Observando las imágenes de los participantes en la recepción que se desarrolló en el Congreso de los Diputados, conmemorativa del 40 aniversario del 23-F, uno era consciente de que está desapareciendo aquella generación gloriosa de estadistas, que transitaron por el tardofranquismo y fueron protagonistas de nuestra Transición. Como única figura relevante nos queda un respetado por todos, izquierdas y derechas, Miguel Herrero de Miñón y en Catalunya ante la desaparición de Pujol apenas Miquel Roca.
El 2 de marzo de 2011 nos dejó uno de esos últimos políticos de aquel grupo, se cumplen así ahora diez años. Ignoro la razón pero las conmemoraciones múltiplos de 5 se recuerdan con una mayor importancia, mayor aún si lo son de 10.
Enrique Curiel comenzó su andadura política de la mano del “viejo profesor”, otro Enrique, en este caso Tierno Galván, en las luchas contra el franquismo desde la Universidad de Madrid. Lideró junto a él las impresionantes marchas de universitarios de los años 60, se licenció en ciencias políticas y participó en la andadura del Partido Socialista del interior, luego PSP, liderado por ambos.
Después una larga militancia en el PCE de Santiago Carrillo, donde llegó a ser Vicesecretario General junto a Nicolás Sartorius. Persecución, detenciones, cárcel en la famosa de Carabanchel junto a Marcelino Camacho y los del Sumario 1001. La deriva de Carrillo y la visión de que la izquierda no se podía permitir el lujo de tener dos fuerzas políticas confrontadas, le llevó a enfrentarse a él y abandonar su militancia creando la Fundación Europa con un grupo de ex militantes.
Terminó su andadura política aplicando su teoría que el PSOE debía ser la Casa común de la izquierda, afiliándose a impulso de Txiki Benegas junto a la mayor parte de quienes conformamos aquella Fundación Europa a finales de 1990.
Fuimos recibidos con recelos y siempre se nos consideró los comunistas intelectuales que nos quieren dar lecciones de análisis y lucha. Veníamos de una militancia activa en un PCE, donde las reuniones se alargaban después de profundos debates. Eso no pasaba en un PSOE jerarquizado, donde se discutía poco o nada lo que planteaban quienes mandaban. Era la época de Alfonso Guerra y su famoso “quien se mueve no sale en la foto”.
A pesar de ello y tras muchas resistencias desde el PSdeG, llegó al Congreso de los Diputados en tiempos de Almunia como SG, e incluso fue Secretario del Grupo Parlamentario. Después el retiro dorado del Senado. Era demasiado potente intelectualmente para la mediocridad imperante entonces. Brillaba demasiado y era lo que consideraban poco dócil, o maleable, un estorbo en una época de sumisión militante.
A pesar de ello fue utilizado por un Maquiavelo de la política como Alfredo Pérez Rubalcaba, para intentar crear vínculos de comunicación con la izquierda abertzale y ETA. Zapatero le debe mucha parte de lo que logró.
Así llegaron 20 años de contactos, traslado de mensajes, cafés, comidas como la famosa de 1999 en el caserío de Patxi Zabaleta de Leitza, en la que participamos junto a Rubalcaba en un largo encuentro con la cúpula de la izquierda abertzale. Esa reunión acabaría resultando clave para entender todo lo ocurrido después.
Cabe repetir ahora esa idea de que Enrique Curiel fue, junto a otros como Patxi Zabaleta, Paul Ríos, o Jesús Eguiguren (entró en esto gracias a nosotros), quien más colaboró para que fuera posible la consecución de la paz y algún día debería ser reconocido por ello. Es precisamente Enrique Curiel quien mantuvo desde aquel lejano 1989, los contactos con la entonces Herri Batasuna a través de las comidas en el restaurante Antonio del pueblo soriano de Almazán, con Patxi Zabaleta, por entonces miembro de su Mesa Nacional. Soy testigo de todo ello.
Continuó durante veinte años de trabajo intenso desde la discreción, incluyendo el diseño y preparación (en la realización con mi colaboración) de esa histórica comida de Leitza. Enrique Curiel fue cimentando sólidos puentes con lo que nuestros dirigentes denominaban “mundo de ETA”, cuando sería más correcto decir de la Izquierda Abertzale.
Gracias a esos continuos y discretos contactos algunas cuestiones, que quedan para el libro que prometió escribir pero que alguien culminará recogiendo la ingente documentación que me consta dejó, fueron posibles.Testigo de ello fueron quienes desde la otra orilla le conocieron, le respetaron y le apreciaron. Así en su muerte un artículo de reconocimiento (el que no le dio quien más debiera hacerlo) fue firmado por los propios Patxi Zabaleta y Pernando Barrena; “Enrique Curiel un hombre de paz”.
No fue el único, en otro publicado posteriormente reconociendo su inmensa labor a favor de la paz, se vieron un conjunto de firmas plurales; la de Odón Elorza, Santiago Carrillo, Txiki Benegas, Xosé Manuel Beiras, José María Mohedano, José Luis Buhigas, Fernando López Agudín, Nicolás Sartorius, o Daniel Arranz
Ahora diez años después de su pérdida reivindico su memoria, la inmensa labor que hizo a favor del entendimiento entre muy diferentes, en la construcción de puentes (término que utilizamos allí por 1990 y que ahora todo el mundo copia), por la reconciliación, la convivencia y la paz. Esa que no pudo ver pero que le debe mucho a su visión intelectual, a su esfuerzo, muchas veces con incomprensiones y sufriendo injustos comportamientos de aquellos mediocres que envidiaban su clarividencia.
Aún resuenan sus palabras haciendo un llamado al Estado español, para que diera solución a las viejas tensiones centro-periferia heredadas de una Transición de la que fue sujeto activo, colaborando incluso en la propia Constitución. Escribió mucho sobre Euskadi y Catalunya, análisis profundos que vieron la luz especialmente en diarios como Deia y La Voz de Galicia. Los hizo desde su conocimiento en primera persona. Posiblemente si alguien le hubiera hecho caso la situación actual allí no sería tan grave.
Lamentablemente se nos está yendo aquella generación y nos estamos quedando en la política actual sin estadistas, intelectuales, ni ideólogos. Enrique Curiel, diez años después la paz y el diálogo llevan en algún rincón tu nombre, por los puentes que construiste ya nos comunicamos. Hoy desde aquí mi recuerdo y mi humilde homenaje.