Cuando era un niño que corría por mi barrio del casco antiguo de Sevilla en plan “Cuéntame cómo pasó”, mi madre me mandaba a la tienda de la esquina a que comprara cien gramos de mortadela, pongamos por caso. Mis padres eran humildes, emigrantes a Sevilla desde una sierra valenciana, él, y desde la sierra norte de Sevilla, ella. Yo obedecía, iba a ver al tendero, me daba el encargo y regresaba a casa. Mi madre examinaba el mandado, abría el papel de estraza en el que me habían envuelto el embutido y se preguntaba algo así como: “¿Esto te ha despachado? ¡Ese hombre es un judío!”. A su juicio, me había entregado menos cantidad. Luego escuchaba a mi madre hablar con algunas de sus vecinas y todas coincidían en el calificativo: el tendero era un judío.
En mi barrio vivían lo mismo gente adinerada y señoritos que esas otras personas a las que llaman vulnerables. Había un corralón de vecinos, en el que habitaban gitanos, con dos pandillas de chavales: Los Bolitas y Los Pichurris los llamábamos. Eran agresivos. A un amigo mayor que yo que un día salió a defenderme le tiraron piedras y una de ellas le impactó en la cabeza. Nunca se me olvidará la sangre que le brotaba.
En otra ocasión estaba en casa de un amigo mío del alma y llegó una de sus hermanas llorando y diciendo que la habían agredido los niños del corralón. Mi amigo era también impulsivo. Agarró un cuchillo y se fue escaleras abajo a por el agresor que ni sabíamos quién era, sólo que habitaba en un lugar tan especial. Su madre y todos los que estábamos allí lo seguimos a toda velocidad y logramos disuadirlo. Mi madre me decía que no me acercara por el lugar del corralón en mis juegos porque aquella gente era peligrosa y me podía agredir.
Tengo que acercarme un día por el cementerio de San Fernando, en Sevilla, donde reposan los restos de mi madre, a decirle que era una antisemita y una racista que odiaba a los judíos y a los gitanos. Tal vez haya que exhumar sus restos y juzgarlos por delitos de odio. Se supone que ella me los ha transmitido y por eso escribo ahora estas líneas.
Pero como yo pienso por mí mismo, observo y estudio sin ira, no opino que mi madre sea nada de eso ni haya que juzgarla por eso. Lo que hacía mi madre era defender sus intereses, el poco dinero que nos permitía vivir, lo que hacía mi madre era protegerme como su hijo que era y soy, como esas felinas que defienden a su prole; lo que hacía mi madre era guardar su territorio, impedir que yo lo traspasara y me metiera en un campo de minas, fueran o no gitanos quienes armaban esas trifulcas, mi madre tenía la obligación de protegerme y yo el derecho a contar lo que viví, si ya con esto se supone que provoco odio que me condenen pero me asiste el derecho a narrar mis memorias y el derecho a que me lean bien y asimilen bien lo que escribo. Quién sabe si estoy vivo gracias a mi madre.
Mi madre no lloraba, protestaba y aconsejaba, no era asunto de mi madre hacer una revolución para que el vulnerable se convirtiera en consumista, bastante había aguantado viviendo una guerra y siendo consciente de que, a un cuñado suyo, concejal republicano de su pueblo, lo habían fusilado los nacionales, siendo ella una niña. Y teniendo que lavar la ropa en el río, quemándose las manos de frío y cargando para allá y para acá con la colada, todo porque unos cabrones fascistas usaban la sierra norte de Sevilla como cotos de caza.
Sin embargo, lo que dijo mi madre en mi barrio hoy puede ser delito, pero yo le estoy enormemente agradecido. No soy antisemita pero sí sé que el ser humano, en cuanto puede, roba al ser humano y que los judíos están masacrando, aquello no es la guerra de Gaza, como dicen, es la matanza de Gaza apoyada por un país donde quien manda es el lobby judío. Y, a pesar de todo, no apruebo, pero comprendo a Israel porque en ella están parte de mis raíces y creo que expulsar a los judíos de España fue un grave error.
No soy racista -el racista desprecia y desea matar, eliminar, destruir-, pero sí sé que hay etnias que llegaron a la península ibérica hace cuatro o cinco siglos y bastantes de sus miembros no se han adaptado del todo a las formas occidentales que nos han costado también siglos asumir. Y sangre. Y muertes. Otros nos han deleitado y nos deleitan con su arte y su buen hacer en todas las facetas de la vida. Y sé que quienes respetamos unas normas podemos ser ahora los reos y sin embargo quienes las siguen transgrediendo los inocentes amparados por leyes que toleran, sencillamente porque las lágrimas del victimismo nos han metido en el cuerpo un sentimiento de culpa místico que queremos echar fuera a base de atacarnos a nosotros mismos. Ya hay que ser imbéciles para tirar por tierra nuestra propia cultura con tal de defender a otras que van contra la nuestra.
No luchamos ni contra el progresismo ni contra la derecha ni contra la izquierda, luchamos contra la estupidez, contra los iconoclastas idiotas de nuestra propia cultura que están tratando de enterrar aquello que nos da señas de identidad con las que existir al tiempo que defendemos lo ajeno que es destructivo. ¿Se puede ser más imbécil? ¿Se puede ser más ingenuo y rematadamente ignorante? Así es cómo se está autodestruyendo Europa, la está matando la blandenguería ante el llanto de quienes saben que llorando se gana siempre… hasta que la gente no puede más y descubre el truco. Entonces, quienes han sido causa se hacen las víctimas de las consecuencias de sus lloriqueos, son lloricas crónicos.
Si escribir como escribo es ser un facha debo ser un facha, a mí eso me da igual, sé quién soy y qué soy y no me insulta el que quiere sino el que puede y yo le concedo el privilegio de que me sienta insultado.
