Soy uno de esos chicos que creció con Cuéntame Cómo Pasó. La serie del Grupo Ganga, una de las más longevas de la televisión española, cumple quince años en antena.
Soy uno de esos chicos que creció con Cuéntame Cómo Pasó. La serie del Grupo Ganga, una de las más longevas de la televisión española, cumple quince años en antena. En este recorrido –de 1968 a 1985 en la ficción, 2001 a 2016 en emisión-, TVE ha llevado a la gran pantalla una de las etapas de mayor trascendencia histórica, política y social de la historia reciente de España y del mundo. La ficción, de la que recuerdo en sus inicios el éxito de Massiel en Eurovisión o la emisión del aterrizaje del hombre en la luna, ha sido (y es) un referente para las familias españolas por alejarse de lo estrictamente convencional. El hecho de tratar el tardofranquismo y la transición española desde diferentes perspectivas honra este producto de la televisión pública frente a otros de carácter histórico que, en mi opinión, tienden a llenarse de tópicos sensacionalistas. Cuéntame, por su parte, rescató los recuerdos –en ocasiones muy sensibles para la opinión pública- de toda una generación de padres y abuelos que rememoraron las idas y venidas de una época que cambió radicalmente a nuestro país. Y a este respecto, la función que ha tenido en torno a una sana y entretenida divulgación histórica –aunque hay que reconocer que más descafeinada en las últimas temporadas- en los hogares españoles es innegable. Ahora bien, ¿se merece esta joya televisiva el final que parece que está teniendo?
Como es bien sabido, desde que el Consorcio Internacional de Periodistas hiciera público los famosos Papeles de Panamá, la lista de defraudadores a Hacienda no ha hecho más que aumentar. A los casos de reconocidos personajes de escala internacional y vinculados especialmente a la clase política, se han sumado los de figuras del mundo de los negocios, del arte o del propio cine. En esta coyuntura, aparecieron los nombres de célebres actores como Imanol Arias y Ana Duato, protagonistas de Cuéntame Cómo Pasó. El recorrido cinematográfico de estos dos excelentes actores españoles se ha visto de repente manchado por un delito fiscal que ronda los dos millones de euros. Dejando a un lado las acusaciones cruzadas, la presunción de inocencia y la vinculación de la productora encargada de Cuéntame –Ganga-, este escándalo fiscal deja tocada –aunque parece que no hundida- a la serie de TVE, de la que se ha especulado que sea esta su última temporada.
De un día para otro, la familia modelo de la transición española ha dado un salto de gigante para situarse en plena contemporaneidad. Un salto comparable al de Antonio Alcántara, quien pasó de presenciar en el tradicional saludo fascista que hacía Franco en la Plaza de Oriente a participar en la UCD de Suárez para votar y aplaudir finalmente la victoria de Felipe González en 1982. La serie, que ahora se enmarca en la época de tránsito hacia la entrada a la OTAN y la Comunidad Económica Europea, se ha precipitado hacia el destape de las vergüenzas de esta globalización y sus reductos infranqueables, los (vírgenes) paraísos fiscales internacionales. De la socialdemocracia de boquilla al neoliberalismo en un plis plas. Un ejercicio de dudosa moralidad en el que los actores –y, por supuesto, la productora y TVE- tienen, en mayor o menor grado, una responsabilidad que quieren eximir en estos momentos.
Como bien ha insinuado el Ministerio de Hacienda, esta serie ‘modelo’ puede suponer un verdadero peligro para la opinión pública española. Dice el refrán que hay que predicar con el ejemplo. Nadie es más que nadie. Y debes una explicación aún mayor cuando tu trabajo es remunerado por el conjunto de la sociedad, ya que no olvidemos que Cuéntame y los ingresos de la productora y sus actores están supeditados al presupuesto de una cadena pública como es TVE. Es por ello, que los españoles merecemos unas disculpas y unas explicaciones a la altura de las circunstancias. Sin señalar a nadie, creo que debemos decir alto y claro que paguen los responsables y que dejen de marear la perdiz. Lo estamos esperando.
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