El entrenador de la selección de fútbol de España masculina, Luis de la Fuente, aplaudiendo a Luis Rubiales este viernes.
El entrenador de la selección de fútbol de España masculina, Luis de la Fuente, aplaudiendo a Luis Rubiales este viernes.

Dos semanas sin escribir artículos y me muerdo los dedos para que haya una tercera pero no puedo. Hay  demonios que no aguantan más adentro. Y ha pasado de todo, nos quejaremos, alpiste para columnistas,  lengua para tertulianos, contenido y portadas para periódicos, a pesar de agosto. Y a pesar de final de verano, no vengo hablar de besos no besos, tampoco de amores no amores ni imposibles, fortuitos o inexistentes  intercambiando teléfonos a la salida del camping con sus padres tirando de ella y tú echándote a llorar en el  coche de vuelta a la ciudad.  

No.  

Hoy vengo a hablar un poco de entomología. Cortito y al pie y sin tirar de rollo y por simple y llana observación de un par de criaturas, las dos manos derechas del expresi, otro digno de estudio pero harto estudiado, sus  dos más altas apuestas, sus dos caras visibles de sus proyectos más últimos.

Sabéis de quienes hablo. Míralos, en primera fila en esa cofradía, reunión de piratas o mitin de partido a final de campaña. Primera línea de defensa, primera línea de ataque, son buenos estrategas, al menos lo parecen, al menos están preparados para ello, ahí están, aplaudiendo, incorporándose, mostrando apoyo férreo y cobertura simbólica, reventándose las manos con mirada dura y seria y compungida de estamos contigo ante esta injusticia.  

Vale, nauseabundo. Pero a eso se le llama lealtad. Y es un valor. Para mí de los admirables. Al fin y al cabo sospecho que son de la misma especie.  

A uno de los ejemplares casi se le desmonta la fachada con un esbozo de media sonrisa infantil y un conato  de caída de baba ante el ofrecimiento del insecto reina de un contrato de medio kilo al año. Ahí delante de  todos. 

Normal, chaval, eres humano, al menos eso pensábamos antes de atisbar esas dos pequeñas y nerviosas  antenas. 

Porque fue caer vuestro jefe en desgracia, como un personaje de Goodis y vosotros dos lanzar comunicados  que le tuvieron que sentar como balas, peligro, el barco se hunde, la luz de la cocina que se enciende y ustedes  buscando un escondrijo de forma desesperada donde manteneros a salvo, cobrando y disfrutando de esos  privilegios otorgados por el gran jefe.  

Eso tiene muchos nombres. Todos igual de despreciables. Pero qué se le puede pedir a un par de cucarachas. 

Dicen que son capaces de sobrevivir ante una explosión nuclear, incluso a una de este calibre en el mundo  del fútbol. Por su capacidad de adaptación, de mentir, cambiar de parecer pueden resistir a las peores  catástrofes con tal de salvar su culo de insecto. Son bichos increíbles pero del todo repugnantes. 

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