicos, fachas, ni todos los musulmanes terroristas, ni todos los de izquierda hippies, etc. Los tópicos, los prejuicios, los juicios. La idiotez siempre ha abierto muchas heridas y ha enterrado sentimientos. Alguno se sorprendería al descubrir que el primer indignado perroflauta, comunista verdadero, fue Jesús, quien no tenía pinta de facha para nada.
A lo mejor, creer en Dios es de tontos, pero los tontos también tenemos derecho a serlo. Y la fe es una elección, una decisión como otra cualquiera, íntima, personal. Merece respeto como todas las demás decisiones que se toman desde los sentimientos. Solo así es posible crecer y convivir. Eso es lo que lo que le inculco a mis hijos: la verdadera libertad.