Léanme bien los llamados vulnerables que se acercan a mí como pedigüeños y léanme bien quienes lo hacen para que me sume a falsas causas solidarias. Dar limosna y llorar por el vulnerable es prolongar su condición, mi ayuda real es no darles nada porque ya les doy bastante. Si desean una limosna la tienen en mi IRPF que cada vez crece más. La tienen en la inflación de la que se beneficia el gobierno, la tienen en lo que pago de más por cada producto que compro, la tienen en mis otras aportaciones que me descuentan de mi nómina mes a mes mientras que hay por ahí determinados profesionales cobrando en negro, la tienen en la multitud de chiringuitos que viven a costa de las lágrimas y de curar el cáncer con aspirinas. La tienen en los privilegios que poseen quienes viven de las lágrimas de los propios vulnerables.
Es al revés, los vulnerables no nos necesitan a nosotros, somos nosotros, y en especial una clase política determinada, los que necesitamos que existan vulnerables, unos para ejercer la caridad y quedarse tranquilos, otros, esos políticos, para que puedan seguir con el cuento del apoyo a los vulnerables. Si algún día dejaran de existir los vulnerables, millones de aprovechados de los vulnerables se convertirían en vulnerables. Los veríamos por esas calles y esos medios de comunicación llorando para que nos apiadáramos de ellos y volviéramos a crear vulnerables gracias a los cuales poder comer.
Como eso no va a pasar, ahí tenemos a estos predicadores de la justicia autoproclamándose defensores únicos de los vulnerables. ¿Únicos? ¡Pero si están divididos y en cuanto les das una responsabilidad real de arreglar o mitigar el problema de los vulnerables se dividen aún más! ¿Quién ayuda a estos tigres de papel que hemos elegido democráticamente y que arañan tanto el intelecto?
Son ellos los nuevos sanedrines y están a izquierda y derecha. “Es un facha porque no llora por los vulnerables”. “Oh, el ministro no ha condenado a Maduro y no ha dicho que aquello es una dictadura, aunque tampoco ha dicho que no lo sea, ¡pero no ha dicho que lo es y lo es!”. “Oh, es un terrorista, ¡no condena a Hamas!”. “¡Ramón Reig es un genocida, dice que comprende a Israel!” “¡Fulano es un dictador, habla bien de Putin!”.
Pero, bueno, ¿es que aquí ya hay que hablar al dictado y en plan esto es blanco o negro y, si no, a la hoguera?, ¿es que nos van a subir a los potros y ruedas de torturas si no decimos lo que se supone que se debe decir y que es palabra de dioses? “¿Renuncias a Satanás? ¿No?”. Otra vuelta a la rueda de la tortura. “No te da pena de los vulnerables?”. “Sí, pero no”. “Sí, pero no, ¿qué respuesta es ésa? Dadle CAFÉ”. Lo recuerdo: ¿qué era CAFÉ? Lo que dijeron desde Sevilla -dicen que fue Queipo de Llano- que le dieran a García Lorca cuando estaba preso en Granada y desde allí preguntaron qué hacían con él: Camarada, Arriba, Falange Española (CAFÉ). ¿Acaso tenemos ahora fascistas de camisa azul y otros de camisa roja?
En 1994, defendí mi tesis doctoral y le dije al tribunal que me sentía en un totalitarismo atotalitario y en un pluralismo aplural. Luego lo publiqué todo en forma de libro. No le sentó bien eso al tribunal, en especial al presidente. Y discutimos largo tiempo, pero todo fue académico y al final logré mi cum laude. Ahora me encuentro con un gobierno encabezado por un señor que plagió su tesis y al que le escriben los libros, que te empapela por un delito de odio, pero, ¿qué es esto?
Yo no odio a nadie, pienso y me expreso, en mi barrio había también otro gitano, el barrendero, iba con su carro día a día y hacía su trabajo con toda naturalidad, sencillez y eficacia, bellísima persona, respetada por todos, lo recuerdo con cariño. ¿Qué es odiar? ¿Cómo se prueba un delito de odio? ¿Con un TAC cerebral? ¿Si lloro y callo me salvo, pero si pienso y hablo me condeno?
Los vulnerables ilegales que llegan a España inspiran caridad, lloran. Ya está, salvados. Quienes ya vivían en España y defienden su territorio, como animales territoriales que somos, son delincuentes que no tienen corazón. Es parecido al critiqueo en un entierro: “Mira, se le ha muerto su hermano y ni llora”. “Pobrecito, estaba destrozado, no paraba de llorar”.
Por el llanto, el sentimiento de culpa y la falta de valentía para atajar los males desde su raíz, por la comodidad de la izquierda de salón, sofás y sillones, por el contagio de las lágrimas progresistas a la derecha congelada, por el miedo a perder votos, se están colando muchos indeseables y ya tenemos bastantes en suelo patrio. ¡Por supuesto que algunos inmigrantes ilegales nos dan muchos problemas, muchos! Es como si llegáramos a un país sin pasaporte ni identificación alguna y encima nos dejaran pasar con alfombra roja incluida.
Por supuesto que habrá mucho inmigrante ilegal maravilloso con cuyo cerebro ganaremos todos. Pero todos hemos tenido que demostrar nuestra valía y nuestro curriculum para que te acepten en sociedad. Mientras yo no vea esos documentos pensaré lo mismo que pensaba mi madre y tendré cuidado con el prójimo, sea español o no, sea cristiano o judío, sea progresista y regresista. Es una lucha conmigo mismo, pero las lágrimas me van a dominar lo preciso. Hay amores que matan o, al menos, hieren gravemente la cultura que me han ido enseñando y que yo me he ido inculcando.