En España no pasa nada, ¿qué pasa?

Parece ser que Sánchez no desea abandonar el poder. Ya caerá, lo están asfixiando su ingenuidad y la España eterna castellana

Catedrático de Estructura de la Información, Universidad de Sevilla. Entre 1974 y 1991 ejerció el periodismo en medios y gabinetes de comunicación. De todas las tendencias. Desde 1991 hasta ahora es profesor de periodismo. Ha tenido su faceta de literato. Más de veinte libros publicados sobre Comunicación, Historia, Periodismo y Antropología. Once libros de poemas, tres de narrativa, algunos premios, estancias académicas en el extranjero (América y Europa). Ama la música y el gazpacho. Y cree que el periodismo es imprescindible. 

Pedro Sánchez, con el rey Felipe VI, esta semana.

El secreto de los medios de comunicación es tenernos todo el día en vilo porque así los consultamos frecuentemente y nuestra angustia sube y sube. Ah, pero también es una realidad que, por el contrario, existe eso que se llama el positivismo posmoderno, maniobra de supervivencia según la cual hay que ver las cosas de manera optimista y quitarles hierro a las angustias vitales. Es un rollo, una forma de huir, algo irracional, sin basamento, algo instintivo, pero da el avío. Me voy a apuntar al rollo en este artículo. 

¿Qué pasa en España? Nada. Y, ¿en el mundo? Nada. Quiero decir nada fuera de lo habitual que ha sucedido desde que el humano es humano. ¿Se imaginan si en la Edad Media o Moderna hubiera existido en el planeta la enorme cantidad de medios de comunicación que aguantamos ahora, el alud de desgracias que hubieran atorado los cerebros? Cuando digo medios de comunicación incluyo a los de siempre y a los nuevos que van desde los predicadores online hasta los quioscos que se montan unos y otras en YouTube y en las redes sociales más newsletters y suma y sigue. 

No hay cerebro ni mente que resista eso y sin embargo aquí estamos, resistiendo a pecho descubierto. En el siglo V se fue a hacer gárgaras el imperio romano de Occidente, no había orden en esta parte del mundo, nació el feudalismo, señores de la guerra y siervos por todas partes, mientras en el extremo Oriente se notaba esplendor y en América se estaban matando entre ellos toda clase de etnias y tribus. En el XIV lo que es Europa hoy se quedó con la mitad de población debido a la peste; en el XIX fue la época imperialista del liberalismo, hasta Japón que estaba “tranquilo” con sus samuráis fue obligado a abrirse al mundo; en China los ingleses mataron a mansalva con las guerras del opio y África quedó despedazada y de aquellos polvos vinieron estos lodos de la inmigración al tiempo que se sembraba la globalización actual con todo lo bueno y lo malo que conlleva. Pero no teníamos Internet ni las otras herramientas mediáticas para sufrirlo todo. 

En el XIX comenzó la producción en serie y la sociedad del ocio. Y con la producción en serie y el ocio de la sociedad de consumo, la creación de la necesidad de consumir, "la seducción de la opulencia", que diría el profesor Pérez Tornero, que nos permitió colocar aquello que siempre hemos querido por encima de nosotros mismos: la marca, el objeto, el producto. En fin, qué les voy a contar que no sepan o imaginen.

¿Qué está pasando de nuevo? Que seguimos luchando por dentro entre lo que somos y lo que quisiéramos ser. Ahí entra la locura, vivir en la mentira, la huida. He estado una semana en Croacia de turismo. Ratifico que no andamos bien de la cabeza, no es normal que cuando nos encontramos en otoño y allí empieza a terminar la temporada de visitas externas esté así el país, con riadas de turistas siguiendo como borregos al pastor que encabeza el cortejo con su banderita correspondiente, no es normal eso, no puede serlo, aquello en verano es el infierno, no podemos estar a gusto en el infierno, no puede ser. Pero es. A diferencia del viajero, el turista es aquella persona que va a muchos sitios y no está en ninguno, esto es, se evade con anécdotas, recibe información y sensaciones, no conocimientos, los guías turísticos cuentan el qué, no el porqué, si tuviera que aprender Historia con los guías turísticos sería un total analfabeto funcional, la explican como esos malos profesores que te hacen odiar la Historia que es imprescindible para que no te la den tanto.   

Bueno, pero es normal, la gente está llena de soledades y miserias diversas por dentro -estamos- por culpa de nuestra vida y de la vida y, mira, hay que defenderse de eso, hay que estar alegres, ver mundo, de aquí para allá de forma tarambana, lo bueno es irse, abrirse todo lo que se pueda, alegría, coño, que más se perdió en Cuba y somos libres, por fin. Lo habitual es que cuando alguien se va por ahí regrese diciendo que todo ok, ¿va a contar lo contrario con el parné que cuesta cualquier capricho? 

