¿Qué cuerpo aguanta esto?

A los jueces los han metido o se han metido en esta dinámica. La política entra en todas partes, sería positivo si tuviéramos la fuerza de voluntad y ética de separar la paja del grano

Catedrático de Estructura de la Información, Universidad de Sevilla. Entre 1974 y 1991 ejerció el periodismo en medios y gabinetes de comunicación. De todas las tendencias. Desde 1991 hasta ahora es profesor de periodismo. Ha tenido su faceta de literato. Más de veinte libros publicados sobre Comunicación, Historia, Periodismo y Antropología. Once libros de poemas, tres de narrativa, algunos premios, estancias académicas en el extranjero (América y Europa). Ama la música y el gazpacho. Y cree que el periodismo es imprescindible. 

El pleno del Consejo General del Poder Judicial, en una imagen de archivo.

Habrá que empezar a sentirse orgulloso de los jueces que han soportado y soportan las presiones que han ejercido y ejercen contra ellos las personas e instituciones sobre cuyas presuntas conductas ilegales trabajan, incluidas las que simplemente acuden como testigos, algo que molesta también pero que es obligación de todo ciudadano si así lo estima un juez. También son delitos las coacciones a los jueces como son actuaciones judiciales de dudosa legalidad las que he seguido en Sevilla donde una juez actuaba casualmente cuando más fastidiaba a la izquierda y la cambiaron por otra que daba la impresión de que hacía lo contrario. 

En la universidad aún colean recursos de alumnos contra sus resultados en los exámenes de julio (antes de septiembre). Tras el examen llegan las correcciones y tras ellas se hacen públicas en forma virtual las calificaciones. Después hay que dedicar unas horas para que los alumnos que lo deseen pueden revisar la calificación recibida. Por lo general no se presentan problemas, pero hay algunos y algunas que se comportan de forma improcedente e incluso chulesca con profesores sobre todo si son jóvenes y mujeres. Si no están de acuerdo con los argumentos profesorales para suspenderlos pueden alegar ante el departamento correspondiente, ante el decanato y ante el rectorado. Hay quien tiene razón en sus demandas, pero lo normal es que se trate de alumnos que han pasado olímpicamente de la materia y llegan al final a dar la tabarra y a utilizar sus asuntos y sentimientos personales para intentar aprobar. Los peores estudiantes son los que mejor se saben las normativas y la picaresca. 

Este tema es chocante, hay quien no merece los derechos de que disfruta y sin embargo los posee y hay que tenerlos en cuenta, pero en realidad son una rémora para el Estado -que les paga las matrículas- y para los padres que les abonan el sustento e incluso el alquiler de las viviendas y los gastos de la fiesta y graduación del final de los estudios sin ni siquiera haberlos terminado. Lo más progresista sería investigar en qué emplea su tiempo este alumnado y actuar en consecuencia, más progresista que atender sus derechos es comprobar si se los merecen. Pero como son clientes, el dinero público no es de nadie y además votan ellos y sus familiares a los que pueden engatusar con aquello de que la culpa es del maestro que me tiene manía… Se ha producido una progresiva infantilización en el alumnado universitario en los últimos años, hay que luchar para que no se aburran en las clases de la carrera que han elegido y una cosa es ser ameno y otra payasear o tener que emplear juegos de la Red para enseñarles. 

A pesar de lo dicho, los problemas de ser juez de aprobados o suspensos es pequeñísimo al lado de los que están soportando los jueces españoles que se mantienen resistentes ante las coacciones de la mediocridad política que llevamos aguantando décadas. No me refiero sólo a estos tiempos que son los más vergonzosos que he vivido desde el punto de vista de la formación de los 'padres de la patria', sino a los escándalos pasados en los que estaban detrás componentes del bipartidismo. Un ser íntegro no huye ni insulta a la Justicia, al contrario, se defiende con argumentos de peso si cree que es inocente o se declara culpable y asume sus responsabilidades que es lo más difícil de hacer, empezando por mí mismo. Lo mejor para no autodestruirse es culpar siempre a los demás y lo demás de nuestras miserias. 

