Si el pueblo andaluz se preguntase, o mejor, si la izquierda andaluza se preguntase, cómo hacerse valer ante los ofensivos desprecios de nuestra identidad que a menudo irrumpen en la opinión pública estatal, bien desde la política madrileño/castellana, desde la ignorancia de otros espacios territoriales con más soberbia que conocimiento cultural, o desde el ya demasiado común periodismo mercenario que puebla las cadenas “nacionales”, no tendría más que analizar el porqué del pedazo de impacto viral del último anuncio de la cervecera Cruzcampo.
Ha sido una multinacional de la cerveza, Cruzcampo pertenece a Heineken, la que muestre el camino formal exitoso que han de tomar las reivindicaciones de justicia, equidad y equilibrio territorial que necesita Andalucía.
Cruzcampo hace valer el acento andaluz recuperando a Lola Flores, símbolo actual del feminismo popular de las mujeres andaluzas, como bien recuerda en más de una ocasión la pagina feminista Como vaya yo y lo encuentre de la periodista Mar Gallego. El anuncio de la Cruzcampo, en femenino, trasmite el valor de la cultura de las raíces para el "empowerment”, lo que en Andalucía hemos llamado de toda la vida “poderío”. Trasmite el valor y la fuerza colectiva de la diversidad, el respeto a la diferencia y el genio de lo común simbolizado en el acento. El acento, los acentos andaluces, son nuestro idioma, y, ya se sabe, un idioma es un universo cultural único fruto de historias milenarias.
No es extraño que cierta izquierda con permanente vocación marginal haga más hincapié crítico en que es puro marketing para vender una marca que en realidad es holandesa y no andaluza, que en los valores que trasmite con fuerza la alianza intergeneracional de una Lola Flores rediviva y una María José Llergo con hermosísimo acento cordobés.
No es extraño que la prensa de derechas y la que quiere parecer que no es de derechas, pongan el acento en el hecho de que el anuncio está fabricado con técnicas deep fake, o sea de trola jonda. No es extraño que quieran desplazar la noticia del tremendo impacto viral, por el genio del anuncio y los valores que trasmite, a un debate sobre si los publicistas nos engañan o nos pueden engañar manipulando la imagen y la voz de los muertos. Absurdo, todo el mundo sabe que Lola es vida que ya no está entre las y los vivos. Absurdo, todo el mundo sabe que el arte es más verdad que la verdad sin necesidad de ser imagen exacta de alguna realidad. Absurdo, llevar el asunto ahí es, una vez más, querer ocultar la fuerza de lo andaluz.
La viralidad del anuncio demuestra la fuerza identitaria de Andalucía. La viva muestra de que el andaluz es un pueblo con cuyo acento habla como ninguno el más poderoso de los idiomas, el idioma de los sentidos. Que se hiciese viral en tan poco tiempo certifica que si Andalucía quisiese y abandonase su docilidad ante quienes defiende el esquí, la caza, matar toros con saña en ruedos del albero y poner coronas borbónicas a nuestros símbolos republicanos y federales, entraría en el escenario de la reivindicación política como la reina súper star que describiese Carlos Cano en los años ochenta.
Ha tenido que ser la pulsión mercantil de la Cruzcampo la que al avivar con un soplido los rescoldos ocultos de nuestra identidad cultural, nos muestre que la Andalucía reivindicativa sigue ahí. Una llama popular a la que se le arrojó arena por quienes ocuparon las instituciones durante treinta y seis años, y es ignorada por quienes, gobernando ahora Andalucía, solo defienden intereses residenciados en Madrid.
Cruzcampo tiene interés de negocio privado, no lo ignoramos, precisamente por eso ha encontrado de manera brillante la forma de sacar partido a lo andaluz. Imaginemos que esa brasa candente la utilizamos para defender lo común frente a quienes gobernando Andalucía lo hacen a las órdenes de Casado, Ayuso, Arrimadas o Abascal en contra de nuestros intereses.