Y en España, ¿qué pasa? Nada. Sánchez es el presidente por elección popular. ¿Que ganó el PP? Bueno, pero hemos aprobado entre todos los españoles tener un sistema parlamentario y unas autonomías y un sistema electoral. Sánchez lo utiliza todo, es su deber: que no lo echen del poder. ¿Que se alía con ETA? Claro, porque Sánchez dice que es de izquierdas y tanto ETA antes como Bildu ahora, lo son. Sánchez ha mandado al carajo a la socialdemocracia bonachona y obediente del felipismo y se ha hecho de izquierdas, es una izquierda que enlaza con la religión y hasta con el Vaticano, este papa lo ha recibido a él y a Yolanda, no la tiene tomada con los homosexuales como otros papas y, si pudiera y no lo envenenaran, quitaba el celibato y muchas otras cuestiones que nada tienen que ver con Jesucristo y sus evangelios. 

Parece ser que para el Sánchez que no desea abandonar el poder -ya caerá, lo están asfixiando su ingenuidad y la España eterna castellana-; ETA no era una banda de terroristas criminales -versión oficial- sino una organización armada marxista-leninista -versión de los etarras y sus simpatizantes- que aspiraba a la independencia de Euskadi al estilo argelino con el clandestino Frente de Liberación Nacional de Argelia, según nos explicaba, por ejemplo, esa extraordinaria película, La batalla de Argel, de Gillo Pontecorvo, una película que dicen que les pasaban a los presientes Bush para que comprendieran un poco el problema islámico. Y, en efecto, ETA no era exactamente una banda, una banda no cuenta con apoyos en la universidad, en la Iglesia, entre no pocos vecinos, ni logra 361.000 votos -unos miles en Andalucía- a través de Herri Batasuna en unas elecciones europeas de 1987. Una banda no tiene unos 600 presos como llegó a tener ETA. 

Da la impresión de que a esa ETA se agarra el señor Sánchez pactando con Bildu. Para él, ETA pasó a la historia, Franco, no, es su estrategia y está en su derecho: es un especialista en crear dopamina entre sus leales. Y se agarra al catalanismo que quería catalanizar España y se quedó con las ganas porque tal honor le correspondió a Castilla la Vieja, la contrarreformista, la que cree que estamos en un valle de lágrimas y que hay que morirse para ir a un mundo mejor.

¿Que hay una España que se vacía? Pues a protestar, a quemar el país que eso les dio buenísimos resultados a los catalanes. ¿Qué los jóvenes no tienen alquileres y, mucho menos, viviendas en propiedad? A la calle que ya es hora de pasearse a cuerpo y decir que anuncian algo nuevo, como rezaban los versos de Celaya de mis tiempos subversivos. Pero a la calle todos los días. ¿Que el personal se pasa ocho horas liado con el móvil viendo TikTok y luego otras horas más con Netflix? No hay problema, no pasa nada, eso es asunto de cada cual, mejor para el poder de todo tipo: "Duerme, duerme, negrito, que tu mama está en el campo", trabajando por y para ti, explotada, eso decía la letra de la canción de Víctor Jara. ¿Dónde está hoy Víctor Jara? A mí que me dicen, yo a mi Tik Tok y a mandarles a los demás lindos consejos para una vida feliz.  

¿Que Sánchez nos va a subir los impuestos con su reforma fiscal para aliviar el déficit y de paso seguir repartiendo papeletas de votos a su favor en forma de subsidios? Esa es su obligación cuando no se atreve -es un farsante- ni lo dejan desde la UE ni la OTAN desarrollar su maravilloso progresismo socialista nacionalcatólico, al lado de los otros farsantes con los que se junta en la vividora e inquisidora izquierda en la que yo estuve, ahora me quedé en tierra de nadie, es el precio de querer ser uno mismo. Más vale solo que mal acompañado. 

A los que nos fríen a impuestos, con no consumir salvo lo estrictamente necesario, nos basta, ya estallará el sistema por sí mismo, el sistema de mercado implosiona con sólo dejar de consumir un tiempo determinado. Nosotros implosionamos con él, pero si queremos agarrar al pez Sánchez y ponerlo en la calle tendremos que mojarnos el trasero. Qué frescor se siente cuando uno se moja el trasero en estos tiempos donde cuentan los enterados que hay un cambio climático caluroso y cuando lo que es más cierto aún es que nos hallamos en un periodo interglaciar.      

Ya ven ustedes que no pasa nada, en Mercadona se agotan productos que no son baratos precisamente, como los arándanos o las croquetas recién hechas; los 50.000 y pico del Betis no faltan ni un año para sacar el carné; algunos barrios humildes de Sevilla pasean santos por la calle y eso cuesta pasta, hasta hay quien tiene dinero para comprarse fusiles bélicos. Si el aceite es caro, o no lo compramos o echamos una chispita y ya está. La gente no es consciente del poder que tiene si estuviera organizada y esto fuera una democracia. Y no es consciente porque ni está ni se la espera, se encuentra de vacaciones, está al teléfono o reunida con una plataforma digital. O de baja porque hay que ver las ganas de trabajar que hay en España. Está de ocio porque no ocurre nada.