Es cierto que yo mismo he escrito a veces que para ser juez primero se debe trabajar sobre las emociones y dejarlas en lo posible fuera de la sala. Eso de que me hablen de jueces progresistas y conservadores es para echarse a temblar y más cuando ahora estamos comprobando que jueces y fiscales dictan resoluciones de acuerdo con esta terrible división que le arranca de cuajo a la justicia el velo que oculta sus ojos. Sin embargo, está siendo tan cruel el acoso contra el mundo judicial que uno no tiene más remedio que, por una parte, rogar a sus señorías que sean todo lo justos que puedan -no somos ángeles puros- y, por otra parte, que, para lograrlo, abandonen los subjetivismos tan dañinos que se derivan de ser progresistas o conservadores. 

Supongo que ser juez te permite una independencia económica y por tanto una libertad como para no estar al servicio de lo que te digan unos políticos mediocres algunos de los cuales no tienen ni donde caerse muertos y deben pagarse sus entierros con el dinero que se llevan de las alcancías públicas que siempre nos parece superior a los méritos demostrados. El aparente descaro político y parcial con que desarrollan sus tareas algunos miembros de la carrera judicial y fiscal es terrible. La política la inventamos para entendernos mediante la oratoria, no para destruirnos sin balas ni cañones. 

Los acosos actuales son como balas que te van penetrando en el cuerpo hasta que caes redondo al suelo. Me pregunto de vez en cuando a la hora de acostarme cómo podrán dormir los acosados que estén sencillamente intentando cumplir con su deber. ¿Se han metido algunos jueces en esta jungla de la alta política como partes, no como jueces? Se puede sospechar que sí y, por los hechos, se podría afirmar que sí. Jugar a la política es una cosa y meterse en la alta política es otra, no hay piedad ni apenas ética en la alta política. Cuando yo ejercía como periodista institucional y viajaba en un coche oficial, al lado del conductor, acompañando a un alto cargo público para el que trabajaba, y ese alto cargo iba, a su vez, acompañado por otro, en la parte trasera del auto, en ocasiones abordaban asuntos que yo no rebelaba ni rebelaré, pero me convencía, con los hechos, de que el poder siempre tiene, al menos, dos discursos: uno para la gente -la media verdad o la mentira- y otro para él, de puertas adentro. Es lógico, si no fuera así no tendría sentido la existencia del poder, puesto que sabría las mismas cosas que nosotros, los paganos.        

A los jueces los han metido o se han metido en esta dinámica. La política entra en todas partes, sería positivo si tuviéramos la fuerza de voluntad y ética de separar la paja del grano. Pero cuando observo que Las Cortes ya se han repartido la Justicia entre el PSOE y el PP siento que algo que parece una monstruosidad lo tomamos ya como normal. Y a la UE hasta le ha parecido un avance. Un avance para que los jueces se elijan entre ellos, lo que me pregunto es a quiénes van a elegir si ya de entrada los que organizan el sistema electoral han sido elegidos por los dos partidos políticos. Seamos realistas, la política se mete en todos sitios, ya estamos viendo cómo no importa que desvíes dinero público o que destroces Barcelona: te amnistían y aquí no ha pasado nada. 

De toda la vida el poder -sea el Opus Dei, el conservadurismo, el socialismo, el capitalismo o la socialdemocracia- tiende a controlar la Justicia. La sociedad está dirigida por lobbies y otras minorías que se meten por todas partes, los demás miran, observan, critican, se distraen y votan cuando pueden. Si desea usted que no lo mangoneen tanto, no proteste, únase a esa minoría, espabile, toda la sociedad debería estar organizada para tener auténtico poder. Pero entonces no estaríamos hablando de la especie natural humana -donde hay hegemónicos, ciudadanos y marginados- sino de una democracia auténtica.    

