Conozco pocas cosas más bonitas que el deporte de cantera. Sus primeros días, esos donde eligen una modalidad deportiva, donde descubren esas habilidades ocultas que ni ellos mismos sabían que tenían.
Hablo con conocimiento de causa. Durante años me dediqué humildemente a entrenar a un grupo de niñas al baloncesto y nunca se me olvidarán esas caritas y las ganas de aprender lo antes posible.
La importancia del deporte base es algo demasiado importante para tomárselo a broma. Ya sean colegios o clubes deportivos, la iniciación deportiva es necesaria que se haga con mucho tacto y sobre todo haciendo que el niño se ilusione con su nueva experiencia. Se ha de tener mucho mimo a la hora de elegir los monitores.
No por muchos conocimientos que se tengan te hacen ser la persona adecuada. Más que entrenadores, a esas edades necesitan educadores y personas que consigan ilusionar y motivar a nuestras nuevas generaciones.
Otro tema muy importante son los padres. Los progenitores de estos futuros deportistas piensan que tienen en casa a los futuros Pau Gasol o Carolina Marín. Muchísimas veces da vergüenza cómo se comportan algunos viendo jugar a sus hijos, sin tener en cuenta el daño que les producen tanto a sus hijos como al resto de chavales que se encuentran a su lado.
La educación siempre debe empezar desde casa y hemos de ser conscientes lo que transmitimos a nuestros hijos en cada momento.
Por todo esto, tomémonos el deporte base como se merece, con cariño, paciencia y dedicación. Disfrutemos del futuro que está por venir, de ver sus caras, sus nuevas experiencias y quitémosles esa presión que no está hecha para su edad. En el día de mañana se lo agradecerán.
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