Pensándolo bien, no me extraña, por tanto, la vigilancia a la que están sometidos los jueces. Si el acoso a los jueces no hay cuerpo que lo resista el acoso diario a los ciudadanos por diversas causas, es difícil de cargar, el agotamiento llega, los acosos de la vida en general sólo los aguantan los cuerpos bien engrasados o las mentes patológicas. Por ejemplo, acoso es mantener alta la inflación en parte a causa de la guerra de Ucrania y nuestra obediencia vergonzante a un país en decadencia como Estados Unidos que con su ambición y resistencia a reconocer que ya no es el más poderoso nos puede llevar a la guerra mundial explícita. 

Acoso es que la Agencia Tributaria esté exprimiendo a los contribuyentes en estos meses de julio y agosto con comunicaciones en las que reclama más dinero una vez revisadas con lupa las declaraciones de los últimos tres o cuatro años. Lo hace en un tiempo en el que los ciudadanos están fuera de sus domicilios y con menos margen de maniobra a menos que sean diestros en el manejo virtual. Luego llegarán otras notificaciones con los recargos correspondientes. Como hay que seguir comprando votos y ejerciendo la caridad con los inmigrantes ilegales, así como intentando disminuir la deuda externa, es necesario sacar dinero de donde sea a costa de disminuir la capacidad adquisitiva que es la que mueve a la economía en una sociedad de consumo.

Es acoso no saber cubrir las necesidades básicas, empezando por un techo. Lo que el turismo te da por un lado te lo quita por otro y, es más, a veces te lo quita tanto que ni puedes pagar un techo. Las viviendas turísticas nos están demostrando la bajeza moral del humano por muy solidario o católico que se crea. Hay propietarios que especulan con sus viviendas y otros que se quieren hacer ricos a base de joder a la juventud, en primer lugar. ¡Qué leches me van a contar aquí del humano como ser social! En Sevilla hay muchos truenos que después se visten de nazarenos y juegan a la Semana Santa todo el año.  

De todas formas, creo que me estoy preocupando y que estoy escribiendo para nada. A pesar de todo lo que acabo de decir y de lo que me dejo, a pesar de que la UE nos dice que nuestro estado de derecho es manifiestamente mejorable, a pesar de que el cáncer de piel ha subido un cincuenta por ciento en los últimos veinte años, el CIS de Tezanos nos indica que el 80 por viento de los españoles se considera feliz y más felices que están con eso de que van a trabajar menos. Hay países más desarrollados que nosotros que trabajan menos que nosotros desde hace tiempo. Se trata de productividad, no de estar calentando la silla ni de tanto cafelito en horas de trabajo ni de tanta cervecita al mediodía ni de tanta distracción y de tanto pensar en San Viernes. Se trata de productividad y de seguridad en el trabajo, no de currar más o menos.  

"Sarna con gusto no pica". Ni pobreza ni riesgo de pobreza tampoco. Ni listas de espera en Sanidad ni el maltrato estatal en especial a las personas con problemas de salud mental. España va bien. El paro ha bajado en 223.000 personas, los hogares con todos sus miembros en paro bajan un 11,2%, la UE nos sigue dando dinero y nos riñe por no pasar a los interinos a fijos, el gasto en pensiones se dispara, mejor para toda la familia, ¡viva el dinero de los abuelitos!

Está uno aquí haciendo el panoli, desinteresadamente, trabajando en un artículo que no es necesario -ya me he planteado multitud de veces la inutilidad de escribir y publicar-, mientras aparecen ciudadanos en los medios afirmando que son felices y todos se tuestan a gusto en unas playas abarrotadas junto a unas costas invadidas de edificios horribles. 

Me alegro, veo que la mayoría de los cuerpos aguantan perfectamente la situación, no entiendo para qué nos preocupamos unos pocos y para qué le pide Feijóo elecciones a Sánchez, es que estos fachas siempre entorpeciendo el avance del progresismo, va a tener razón don Patxi López. Sigamos así y que los jueces acosados y demás personas jodidas se las avíen como puedan.